Página 2 El Mañana 14 fctoero^e l98l Memorias de Oscar Wilde :- NUEVOS EPIGRAMAS DEL -. MAESTRO DE LA PARADOJA He observado repetidamente que, de Vez en cuand ), se publica algo en i - Prensa, rel •! clonado con O car Wilde, y también hi observado que, en dichas ocasió.nes, estos artículos son 1 idos con gran interés, incuso p )r aquellas personas quí nunca leyeron las obras de Wilde, o que leyéndola no aprobaron lo que podemos denominarse moral. Algunos autores de e^t s artículos, má. bien pt cosqu: mu chos, conocieran realmente a Wil de y s^iir^m^nte rrucho mejor qu^ yo, pero la mayoría de rllos, segúi he podido comprobar, sólo le conocí in superficialment^. Mis memorias de Oseas WJde, constituyen un término medio en tre aquellas a las qu^ me he r fe rido antes. Yo observé a Wilde desde ua punto de vista muy diferente al de los demás escritores, debido a las circunstincias com pletamene distintas, que me introduj ron en su esfera, circunstancias que no estuvieron, en mo do alguno, inflieaciadas por el deseo, o la int ención de que se realizaraa, sino que f leron com plfctamentc; inevitables. Na pue do, como otros autoras de memo rias, de Oscar W.lde, r -'atar mt primer encuentro con Wilde, pe rp si recuerdo perfectamente, la primera v z que me Cjiusó un^ impresión inmmsa, y para con suelo de algunos lectores puedo citar la fech-i en qu ; ett j ocurrió, fué en la época en que Irvig pre sentó «Fausto», en el Lyceün, en el 1877 o 1878, ya que fué debido a esa circuustacia el que no lu re cuerde. Yo había ido a ver esa obra y salí tan impresionado que sólo acertaba a pensar en ella. Ade más, alentaba una pasión amorosa por Ellen Terry— entonces no más j jven que mi abuela, aun cuando esta era muy j )ven— . Mi admiración por Mefistófales era tan grande, que se resolvió en un poema terriblemente largo, titulado «El discurso de Mefistófeles a los Buhos>. Trabajé en la composición de mi poema durante varios días seguidos y cuando lo hube terminado y se lo estaba leyendo a mis tías, Oscar Wilde entró en la habitación. Supongo que para divertirse, aún más, a mi costa, mis tías le dijeron a Wilde lo qu^ había hecho, pero creo que pensaron que habían ido demasiado lejos en sus burlas, cuando Wilde insistió en que debía leer mi poema en voz alta, en el salón. Lo hice así y me dijo que los versos le recor daban a Lord Byron, con gran alegría por mi parte, ya qui Byion después de Shak speare, era mi ídolo entonces, pero desgraciadamente mi alegría duró poco, porque 'agregó: — ¡En la cojera! Sin embargo— Los afamados NEUMATICOS U. S. ROYAL han bajado los precios un 40 por 100. Aproveche esta buena ocasión. DISTRIBUIDOR EXCLUSIVO PARA. LA PROVINCIA DE TERUEL JTo^é ]VI.a IVÍor-er-a Alejandre, 4. ALCAÑIZ. Plaza3Carlos Gaste!. TERUEL zsQ?£¡ i^Q^ï i^Qp&'i biísçQ^ í^Q^íi *^Q^i »£^2^ í£^%í« me dijó muy amablement ha sido leída tan biéj, que podemos perdonar los versos. En ese preciso momento, entra» ron en la sala el propia Irving y EUcn Terry, i mbos amigos de mi familia. - ¡Irving - dij • Wilde— acabo de irop z r con u ia apologi i de &U represent ición que usted difí cilmente podía sospechar! Irving dibujó uaa de sus sonri s as tristes pero amables, quizás un poco irónica, y al mismo tiem po quí miss Terry, se acercó a dond^ nosotros estábamos. Lúe go, Wilde, con su modo inimitable—lamento no poder recordar sus palabras—, le dijo lo de la coda», como llamó a mi poema, añidiendo que lo úiico odioso eran los buhos y citando estis lí neas de la misma: «¡Chillad, buhos, chillad que pueda llegar a mis oídos!» y gravemente preguató a Irving si estos versos existí in en la ver sión de cFaustc», que él representaba. Años más tarde vi esa versión y entonces comprendí la doble ironía de la pregunta de W;lda y que no fui yo solo el úiico blanco de su tiro. Después, con espanto de mis tías, iasistió en que repitiese la lectura de los versos, «au honor de Mr. Irving y miss Terry >, y como mis tías le dij sen que ello sigaificaria doble cistigo para él, replicó: —¡Oh! ¿Porqué no? ¡No sería la primera Vez que soy víctima de un poeta! Cuando hube terminado la lee tura, miss Terry, la amable pero impulsiva actriz, se volvió a mis tías diciéadolas: —¡Tengan cuidado coa este muchacho, o le van a ver esperando la llamada para salir a escena! Años más tarde réf -rí este inci¬ dente a mis compañeros de trab jo en los camerinos de un tea tr profesional y si aquí lo cuento es únicamente perdonable por su relación con la escena en que intervino Oicar Wilde. II A medida que iba siendo mayor veía con más frecuencia a Oscar Wilde, ño solo en los salones de mi abuela, donde le encontraba muchas veces— su madre y mi abuela eran amigas desde su ju ventu i, por haber sido alumnas del mismo colegio—, sino que también asistía a sus reuniones y en las que presentaba los más no tables efectos de luces, suponiendo que el ambiente estético influiría en los pensamientos y en las conversaciones de las personas con el inconve. lente de que uno no estaba siempre * seguro de la persona con quien estaba hablando. Años después, viendo los brillantes salones de los modernos tras 'tlánticos, he recordado este ambiente de la casa de Wilde. En estas reuniones, Oscar Wilde desplegaba su mayor talento y siento no poder citar las ingeniosidades e ironías que salían de sus labios y que al día siguiente eran repetidas en todo Londres. Mi interés por él, era algo más que el afecto que se profesa a un amigo de la familia, y estaba acentuado por su simpatía y ama bilidad personal, en una época en que mi familia quería hacerme seguir u aa carrera contraria a mis gustos y aspiraciones. No obstan te, recuerdo algo de lo que me dijo, la mayor parte de ello moti vado por mi decaimiento ante el desaliento del fracaso y, parcicu • lar mente, ante la indiferencia, o la hostilidad, de aquellas personas que yo creía debían simpatizar conmigo. Muchas veces hablamos de lite¬ ratura, especialmente desde el punto de vista del escritor. Sobre todo, recuerdo que Wilde insistía siempre en que para escribir bien, lo más esencial era el estilo. — La literatura— me dijo en uua de estas ocasiones— no posee el monopolio del pensamiento, pero, -añadió— el modo de expresarlo, en palabras escritas, es su misión per uU«r. Ua asno, puede escribir tont-iías, si le es posible sostener la pluma con las pezuñas, pero, incluso las tonteríis pueden escribirse de un modo artístico. Ea otra ocasión d j ->: —¡El estilo es ei olor de la literatura! S.lo existen dos reglas p ira escribir, tener algo que decir y decirlo, o si lo prefieres de ua modo más complicado: tener una historia que coatar y contar esta historia. Uaa composicióa litera ria es ua manojo de ideas reuni das, con las puntas cortadas. Un día, llegó a nuestra casa y le dijeron que yo estaba en el piso superior, escribiendo uua lista de fechas históricas. A\ oir esto, subió a mi habitacióu, y, cuanuoyo le expliqué lo que estas fechas, que muchos encontraban aburridas y sin interés alguno, signifi vahan para mi, ayudándome a dar una clara visión del pasado, observó: —Además, ¡es muchísimo más difícil escribir un buen catálogo que una mala novela! No sé si esta frase encerraba una ironía, provocada por el hecho de que precisamente una de mis tías acababa de publicar su primera novela, y que muchas personad admiraban el libro. Yo sabía qué, en su opinión, lo que el público admiraba era necesariamente malo, y particularmente si era admirado por la Sociedad— con S mayúscula de— de Londres. De su amistad obtuve muy buenos consejos sobre literatura. Me decía: -Nunca esenb s una iíQea sino crees lo que escribes. Esto poirá parecer extraaa muchos de los que coaociero/ Wilde, pero precisament) en^ reside la diferencia de O .cir W de que yo conocí y ei qUe ¿ tanta frecuencia ha sido pressota do a; público. Existe una razón para esta teo ría, ya que-por ^xtr^ñ ; que pae. da parecer a los que le conocieron tnénus íatimam inte-; él sentido comúa fué la verdadera bisedel carácter de O 5C ir Wilde. Ea realidad fué uua paradoja viviente, y solo las paradojas son ciertas. Recuerdo que ua día me dijo: —Nunca podrá la loca multim peseer la Mea de la verdad. Si llegase a encontrarla ¿ao la convertiría instintáieamcate en un absurdo? A. H. Cooper PRICHARD. (Concluirá.) {De la Agencia Internacional Arco). CiACETILLAa Otra locura de febrero ha sido el que nuestras calles aparecieran hoy cubiertas por blanca alfombra que, poco a poco, ha ido deshaciéndose merced, en gran parte, a la lluvia de ayer tarde. El bjrómetro sigue marcando lluvia y el higró metro viento frío, que es el reinante. Huelga decir que las calles están intransitables. Pasan los años y nunca encontramos fórinula alguna que nos limpie la vía pública como corresponde a uua capital de provincia. VENDESE tienda de vinos. Salvador, 32, Teruel. Tenemos entendido que los cazadores pertenecientes a la Sociedad cLos Àmantes>-que acoche se reunieron en el café Regio-' acordaron la disolución de f misma. SE VENDE Auto Citroén Sidan H P 10, en buen estado. W zón Costa, 32. 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