LA ASOCIACION. no se hila tan delgado, por más que les duela una desatención venga de quien viniese, pero yo, en mi estado de escribir lo primero que salta á mi mollera, ya es otra cosa y no tuve por conveniente callar lo que por distintas referencias supimos. La célebre frase del despotismo, El Estado soy Yo, que el rey Luis XIV de Francia pronunciara un día ante los estados generales calzando botas de campaña y con el látigo en la mano anunciándoles que se retiraran para siempre, si á alguien cuadra, es al famoso y tristemente célebre para Teruel Padre Marroquín, que nadie como él lia pretendido imponer la tiranía de su gloria, de su ilustración, de su ciencia, de sus perfecciones y virtudes que lia sido el afán de todos sus cuidados, y cuando somos muchos los persuadidos, pues así resulta de sus intemperancias, que es un hombre con todas las fogosidades y pasiones de tal. En una palabra, y siguiendo su criterio, si verbal fué la invitación, verbal, cuando menos, podía ó debía haber sido la contestación, y todo acabado. Vuelva por otro botón el hijo de Agamemnón. SECCION CIENTIFICA. LA CREMACION. BOSQUEJO HIGIÉNICO Y SOCIOLÓGICO por E. Navarro García. I. Entre todas las altas cuestiones que la higiene moderna ha aportado al polvoroso campo de la discusión donde riñen eterna batalla las nuevas ideas con las rancias pieocupaciones, ninguna de importancia más trascendental que la que se refiere á la cremación cadavérica como fórmula magnifica de progreso en cuanto este significa la realización práctica de ios preceptos higiénicos así en los individuos como en las colectividades. Los más vivificadores adelantos, á fuerza de ser viejos son siempre nuevos, y es porque en cada renovación y revolución en el orden de las ideas, de entre el fárrago inmenso de asuntos de menor cuantía surgen las grandes cuestiones ocu¬ pando por derecho y fuerza propias la atención de los hombres de ciencia. No haremos en los párrafos sucesivos una disertación apologética acerca del importante asunto de la cremación, sino que juzgando suficientemente imbuida esa idea en el ánimo de los higienistas nos ocuparemos preferentemente de la parte técnica de la cuestión, porque recordando con qué cariño han vulgarizado tan hermosa idea muchos distinguidos médicos españoles (i) nos creemos dispensados de recurrir á demostraciones que no serían tan verdaderas como nuestra convicción. La salubridad pública 5^ la misma idea moral y religiosa que acompaña á la de la muerte establecen la preferencia de este procedimiento sobre cualquiera otro de separación de cadáveres con el doble objeto de su colocación decorosa y respetuosa y del apartamiento de su peligrosa compañía. Ni el agua de los mares 6 los rios, ni las nieves ó los hielos, ni el embalsamamiento en sus diversas formas ni la inhumación ni otros medios más exóticos y otras peregrinas invenciones llevan al ánimo la conformidad que este medio tan piadoso como la inhumación y mucho más pulcro. Hay algo de grandeza y sublimidad en devolver pronto á la madre naturaleza la deleznable cubierta orgánica que nos constituye. Realizase de ese modo la misteriosa delectación que ha hecho entrever en grado mayor ó menor en todas las épocas del mundo esas ideas de la transmigración y de la vida eterna que son manifestaciones de la idea científica de la materia eterna también. Hay mucho de decoro y de religiosidad en evitar que la podredumbre se enseñorée del cuerpo humano en mengua de su dignidad; y revelan en fin mucho más en el orden de las ideas religiosas las cenizas de un muerto que sus despojos informes y mefitizantes. Por otro lado destruido el problema siempre en pié de los cementerios, la necrópolis modelo tantas veces buscada se reduciría á colecciones cinerarias de inocuidad perfecta en lo que se refiere á la salud pública y de tanta importancia como el nicho ó el panteón en lo que respecta á la memoria de los muertos. Ni el suelo ni ei ambiemte saturado hoy por los destructores productos de las descomposiciones orgánicas amenazaría las poblaciones dando pábulo á las epidemias tíficas y sosteniendo la insalubridad general ni la imperfección de los servicios en los actuales cementerios sería más, manantial inagotable de abusos y profanaciones. Las antiguas civilizaciones más dispuestas á practicar ciertos principios lógicos que las actuales, comprendieron desde los tiempos más remotos las excelencias de la cremación y sus ventajas sobre la inhumación. Griegos, romanos é (l) Recordamos preferentemente entre ellos á los doctores Rodrigue/, Méndez y Sa:itiaoa en Us publicaciones y al Dr. Medrano en la cátedra.