ANDRES GIMENEZ SOLER las villas de Elda y Novelda, pues las heredó Doña Violante Manuel y las poseyó algunos años, permutándolas después, no de su voluntad, por las de Medellín y Arroyo del Puerco en Extremadura. Huérfano de padre a los dos años, dirigió su educación su madre, que ya le había amamantado también durante algún tiempo; pero muerta esta señora cuando Don Juan tenía solamente ocho años, sus ayos continuaron el sistema educativo de su madre, según el mismo Don Juan refiere en el capítulo LXVII del Libro de los Estados. A los cinco años enseñáronle a leer y comenzó el estudio de la lengua latina, que si no exagera, la estudió a fondo, pues dice que este leen debe ser tanto a lo menos fasta que sepan hablar et entender latín; con esta enseñanza alternaba la de la historia, y juntamente con estos ejercicios, montar a caballo, manejar los armas y adiestrarse en la caza. Descendiendo a detalles escribe que los domingos no le hacían estudiar, y que después de oír misa cabalgaba y departía con otras personas ; los lunes dedicaba la mañana a ejercicios corporales y la tarde al estudio; los martes, al contrario, después de la misa, retirábase a estudiar, y por la tarde holgaba, pero al anochecer volvía a repetir sus lecciones et fazer conjugación, et declinar et derivar o fazer proverbios o letras. Y así todos los días de la semana, alternando los ejercicios del cuerpo con los de la inteligencia; los sábados los dedicaba a recordar las lecciones de la semana. Don Juan quedó tan prendado de este sistema educativo que lo recomendaba muchos años después y lo presentaba como el propio de los hijos de los emperadores. El, por su condición de huérfano y de hijo de infante recibió esa educación teóricamente, mas no en la práctica; también lo dice en el capítulo LXXXV del mismo Libro de los Estados: Los hijos de los infantes non son tan bien criados como les cumpliría : ca los que los crian per les fazer plazer trabajan en los falagar et consientenles cuanto quieren et loanles cuanto fazen. Quizá recordando estas deficiencias de su educación decía a su hijo Don Fernando en el Libro de los Castigos (capítulo III) : ca todo lo que pueden' fazer a los mogos los que los crían es que sean bien costumbrados en comer et en beuer. Et en amostrarles buenas maneras et buenas costumbres. Mas quantos maestros et quantos ayos en el mundo son non podrían fazer al mogo de buen entendimiento nin apuesto nin cumplido de sus miembros nin ligero nin valiente nin esforçada