La Asociación REVISTA DE PRIMERA ENSEÑANZA ^rogi&dad y órgano del .J^agisterio de la, pTOVÍn^ia DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN Avenida de Zaragoza, número 6. De los irabajos que se publiquen seian resposables sus autores.— No se devuelven los originales. M PUBLICACION 8KMANAL M Toda la correspondencia, a la Dirección Avenida de Zaragoza, nüm. 6 Anuncios a precios convencionales. Año XXIII Teruel 26 de Octubre de 1935 Núm. 1095 Por Benita Asas Manterola La prensa se viene ocupando de las últimas disposiciones dadas por el Ministro de Instrucción Pública con respecto a la conducta que deben observar los maestros de escuela. Dícese que hay maestros que inculcan a sus discípulos, ideas anarquizantes, comunistas, etcétera. Extraordinario esfuerzo me cuesta creer que haya maestros nacionales que de semejante manera se comporten al ejercer su profesión oficialmente. No diré que, por excepción, no haya alguno que viole la pedagógica ley moral que impone al maestro el deber de no perturbar la conciencia del niño para moldear esa conciencia a su gusto. Pero si la excepción es la confirmación de la regla, ésta en España, y tratándose de los maestros, puede servir de modelo a todos los maestros del mundo en eso de respetar las órdenes emanadas de la superioridad. Ni los maestros socialislas ni los ced/sfas, es decir, ni aún tratándose de ideologías políticas extremas, los maestros, en nuestro país han aprovechado su profesión para hacer proselitismo. ¿Es que se ha calumniado al Magisterio y por eso las autoridades han tomado medidas que repriman supuestas conductas inadecuadas? A los maestros no les molestan las visitas que con carácter vigilante se les haga en la escuela. Mas ¿quiénes van a ser los vigilantes de la labor docente? ¿Los dominados por pasiones políticas? lAhl Entonces la vigilan¬ cia resutará tan odiosa como aquella que el caciquismo pueblerino produce causando verdadros estragos para la buena marcha de la cultura popular. Es obligación inexcusable del maestro obedecer las leyes pedagógicas de su patria. Si la nación, por medio de sus representantes legales, ordena, verbigracia, que se dé en las escuelas una religión, el maestro debe acatar esa orden; y de igual suerte debe acatar el mandato de que la enseñanza sea laica. El maestro no puede prescindir de tener ideas porque es poseedor de un cerebro; pero sí puede silenciar sus ideas en la escuela cuando ellas pertenezcan al campo vedado al educador, como son las políticas, las sociales y las religiosas. He dicho que el maestro, como tiene un cerebro, es natural que posea ideas. Es más. ¿Qué es un maestro sin ideas? No espere la nación grandes rendimientos pedagogos de aquellos maestros que estén vacíos de ideas, sean éstas de la naturaleza y del color que fueren. Un cerebro de ideas, es la mecanización personificada, es vivir en una perpètua indigencia esperitual. Un cerebro indiferente al valor de las ideas es un cerebro divorciado y alejado de la esfera donde se enriquece el pensamiento. Una cosa es tener ideas y otra cosa es saber el uso que de ellas debe hacerse. Y los maestros nacionales, repito que salvo raras excepciones, han dado siempre en España la impresión de una insuperable sensatez en este respecto. La escuela es un recinto sagrado, y la pasión política del maestro profanaría ese recinto si el maestro no tuviera el fuerte control del deber. Y el maestro español es un Hércu-