LA ASOCIACION. seria nuestra estrella si consiguiéramos al menos aproximarnos y conocernos. Como del anterior, idénticas manifestaciones de consideración y afecto debemos consignar del muy digno ó ilustrado Subdelegado médico del partido de Alcañiz, el Sr. D. Enrique Celma. Yá lo hemos apuntado, cuanto mas apartados están de nosotros mayor es la admiración que nos causan las manifestaciones de adhesión y protección á nuestro pensamiento, y en este concepto la que nos causa el Sr, Celma, casi llega á la veneración, i Y como no! Está con nosotros, piensa como nosotros y cree realizable y de grandes consecuencias la inteligencia y aproooimadon que predicamos. «Dispénseme V., se lo suplico — dice — >se sirva perdonarme si antes no he contestado á sus cartas, pero mi delicado >estado de salud, y por mas que esté «muy conforme con VV. me lo há impedido; (1) » Adjunto tengo el gusto de remitir á >V. la relación que desea; alegrareme, »como cosa propia, salgan YV. airosos >en la empresa que se proponen, que á »no dudarlo ha de reportar beneficios á la >clase estoy pues, con VV. >y cuenten para lo que pueda conmi- >go pues estoy seguro algo >quedará del patriótico pensamiento que >les guía, Efectivamente, respetable Sr. Celma, algo quedará, así lo esperamos y yá que no otra cosa nos quedará el consuelo de lo que sirve de epígrafe á estas líneas, que nos conoceremos, sobre cuyo punto queda mucho que decir y guardamos para el número próximo, seguros que nos han de oir hasta los sordos, pues son muchas y de grandes consecuencias las ideas que se nos agolpan sobre tan de actualidad é interesante asunto. José Garcés. Santa Eulalia y Marzo 83. EL PUGILATO EN LOS PARTIDOS RURALES. (1) Bien, señor Celma, estar conforme,.... vengan pues los de Alcañiz; mucho deseamos conocer á aquellos apreciables compañeros y de los que también esperamos mas. El pugilato (1) médico ó farmacéutico lo mismo que el veterinario es una contienda repugnante y fea, una lucha encarnizada que devora á dos profesores en un mismo partido. El pugilato profesional es un vicio canceroso que corroe la organización del cuerpo facultativo, un asomo de inmoralidad, un escollo ¡ay!, donde puede naufragar la navecilla de la conciencia. El pugilato facultativo, hoy mas que nunca crece y se desarrolla en muchos de nuesrtros partidos, amamantado por pechos innobles y capacidades deficientes. Si, mis queridos colegas, esa lucha intestina siempre la sngendra el profesor mentecato, el presuntuoso cuya pedantería le induce á sembrar su carcomida semilla científica por entre las inteligencias profanas. Cread los partidos por oposición; patrocinad la modestia y la ciencia, y veréis como la estàtua del pugilatista cae y se derrumba como una estàtua mágica convertida en polvo. Es evidente que á semejanza de aquel prelado que pedia á un niño k geneología del huevo y de la gallina hasta llegar á su primitivo engendro, podréis interrogarme, quién es el primer fundador de esa rama morbífica del árbol profesional. Direos pues, que unos salen del regazo materno perfectamente acondicionados para la lucha y los combates, y otros al fijar sus huellas por entre las breñas y malezas de la selva profesional, se metamorfoseail, cual otros renacuajos, en neófitos personages que sacuden por doquier sus falsas y recientes doctrinas. Aquellos desconocen la moral profesional, estos, después de poseerla, la pisotean y la vejan deslumbrados por su ciega antipatía, ó la derrumban á la sombra de ciertos caciques, que buscan en el profesor un medio de vengar ciertas rencillas políticas ó individuales. ¡Desgraciados! llegáis á ser los que tal proceder observáis seres sin voluntad, ó ciegamente atenida á la de otros, unos verdaderos autómatas ó figurillas profesionales, que por medio de bien combinados resortes remedáis las acciones, actitudes y hasta los gustos de vuestros caciques. Hay mas; el desenlace de este juguete cómico, es en muchos casos la irrisión que produce la actitud del profesor, cuando al cesar la lucha, volviendo en amistad los adversarios, es cortésmente lanzado del pueblo, ó arrojado, á puntapiés. (1) Tomamos esta palabra en un sentido metafórico, por no encontrar otra más propia para la enunciación de nuestra idea.