REVISTA DE PRIMERA ENSEÑANZA provraoii Redacción y Administración Muñoz Degrain 20-1.* izda. >e dirigirá la correspondencia. DIRECTOR El Presidente de la Asociación Los artículos se publican ba|* la responsabilidad de 1#« attt«res. No se devuelven les ®ri#- Año IX Teruel 24 Diciembre de 1921 Núm. 461 APUNTFS PEDAGOGICOS LA MENTIRA EN LOS NIÑOS «La mentira es innata en el hombre»— se ha dicho. Sin duda alguna es así, porque el niño no necesita lecciones ni ejemplos para inventar la mentira: tiene predisposición aquél para ocultar la verdad o para exagerar los hechos; dos caminos que parecen divergentes y sin embargo son convergentes, pues que conducen a un sólo y único fin: mentir. Los educadores, para la esmerada corrección de tan feo vicio, deben examinar con cuidado la forma y causa de la mentira, y según ellas aplicar la sanción que corresponda. El niño de viva imaginación suele inventar cuentos e historias, inocentes e insulsas casi siempre. Esta forma de la mentira es tan común en los niños como inofensiva, y suele causar en los padres cierta satisfacción. ¿Debe tolerarse? Los educadors harán bien en corregirla con suavidad, persuadiendo al niño del mal concepto que se forma de él al quitar todo valor a su palabra, que después nadie cree o toma en serio. Otras veces los niños mienten por ohíener algún premio o beneficio prometido a una buena acción que luego no han ejecutado. Este aspecto de la mentira puede ser muy peligroso para el rapaz cuando sus embuste» primeros le han dado el resultado que apetecía. En este caso es de gran resultado retirarle la confianza. El niño entonces, ambicioso siempre por gozar de la predilección de su educador, procura- regenerarse; y hace esfuerzos supremos por alcanzar nuevamente la confianza perdida. Cuando el niño ha faltado al cumplimiento del deber, cuando ha cometido alguna mala acción con plena conciencia del hecho, suele ocultar la verdad y miente porque teme las consecuencias, porque quiere salvarse del castigo. Esta mentira tiene por causa, en muchos casos, la severidad de los padres o Maestros; la culpa entonces no es sólo del niño, Por eso el educador debe ser siempre sereno y justo en las correcciones, y hacer resaltar de qué manera dignifica y exime o atenúa el pecado la confesión de la falta. ■5- ■