LA ASOCIACION. empellado está en que és el Dios de los practicantes y que nosotros no hemos de disputárselo. Por supuesto, que al obrar asi, no hemos tenido en cuenta diferencias asaz sensibles entre El Eco y el redactor acicale de Los Avisos ¿ianif arios, y que suplicamos al apreciable colega olvide y tenga en el Sr. Aguilar un propagandista de primera fuerza y todo lo demás por nosotros dicho, corno tendría á no mediar aquellas diferencias. Obrar asi, dispensar asi, á los que como el Sr. Aguilar, y el Sr. Navarro, y nosotros mismos, escribimos solos, sin consejo ni criterio de otro, es mas meritorio, más profesional que bajarse al suelo, coger un puñado de barro y arrojarlo á la cara del que también ensalzó ¡y cuando ese mismo barro manchar puede, cuando menos, la mano del que lo arrojó! — ¿Hablaba usted de mi pleito? Aquí traigo los papeles. Hablábamos de barro y de manchas sin pensar que llevamos la capa llena. El Sr. D. Alejandro Jambert. médico de Oliete, sobre motivos de la titular de Ariuo, nos escribe una carta injuriosa por todo lo alto y en la que nos pide àmplia y cumplida satisfacción de conceptos que no hemos vertido, y de hechos que no han sucedido, que tal ve¿ no hubieran sucedido, pero que ahora y dada la actitud de los medios del partido de Hijar, sucederán. Dice el Sr. Jambert, que en carta al Sr. don Miguel Franco, le llamo Judas de la profesión. FOLLETÍN. 19 POR LOS PUERTO á UE BEOEITIí, por Don Lorenzo Gra full, a. cimiento, dijo Fardo; no se podía esperar menos de una persona digna y bien edueada, como indudablemente lo era; empero ya que ha terminado esa histórica relación, que hemos escuchado con gusto, vamos á arreglar las plantas recogidas, y á marchar, que es hora de dejar este ameno prado. Se abrió el herbario y fueron colocándose en él las yerbas que nos proporcionó aquel terreno, contándose el Heraeleum panaces, Valeriana montana, Lactreca virosa Hicracium spathulatum, Specidaria castellana, Phyteuma betonicaefolium, Corillns avellana, Taxus baecata, Orbhis masulata, Orqins bifolia. Mélica uniflora, la Peonía y otras que se omite nombrar. Recogimos los bártulos, colocándolos en la humilde acémila, y dejamos aquella deliciosa balsa de agua y de verdura, para subir al árido Refalgari; y para hacer Falso: miro el libro de entradas y salidas y no veo anotación alguna por la que haya mediado comunicación entre este señor y yó; registro el libro de suscriptores y doy con un señor D. Miguel Franco, médico de Oliete, que dicho sea de paso, tiene una nota que dice: «pagado hasta fin Diciembre de 1885». Ahora bien; y para que el Sr. Jambert vaya cogiendo cabos, le diré, y á él lo debe referirse, que cuando el Sr. Baringo me pidió le hiciese un suelto sobre su dimisión y anuncio de la plaza que desempeñaba, la decía «...uo sé si habré acertado á interpretar sus deseos, pero de todos triodos y aurr estando apercibidos, dudo mucho que entre los compañeros uo surja algún Judas...» Y eso es todo. Y lo gracioso del caso es, que el Judas ha parecido, y no lo decim'üs nosotros, ni lo presentamos nosotros que desconocemos el país, sus hombres y sus hechos; lo dice el Sr. Baringo y lu presentan los mgdicos del partido de Hijar y otros, á los que hay que buscar y pedir cuenta de su conducta, ¿Y quién es él? dirán ks lectores, pues esperen el número próximo en el que leerá con asombro, y nó sin estupefacción el señor Jambert, lo que dicen y do lo que pro les tan aquellos compañeros. Para en-tònces y para siempre, cuente el Sr. Jambert, pues nos lo pregunta, con que las columnas del periódico estarán ú disposición, que nada mas grato para nosotros que la depuración de conceptos que tanto daño hacen a la dignidad profesional, ni nadie con mejor disposición de ánimo que frecuentan monges habitasus pastores y como eran en menos molesta nuestra ascensión y más tolerable el calor, principié á dirigir al tío Siiverio las preguntas siguientes: Grafulla. — Quienes son los este terreno? Siiverio. — Nadie. Cuando los ban su monasterio, solamente ganados venían por acá; pues gran número, lo recorrían todo. Grafulla. — Pues quién ha plantado en los costados del barranco que desagua en el Prat aquellos avellanos? ¿De dónde han ido allí las fresas?... Siiverio.— Regularmente la naturaleza habrá dejado allí unos y otras; pues corno no tiene propietario el terreno, nadie habrá tenido el capricho de poner en él cuidado ni trabajo alguno. Recuerde usted lo que ha dicho en otra ocasión y verá aquí un ejemplo claro y palpable. Grafulla. — Tiene usted razón; porque el viento, las aguas y las aves llevan la producción de unos puntos á otros. Y asi como hemos visto fruto en las fresas, es muy probable que lo hubiese en los avellanos. ¡Torpes! no haber pensado en ello! No precisamente por cojerlos, sí por saber cuan próvida es la naturaleza. Pero observo tio Siiverio que le estoy hablando de una materia de que no entendirá nada.