LA ASOCIACION. de este médico de espuela, y cuando en su buen juicio alcanzarán, que todos, por distintos caminos, trabajamos ad majorem Dei gloriam. Y si nó, lean lo siguiente: — Nuestra excitación á los médicos de la provincia en aquella nota que terminaba «Queda abierto el palenque» y que p'-níamos al pié del artículo del Sr. Gasque «En buscada luz», ha producido el efecte que deseábamos y por ello nos congratuhimos. El primero en contestar, y por cierto en un bello articulo basado en el aspecto clínico, q.e es ¡oque deseamos, ha sido D. Sebastián Casinos, médico de Oiba. Lo primero que se nos ocurrió después de la lectura, fué exclamar: ¡miren ustedes cómo debajo de una mala capa suele ocultarse un buen bebedor!... Miren ustedes cómo en un pueblo rural, y de la provincia de Teruel se oculta un polemista que haría honor á una Academia... No queremos seguir por este camino sin que nuestros entusiasmos sancionen los diagnósticos más ó menos aproximados del caso que vamos á discutir, pero no queremos callar la satisfacción que esperimentamos cuando se nos presenta ocasión de sacar á la luz de la publicidad los trabajos de esos modestos profesores, verdaderos diamantes en bruto, ocultos por una mal entendida modestia en los confines como en el centro de nuestra ignorada provincia. También el jóven médico de Codoñera, D. Manuel Rodrigo, nos escribe pidiéndo plaza, quién por la modestia que se desprende de sus palabras deducimos hallarnos frente á un valiente mantenedor, que siem- y la llevó consigo aunque sin un propósito firme de presentarla á la venta; mas ya en la ciudad, la puso en su volsillo y marchó á casa de un platero; la enseñó á este y después de inspeccionada, le ofreció por ella 40 reales. El pastor creyendo ver una burla, sin contestar palabra se disponía á marchar, cuando el platero le dice; vamos, le daré 60 reales, mas el pastor se largó sin hacerle caso, y se fué á verse con otro. Enseña la piedra, la examina el platero, y le ofrece 100 reales. El pastor quedó mirando al industrial como queriendo cerciorarse de si era cierto lo que oia, y por último le dice. ¿Trata usted burlarse de mí? — Nada de eso, le contesta el platero; yo no acostumbro burlarme de nadie; y luego usted no ha pedido por la piedra cantidad alguna. Comprendiendo entonces el pastor que aquel objeto tenía algún mérito dijo: pues vaya, si no da usted mas, me marcho; á lo que contestó el platero; 200 reales daré. Deja el pastor su piedra, toma los diez duritos, y marchó ta n con - tentó como unas pascuas. (1) (1) Ksta relación del tío Silverio quedó tan impresa en mi mente que sin que la ambición me imitase, la curiosidüd de conocer lo que hubiese de verídico, me movió á hacer presente esto á mi amigo D. Joaquín Gaudó Sastrón, y ambos acordamos ir con el tio pie la modestia fué hermana del verdadero mérito. Dice entre otras cosas: • No es á mí, joven y bisoño soldado que comienzo á militar en las filas del ejército médico, á quien toca romper la primera lanza en la discusión abierta. Otras plumas mas autorizadas, ya por su larga práctica, ya por ta categoría científico-profesional de que han sabido hacerse dignos, hay en la provincia, que no dudo serán los primeros en acudir al palenque. Yo entretanto, debo limitarme á ser mero espectador para en su día, si las fuerzas asáz limitadas de mi inteligencia con los conocimientos poco profundos que á mi edad se pueden tener, me lo permiten, emitir mi pobre interpretación sobre los fenómenos morbosos observados por el señor Gasque.. . » Del mismo modo, los señores D. Timoteo García y D. Miguel Ibáñez, mu}' reputados médicos de Teruel, nos significaron su deseo de intervenir en la discusión. Nuestra satisfacción, pues, es muy legítima. Y dígasenos ahora; glorificar nuestra ciencia, enaltecer á los que la ejercen, ¿no es enaltecer y glorificar á Aquél de quien todo depende? Trabajar uno y otro día en el descubrimiento de la verdad, dedicar nuestras aptitudes á los inescrutables misterios de nuestra ciencia, ¿no es acercarnos más y más á Aquél que es su único poseedor? Fratres; Qui gloriatur, in Dómino gloristiir: dígaos yo, pues, y en este santo tiempo de cuaresma, parodiando á Pablo pongo por caso, en su epístola á los corintios; hermanos los. que os alabéis por vues- — Como eso se haría público, — dijeron Lóseos y Pardo, — habrán visitado los naturales diferentes veces la cueva aquella. — Lo ignoro; pero aunque así fuese, no conociendo las piedras que debieran recoger, ¿qué fruto sacarían de su entrada é investigación? Los crédulos, ó sea la gente del pueblo, su ignorancia no les permitiría apreciar cosa alguna en aquella gruta; las personas ilustradas 03'en estas cosas con desprecio, y no se toman la molestia de inquirir lo que haya de cierto... El amigo Lóseos parándose y dirigiendo su vista á la izquierda del camino que llevábamos dijo; tio Silverio, esa planta deberá usted conocerla, verdad? — Mucho que si; y no nos faltarán como ella en el terreno que vamos á atravesar. — -Cómo le llaman ustedes? — Celosica. — Vamos no andan muy distantes, porque su nombre es Peo lia: hace una flor bonita aunque probablemente - 'iá sencilla en estos sitios; pero cultivándola se hace doble. ¿Cuántos pétalos Silverio á visifcnp la cueva, llevando los útileíj para construir una balsa que nos permitiese llegar á su interior, dunde según voces se veían objetos brillantes en la oscuridad; pues su entrada se hallaba inundada de agua. Pero este proyecto no llegó á realizarse.