89 fórmula, y antes al contrario, se traen á la memoria diversas particularidades, opuestas todas á la fórmula misma. Igual silencio se advierte en Argensola, Sayas, Dormer, Panzano, Ibañez de Aoiz y Ustarroz, conocidos vulgarmente con el título de continuadores de Zurita, y tampoco se ocuparon de un extremo que forzosamente hubiese llamado la atención de los historiadores aragoneses de los siglos xvi y xvii. Véase sino en las Historias eclesiásticas y seculares de Aragón de D. Visencio Blasco de Lanuza en 1622; el Padre Fr. Diego Murillo en su obra publicada en Barcelona en 1616, intitulada FvMclacion milagrosa de la Capilla angélica y apostòlica de la Madre de Dios del Pilar y excelencias de la imperial ciudad de Zaragoza; el P. Domingo la Ripa, en su obra La Corona Real del Pirineo, estal·lecida y defendida, publicada en 1665 y 1668; y el Padre Pedro Abarca en sus Reyes de Aragón en Anales históricos, publicados la primera parte en 1682 y la segunda en 1684. Este afirma, que no puede discurrir la historia de aquellos siglos sino por tinieblas y cuestiones, y que se debe tener por edificio muy falso y de mal fundamento, querer con pesado rodeo de