00 ^v7 Núm. 646 Redacción y Administración Ronda Víctor Pruncda, 15 Franqueo Concertado Teruel, sábado 14 febrero de 1931 G A RA BAT O S gL AGUA V LA VIVIENDA Hace días asistimes a la inau ^ración de las aguas potables, ¡cto que paso de manifiesto la nobl(Z!lGel putbo turolense. Pudiéramos rfirmar sin temor Réplica alguna, quj al conme ararse tan vital y magnífica me ora}-ornato nec sirio en todos jos'pueb los- tiene aceptación nuestro juicio de que Teruel ha legrado epilogar una de las páginas más hermosas de su historia al dar cima al ideal ambicionado taDtos años, ideal que hoy afortunadamente se ve acariciado por el irás lisonjero de los éxitos. La litada del agua ha demostrado el practicismo, la utilidad axiomática, intensamente, gloriosamente dinámica del elemento que más estrechamente colabora a la civilización de los pue blos. Y si es verdad que la gran me jora ha venido a llenar un vacío en nuestras existencias, no lo es menos que ha creado un problema importantísim< : el de asociación, ya aconsejado y propuesto por el cronista en las columnas de est diario. Los propietarios de viviendas qae han desembolsado cantidades en la instalación de aguas pota bles, es justo que ansitn amortí zar el cost gravándolos alquileres. Unos aumentarán :n propor ción acertada, pero otros quizá se desmanden a juicio del inquilino. ¿Cómo justipreciar el proceder de los dutños de inmueble:;? Asociándonos. Hay que derrocar antiguos moldes si por rutinarios y manidos son perniciosos, afirmaba en otra ocasión. Y antiquísimos son los •ïue actualmente rigen nuestros actos en asuntos de la índole ^e comento. También decía y repito en ayuda y defensa de mi tésis, que los hombres no debié ramos ser parásitos insociables, Máxime cuando de salvaguardar nuestros derechos se trate. Por no es razón para no hacer una cosa el que otros no nos hayan Precedido. Y argumentaba: Nuesras madres vivían recluidas en ! uogar, sin noción de sus dere la vida sccial. Nuestras conocen y ejercen sus dererH Per0 desconocen sus de cüos. Nuestras hijas serán las ^ armonicen los deberes y los Rebosen la época que empiesíí^ mujer ha solucionado, y quie^x? teS(3n adm^ble. Esin M r«H le arredran P«juicios Odiat s ccnvencionalismos. Pasad moilotocía rutinaria del rnaw:7861"111^ a ^ realidad 4o d8* del presente- Ei6"* ^.discute, ensaya, dictami- ta el reinad'-' la injusticia y de la sinrr zón. Que hoy son insólitos los casos de protet-ta aislada, —del individuo por e' individuo — y que en definitiva, se impone ser na, construye. En una palabra, consecuentes a la conveniencia Li mujer hija se diferencia de la de la asociación, y que sea la comujer esposa, y la mujer esposa I lectividad la que en nombre del es dií tinta de la ir uier madre. , individuo interc ote U insolencia Si las mujeres evo'ucionan, ¿por j b-br- ica del pr v edor de alber qué nosotros hemos de estar es ¡gues. Los hay que no «reblan^ chos en tancados, como el légame ? No convenimos en que los actua les asimilan mayor cultura, ma yor discernimiento, mayor com prensión que nuestros ascendien ■ te^? Si el hombre de hoy, en ma teria social particularmente, es un símbolo en relación al hombre de ayer, ¿a que empe fiàrnos nos tros, hombres nacidos en época de renovación y ensayo, en conti nuar con la sordina que impone el aislamiento, la individualidad y la incomprensión ciudadana? Se impone tener idea colectiva y con no ser mucho, con tan sencillo elixir, se acabarían los esca» sos feudos que aún existen, y las restricciones caprichosas y las privanzas arbitrarias. En el siglo en que vivimos, siglo de democracia y de libertad, no se pagan, p al menos no debieran pagarse, los antiguos tributos feudales, penosísimos, a criterio libérrimo del mentor tirano, o a capricho edíoso del déspota insaciable. Por denunciar en justicia ya no se sube al cadalso. Por protestar legalmente no se degrada el hombre. Ya no es villano el ayuno de doblones, si no el avaro, que a cubierto de la ley explota la cobardía del necesitado. Y como por otra parte, el fnie do moral del hombre al hombre no existe, ¿a qué temer el juicio adverso de unos cuantos propietarios gallofos y bigardos, si la mayoría, hombres de buena fe y excelentísimos caseros^ aplaudirán la iniciativa? Por elle es precisa la Sociedad de inquilinos tu rolenses, por que desenmascarará hechos delictivos, y justipreciará en cambio acciones dignas. De lo que resulta, que cuando la Sociedad sea un hecho, podrá dormir tranquilo el que sin culpa esté. E! dueño comedido de una fiaca, justo en su rectitud de juez cumplidor, hallará en el seno de la SocieJad plácemes y alabanzas, y ella será el portador que le hará justicia. No así el bigardo explotador, que seguirá bigardo, y lo que es peor, sus delitos serán conocidos de todos. Bueno. Parte de esto ya lo ex puso el cronista en otra ocasión, y sin embargo la misma apatía, la misma claudicación alienta en el corazón de te dos. No obstante, vuelve sobre el asunto y repite que la inhibición aventa el pro greso, lesiona los más sagrados derechos de la sociedad, y facili* N *da má^ ni o di m^nos. Alonso BE A* ARAGON Mañana domingo extraordiHarias cenas de Carnaval Selectos menús de ocho y media de la noche en adelante Vinos exquisitos Cubiertos a fi'üO, Jl y 8 ptas. ]Sota.— Se sirven raciones. Hay ostras y maiiscos. Juanito, nuestro amigo Ju mito, es un hombre original. Intelectual y culto, de fecundo y poco común ingenio; pero un distraído singular, también. Ya de pequeño, en los años de internado, se destacaba entre los demás. Podríamos contar anécdotas suyas a millares. En cierta ocasión, por una lige ra falta de disciplina, le castigó el Padre encargado de la sección, a pasar el recreo de la tarde arrimado a una pared del patio, míen tras los demás se divertían, y Juanito se puso a cumplir el casti go. El rector solía pasear con los alumnos que nos agrupábamos en torno suyo para oír sus amenas narraciones. Juanito me llama, me entrega su pelota, y yo, de acuerdo con él, me llego al rector y le digo: — Padre, ¿nos deja jugar a la pe Iota? El Padre asintió, y yo vociferé: — Juanitoooo! Y Juanito abandona el castigo. Cuando el Padre ¡encargado se dió cuenta del incumplimiento le amonestó severísimàtnente. Pero mi amigo, 'e objetó que el Padre rector nos había dado permiso para jugar en el frontón. Hace algúa tiempo, conducía su coche por una carretera no muy ancha. Delante de él, un ca- - rro tirado por seis muías en reata | le cerraba el paso. Ni el claxon j estrepitoso, ni la bocina aguda, lograron despertar al carretero, y i entonces Juanito, aprovechando I el cruce con un camino vecinal, j frenó el ecche, se apeó, cogió del i ronzal la mula delantera y cambió | la direcció del carro. Es de imaginar la cara que pondría el carretero cuando desper- 1 tara hallándose en el punto de partida. Pero como distraído era una cosa . Yo le he visto jugando un tablero de ajedrez, tomar una ficha en la mano para hacer una jugada, no acordarse de que la tenía en la mano, y buscarla' a base de cerillas debajo de los divanes del café. Otras veces, ir a encender el cigarrilló, dejar el encendedor en el tablero y empeñarse en sacar chispas de las orejas de un caba lio o del torneado de un alfil. Pero no se le poüía decir que era un distraído, porque se enfadaba extraordinariamente. Hacía algún tiempo que no nos veíamos, y anoche le encontré. Después de los saludos de rigor, solté la indiscreta pregunta que con tanta frecuencia prodigamos: — ¿A dónde vas? —Al estanco. Tengo que fran¬ quear una carta y comprar tabaco. Y le acompañé. Por el camino pisó a una anciana, y ni se dió cuenta de ello, ni oyó las quejas de la cuitada. — Veo que sigues tan distraído como siempre. Me miró fulminante, pero nada me dijo. Entramos en el estanco. Sabre el mostrador dejó una pes ta pidiendo un sello y un paquete de tabaco. El estanquero le sirvió mientras él se abstrajo en la contemplación de los títulos y portadas que mostraban las novelas de lasvittinas. Cuando volvió a la realidad, cogió lá peseta, la mojó con la lengua, la colocó en el extremo superior derecho del sobre, y le dió dos o tres golpes con el puño. El estanquero soltó la carcajada y Juanito deshizo la distracción. —Juanito— le dije, mientras caminábamos en dirección a Correos—veo que sigues tan distraído. —Son unas gotas, nada más, me contestó. - Toma, distraído, insistí, y abriendo el paraguas se lo coloqué en la manp. La lluvia arreció. Llegamos a Correos y ni corto ni perezoso echa el paquete de tab co en el buzón y oe guarda la carta en el bolsillo. Cuando le advertí el equívoco, se turbó, me miró fijo, después de componer el rostro, y exclamó: —Lo he hecho por darte en la cabeza, ¿sabes?, por darte en la cabeza. No sé por qué os habéis empeñado en que soy un distraído... {Caramba...! Y se alejó, llevándose mi paraguas, y dejándome en medio del arroyo con el diluvio que caía. Dobló la esquina refunfuñando: — ¡Distraído yo! ¡Caramba! Era por darte en la cabeza... |Los hay que no «reblan>I José M.a R-RAD1LLO. Ayuntamiento La Alcaldía ha publicado hoy un bando haciendo saber que por este Gobierno civil ha sido autorizado el presidente de la Sociedad de caza f Aguanaces» para proceder al envenenamiento de los animales dañinos que pululan por el monte Aguanaces. Mañana^ a las ocho, dará principio el acto de la clasificación y declaración de soldados.