REVISTA DE PRIMERA ENSEÑANZA y 01 g provincia Redacción y Administración Avenida de la República, 29, 2.° De ios trabajos que se publiquen serán responsables sus autores. No se devuelven los originales. = SE PUBLICA LOS SÁBADOS 1 La correspondencia literaria, a la Dirección, VILLASTAR (Teruel) Anuncios a precios convencionales. Año XIX Teruel 3 de Octubre de 1931 Núm. 932 A mí buen amigo D. Andrés Gracia, viejo maestro e inteligente Secretario. V.A. C. La falla de respeto a la individualidad infantil nace de los errores e inconvenientes de la escuela antigua; de aquella escuela lúgubre y tétrica, memorista y agotadora, de palo y tente tieso, evocadora solamente de tiempos calamitosos. Aquella escuela no podía considerar al niño como la flor más delicada del jardín de la vida que espera el dulce beso de la mariposa dorada para lucir sus galas y exquisiteces, para consi derarle como la única y sola iniciativa humana. El niño es un ser que aunque específicamente tenga muchos puntos de contacto con el hombre, pues que de él se deriva y hacia él ca mina, es poseedor de aquellas privativas características de la primera edad. Por esto la infancia no puede tener la consideración absoluta de un proceso de desenvolvimiento humano. Claro es que ambas edades de la Vida ofre cen armonía y estrecha relación, y que si todos no saben ser hombres, probablemente lo será Porque no todos supieron vivir la vida de niño. El niño necesita desenvolverse en un medio propicio y determinado, medio que señala su condición y naturaleza. Es su característica general la de una movilidad incesante y desorde nada. De ahí que aun representando una nece «idad orgánica imperiosa, camina con bastante frecuencia hacia un término desconocido para él mismo. Entonces podemos observar que surge el juego, el aspecto más intéresante de la movilidad infantil y uno de los más dignos de estudio por el copioso arsenal de datos y «elementos de juicio» que proporciona para llegar al conoclmien to psicofisíológico del niño. No en balde se dijo que «el juego es la naturaleza que habla». Frenar y restrin gir durante horas enteras la movilidad del niño fué la norma impuesta por la escuela del siglo XIX. Pero aquéllo no podía sin el fracaso más rotundo, como aconteció. Y henos ante un heraldo venturoso, hacia el cual todavía caminamos: El problema de !a educación humana. Han pasado a la historia los educadores que añoraban sus mejores éxitos en la quietud del alumno, haciendo de estos «niños -postes», cuando consideraban el ansia o anhelo de juego como síntoma de rebeldía. Afortunadamente vivimos una época en la que el juego es la canalización más fecunda de las energías del niño, y por esto se incluye en todas las escuelas como «cosa necesaria». Es un factor imprescindible del desarrollo del infante, y lejos de tender a su represión; se le fomenta por distintos medios para garantía del orden y disciplina escolar. Ei niño encuentra en los juegos íntimo placer. Bien claro nos lo dice la satisfacción que experimenta cuando comienza a jugar. Y siendo