2 LA ASOCIACÍON nuestra sociedad, de ios santos gérmenes de la educación popular, dando contento y satisfacción ai numeroso y benemérito cuerpo de! Magisterio. De ahí que el malestar se incrementa en el cuerpo docente, !a desesperación cunde en los miles de nuestras que Ven su irremUión por todos lados, agraváidosa su porvenir en tales términos que nada nos extraña el que ios más exaltados, de aquí y de allá, propongan a los demás, en forma más o menos sigilosa, solució nes de un sabor tan radica! como atrevido, asegurando que la úiica manera de redimirse al profesorado primario es evolucionando su marcha hacia el caimo del proletariado, en el cual fructificará el justo anh s'o sentido por Jos educadores de la niñez más desvalida. Lo que extrañamos nosotros, enemigos de tan radicales especies, es que en las encumbradas esferas del Estado no vean, o no quieran ver, ei gran peligro apuntado que, como tremendo bó ido, se cierne sobre la sufrida clase del Magisterio. Es iamen able que nuestros homb ei de gobierno dejei de conceder todas aquellas cosas que, sin quebranto de especie alguna satlsficie ran a unos funcionarios que tienen demostrada su aptitud y su abnegación en pro de sus debe res en un sentido tan patriótico cual deseare el más exigente. El Magisterio siempre se mostró enemigo de las restringidas, y hoy cunde la opinión, que ya manifestamos años atrás, de que deben abo lirse todas las clases de oposiciones, por lo desacreditado del sistema. También se ha manifestado contra los abusos en los traslados por derecho de consorte; no menos en la división de escalafones, fomentadora de irritantes enconos entre sus componentes; la provisión interina, tan funesta para ta enseñanza; como de otros pormenores desfavorables a ía escuela y al maestro. Pues bien, todo ello subsiste muy empeorado en algunos extremos, contrariando los deseos de los Maestros; deseos discutidos y depurados por los mismos en sus asambleas públicas; deseos traducidos en acuerdos concretos y elevados a la superioridad con esperanza de que fueran atendidos y promulgados. ¡Pero qué desencanto! La realidad es vergonzosa. Cuanto Va ocurriendo lo prueba. No parece sino que por sistema se denieguen las cosas, muy puestas en razón, solicitadas por nuestras colectividades. Bien lo han reconocido algunos rotativos madrileños. Y es de observar que la indignación ha llega do a! colmo entre los elementos de la instrucción primaria naciona1; y ía efervescencia, como ácida espuma incontenida, salta por todas partes, singularmente por la provincia de León cuyos jóvenes maestros de ambos sexos suscri ben una circular dirigida a iodos los futuros opositores a escuelas, demandando la aprobación y cumplimiento de unas normas que juzgamos merecen el incondicional aplauso por la virilidad demostrada y el conocimiento que supone de la realidad pedagógica, en orden al profesorado, digno de mejor suerte. ¡Ah si tuviera efecto lo propuesto por esos leoneses! No acudir nadie a las oposiciones acabadas de convocar. El remedio sería eficaz. En ta! caso el aspecto de la cuestión cámbláría radicalmente, y el Estatuto, y el escalafón, y los sueldos., todo sufriría modificaciones en pro del niño pobre y del maestro, porque mejorar a ésto es mejorar a aquél; la educación popular, tan malparada en España por culpa de todos, progresaría con rapidez. El Estado español debe fijarse en que la Pedagogía nunca fué enemiga de la Economía nacional. Los Poderes públicos deben abordar sin más demora esa cuestió, siempre abandonada con subterfugios que j smás convencieron a nadie. ; De lo contrario, persistiendo en sus equivocados modos de ver, inconscientemente, quizá, lance ai Magisterio por derroteros impropios a nuestro entender; pero ¡Dios nos libre de la desesperación individual y colectiva! Además, que el derecho del niño pobre está hollado con la escasez de escuelas, no pudiendo ingresar en ellas y quedando privado de los confortantes manjares de la enseñanza: fortaleza d'el cuerpo y luz del espíritu. El espectáculo dado en la Gorte de España, hace poco, por innumerables madres en demanda de ingreso de sus hijos en los grupos escolares próximos a inaugurarse, es bochornoso para un pueblo que en sus pretéritos tiempos supo conquistar los bellos laureles de la cultura. Los requerimientos de la Pedagogía, que son los requerimientos loables de la civilización, deben atenderse, si no se quiere que las masas, ignorando su objeto y su destino ulterior, degeneren en falanges tumultuarias, cuya fatal consigna sea la tea y el botín. José Sanchh Almiñano