8 LA ASOCIACIÓN. hijos, propietarios ó con grandes influencias en la población. ¿Quien reintegra al profesor de aquel gasto, de aquellas idas y venidas?... Esto, pues, es lo que tratamos de evitar, en lo que podamos, en nuestra provincia. Y que lo haremos, no hay para que dudarlo, contando como contamos con escelentes corresponsales en todos los partidos, aman de la aceptación que hemos merecido á nuestros compañeros los que mirando la cosa como interés común, se apresurarán á facilitarnos cuantos datos sean pertinentes al objeto. En tal concepto pues, y animados por el deseo de ser útiles en este asunto, á nuestros favorecedores, procuraremos al anunciar una vacante, que ésta sea una vacante verdad, es decir, que apuntaremos todas las circunstancias que se nos faciliten ó que á nosotros nos consten, relativas al pueblo, número de vecinos, situación topográfica, viasde comunicación, su comportamiento con el profesor ó profesores, dotación, ^emolumentos, motivos de la vacante, si es por dimisión, renuncia, destitución, si por cuestiones de localidad..., y todo lo'que en suma pueda ser provechoso á aquél que trate de solicitarla. Para ello, sin embargo, nuestra actividad, por grande que fuese, sería bien poca co^a y nadie, aparte de lo que nuestros corresponsales puedan decirnos, como el profesor dimisionario ó dimitido, el que la solicite, caso de hallarse en autos, ó el que ejerce en las inmediaciones, para darnos el mayor número de antecedentes posibles, al objeto de llenar cumplidamente nuestra misión en esta parte del periódico, ilustrando, por endej|á nuestros compañeros en un asunto, repexsbçs, de tan capital importancia para todos. Por hoy, no decimos mas sobre esto, pensamos que nos entienden aquellos á quienes nos dirijimos, y ello nos basta: veremos si responden. Escrito lo que antecede, no podemos resistir al deseo de copiar parte de una carta que sobre el particular dirije el señor don Ricardo Montequí y González desde el Tejado (Segòvia), á nuestro estimado colega de la corte «El Géuio Médico-Quirúrgicos y en la que se hacen apreciaciones tan atinadas como los de que «Lo primero que solemos mirar ei los periódicos de medicina á que estamos suscritos, es la sección de gacetillas y las vacantes, y éstas con doble interés, cuando por las mil y una intrigas y disgustos que hay siempre en los pueblos, deseamos cambiar de partido y nos quedamos con gran .sentimiento cuando ó no traen apenas vacantes, ó son tardíos los anuncios, ó, lo que es peor, sou farsa y míisica celestial — y permítanseme las frases — los tales anuncios, pues ó e-tan yá dadas ó comprometidas las plazas, ó hay algun enredo en ellas, que ignoran los que las solicitan, y en vano se gastan tiempo y dinero para reunir los documentos que han de unirse á las salicitudes, y esto, como se comprende hien, es altamente perjudicial y debe evitarse.» A éstas y otras observaciones, añade el referido colega : «Tiene mucha razón nuestro querido amigo y snscritor el Sr. Montequí en cuanto dice respecto de las vacantes: pero crea y crean todos que no consiste en nosotros lo que sucede, que es muy cierto, sino que el mal está eu los mismos compañeros y suscritores, que no nos ponen al corriente de lo que pasa en cada localidad cuando se anuncian las vacantes, pues en los «Boletines Oficiales» de las provincias, ó no se publican en ellos ó si se hace, vienen con todos los defectos y ocultacioucs que conviene á los pueblos y los ayuntamientos, y para obviar este mal, del que muchas veces nos hemos ocupado, nada hay mejor que lo que queda dicho; que los compañeros y los suscritores nos orienten de lo que pasa, y lo consignaremos en los periódicos.» Cuyas palabras, tanto de aquel snscritor como del colega hacemos nuestras é insertamos en la condanza que eu lo que relación hace á esta provincia, muchos compañeros han de ayudarnos á atenuar, ya que á evitar del todo no sea posible, el mal que lamentamos. Imprenta de Nicolás Zarzoso.