LAgASOCIACION en ella, y muestra como una idea, aun retozan- : do en los cerebros de todos los hombres, nece- ] sita de muchos años y de siglos para llevarse a | la práctica; tal por ej mplo la idea de la liber- , tad corporal, poseída desde antes y esencial en \ ei Cristianismo, no llega a ser real hasta el si- ; glo pasado, sobre ser cristianos los directores de la Sociedad. Así de muchas que pudiera ci tar sin pasar por pedante pues son del dominio general. Otras, en cambio, tienen más rápida implantación, V. g., la igualdad de derechos políticos jornada de ocho horas, libertad de trabajo, etc. etc. Pero lo que yo quiero deducir es el procedimiento por el que han conseguido efectividad. ¿Todas han pasado por diecinueve siglos de evolución como la primera? La ma- : yoría, aún estando alojadas en todos los cerebros, no han venido a ser realidad por golpes de Estado, por medios revolucionarios? Aviados estábamos si confiáramos en la razón para que se implantaran las ideas que implican dejación de derechos para que los adquieran otros. El primer conquistador del mundo lo hubiera sido por los siglos de los siglos. Si por no re- I currir a la violencia habíamos de dejar v g. que el usurpador detente lo nuestro hasta conseguir que por propia reflexión, por la reprobación de su conciencia nos lo devolviera, ¿para qué que remos agentes que pesigan a ladrones ni jueces que restablezcan el derecho? Dejemos sencillámente que sucedan las cosas como han de suceder sin poner de nuestra parte voluntad ni acción, y así nos escusaremos de esos costosos : mantenimientos. Dejemos asimismo que la So- I ciedad, cuando bien le parezca, nos conceda a i los maestros lo que estime conveniente. ¿No? | ¿Que sería ridículo? Pues entonces no hay más remedio; hemos de seguir el otro procedimiento el que emplean los agentes de autoridad y los i jueces, pues yo creo que cuando cojen a algún culpable siempre emplean la violencia. No; lo malo no está en el uso de la violencia, como lo malo no está en la posesión de una Estar, sino en emplearla indebidamente. Hoy las corrientes del mundo llevan a que cada clase o profesión se marque las condiciones bajo las cuales se compromete a realizar labor útil, apro piada a sus medios, con conciencia y responsabilidad, marcando deberes y derechos; y cuando se exceda en el pedir las otras clases le sa Ien al encuentro, y por medio de tribunales arbitrales, (este es un deber de gobierno) volver a los excedidos a términos equitativos, restable¬ ciendo la armonía general. Y a eso hemos de ir definitivamente; a constituir nuestra clase con el consiguiente contenido de deberes y derechos, empezando a cumplirlos el que más fácil le sea; y si una vez esto acordado surge la violencia ¿qué le hemos de hacer? son doctrinas y leyes de todos l.os tiempos. Esto escrito llega noticia de que el Gobier no ha acordado incluir en la prórroga del presupuesta la plantilla íntegra de la Nacional. Por lo visto, si a última hora no hay uno de los inconvenientes tan oportunos, hemos conseguido un triunfo; pero esto no quita ni pone un adarme a lo ya expuesto. Nuestra Asociación pidió entonces lo acordado y tras de los incidentes de todos conocidos llega por finia victoria, Victorià de un pequeño objetivo, pero viçtoria al cabo. Con eso ya se contaba cuando las inquietudes de los maestros se consignaban en la prensa por algunos, en el pequeño circulo de sus relaciones por los más. A todos circunda una ola de anhelos, impaciencias, deseos, enojos, formas todas del descontento. ¿Por qué no tenemos la audacia de especificar, definir, nuextras aspiraciones, trazar un camino y seguirlo sin titubeos? El maestro por sí es un átomo y necesita del concurso de muchos para constituir algo que tenga valor cotizable; una asociación. Pero es que no tenemos confianza en la asociación, no vemos en ella ni el valor ni la ayuda, ni el compañerismo, ni el entusiasmo; no la vemos más que como un organismo rudimentario, nono, anticuado, frío. Y es que no vemos en ella nuestra creación, sino un penoso legado de los viejos maestros; no lo consideramos, tal cual es, instrumento así arma de combate, tn nuestras manos está el rejuvenecerla Infiltremos en su viejo, pero sano tronco la savia de las sociedades nuevas. Llevemos a ella los anhelos y arrestos de la clase. Revistámosla, por arte de nuestra voluntad, de toda la pompa y prestigio que necesite. Que sea allí donde cada uno lleve los matices de su personalidad para que alli se elabore lo que sea común y necesario a todos. Pero por Dios no la encenaguemos llevando a ella en lugar de aspiraciones de clase las vergüenzas de nuestras debilidades individuales y sobre todo sepamos en todo trance disti nguir y reparar lo que sea del hombre y lo que sea del compañero, pues solamente bajo ese aspecto debe ingresar en ella todo maestro. Así la asociación de partido constituida podrá reavivar y nutrir a todo el Magisterio.