LA ASOCIACION. ocupa en ese pueblo. Por lo qué, reconociendo que nadie en ese pueblo debe tener voluntad propia ni más remedio (mientras dure) que acatar lo que usted les quiera imponer, y hallándose el que suscribe dispuesto á cumplir sus órdenes, en todo, y á ejercer de médico, practicante, farmacéutico, veterinario, secretario, maestro de niños, etc. etc., y aunque sin estudios ni conocimientos para nada, y dispuesto por eso á desempeñar y practicar cuanto á usted pueda convenirle. Suplico; que sin necesidad de consultar mas que su omnímoda voluntad, me implante en ese pueblo para los fines que pueda ser de su agrado. — Gracia, etc. etc. » Anlo»!» .%iízii do. SECGlOíi CIEITIFIM PR0M1AL Aceptando gustoso la incitación que han hecho á los lectores de La Asociación, tanto el ilustrado autor del artículo En busca de luz, como nuestro querido Director, me atrevo á emborronar unas cuartillas por si fuesen del agrado de éste el publicarlas. Leído el caso clínico que el Sr. Gasque nos presenta, y con los datos que proporciona, emitiré únicamente mi juicio acerca del último y sor- colunmnas que parecen labradas por mano de un artista. Diríase aquello una capillita gótica. Del techo penden gruesas extalactitas que cuelgan algunas como racimos de uvas, mientras que otras bajan en formas de pirámides inversas. Bajando al fondo de la gruta esperanza, nos encontramos con una profunda grieta que se abría á nuestros piés de 100 palmos de fondo, á lo que llamamos pozo del diablo. Bajando este pozo ofreció á nuestros pasos una verdadera galería de elevada bóveda caprichosamente labrada por su derecha, á la que llamamos galena de San Bartolomé. Las extalactitas bajan en forma de labradas pirámides á descansar en el suelo sus gruesos pedestales. El silencio es religioso, imponente. Es difícil cuando no imposible explicar el horror magestuoso y sublime que allí reina. La galería de San Bartolomé, es corta y de forma semi-circular. Al E. se abre otra galería, en la cual penetramos sin hacer caso de un boquerón á la altura de unos 25 palmos; esta galería es casi circular, vése adornada con gran número de extalactitas colocadas á derecha é izquierda, la mayor parte de las cuales por su unión con las correspondientes estalacmifas, forman columnas de bastante altura, mu- prendente aspecto clínico que en él se presenté). No tengo pretensiones que esta apreciación mia sea verdadera: el error á que todo hombre estamos sujetos, impera en demasía en las ciencias biológicas, y la Medicina es, sin duda, la que más lo posee. Pero ¿es que nos hemos de arredrar ante la alternativa de callar ó decir una falsedad? Nunca. Vengan hipótesis y explicaciones; vengan hechos y esperimentos que las destruyan y sirvan para que nazcan otras nuevas; venga discusión sobre los fenómenos que nos conciernen; que de ella, ha de brotar esa luz que todos buscamos (verdad), y que hoy día solo podemos gozar la difusa penumbra que llega á nuestra limitada inteligencia. Entrando, pues, en el asunto de este escrito, creo que, la afección que últimamente padeció el enfermito de referencia fué una uremia. Suelen muchos autores significar con esta expresión un síntoma común ó accidente á las enfermedades que producen la anematosis renal; mas precisamente por eso, que tiene una comprensión tan lata, debe servir para marcar el carácter genérico ó principal de la dolencia que se especificará según las circunstancias. ¿Cuáles de estas últimas existían en el presente caso para denominar la afección? Todo lo deduciremos en el siguiente razonamiento, si los lectores tienen la amabilidad de seguirme en él. El dolor lumbar, la anuria, los accesos febriles, los trastornos visuales, la disnea, el anasarca, la albuminuria, las convulsiones clónicas, etc.; todo indica la existencia en su organismo chas de ellas exbeltas y delicadas como esas atrevidas columnitas góticas que son el más bello adorno de ciertos claustros. Llamárnosla claustre de los Monjes. Avanzamos algunos pasos más,- y la bóveda que hasta entonces se había mantenido á una misma altura poco más ó raenos, nos faltó casi de repente hundiéndose en el vacío. Un espectáculo maravilloso se ofreció á nuestros ojos á la vaga luz de las antorchas. Al finalizar el claustro de los Monjes, el curioso que hasta allí llega, vé alzarse sobre una especie de eminencia uno como templo gótico. Las innumerables estalactitas que desde abajo vimos, nos decidieron aun antes de examinarla dar á aquella seductora estancia el nombre de gruta de las extalactitas . La subida se efectúa por un paso sumamente incómodo y peligroso. Se tiene que subir primero una peña lisa y pendiente, y á seguida atravesar un roca sumamente estrecha que pasa como un pu te por sobre un abismo, el cual, cuando IIucnc, debe necesariamente servir de cauce al agua que irá á perderse acaso en las profundidades de otras grutas más subterráneas, y quizá más maravillosas. Es una rica y bellísima estancia la gruta de las extalactitas: numerosas columnas y ciegan-