KL PUEBLO que los hombres déspotas se transformaran en hombres humildes y tolerantes, mejor podrán ellos dar cima a cuestiones y problemas menos difíciles, puesto que a su lado tendrán un partido más numeroso y una opinión más consciente de sus derechos y sus deberes. Es el cacique oficio vil ante los hombres que por temperamento y por educación amamos la democracia, mas el que cacique fué no dejará de serlo más que por imposición del pueblo, y si el pueblo duerme, el cacique, por instinto, tirará al monte como las cabras, es decir, tratará de reconquistar el solio perdido; por eso el partido liberal necesita por su honor intensificar su actuación e imprimir en su bandera el carácter del mayor radicalismo, pues sólo así podrá impedir que vuelvan a su imperio destruido quienes hoy falsamente pretenden hacer creer que respetan las leyes y aman la justicia. Echando por la borda los ridículos convencionalismos hemos visto cómo la opinión, ahita de justicia y cansada de concupiscencias, ha puesto su esperanza en esa pléyade de hombres jóvenes que valientemente han lanzado su grito de rebelión desde las avanzadas del partido liberal, esperanza que se trocaría en decepción irreparable si viera que por respetos o temores infundados se atenuara la actitud gallarda que ha sido el punto luminoso donde el pueblo ha puesto su vista, seguro de que en él va a encontrar su ansiada regeneración, regeneración que no podrá conseguirse con respetos ridículos y tolerancias inmerecidas. . El partido liberal aniquilará ei caciquismo e implantará el reinado de la democracia en nuestra tierra si continúa tremolando la bandera radical; si no, pasará más o menos pronto a ser un partido amorfo, al que abandonará la opinión que no admite concupiscencias y está cansada de tantos respetos y tantas complacencias. La opinión es'pera y ansia el reinado de la democracia pura e irradiando por todos los ámbitos de la tierra los destellos de su más hermosa claridad. Ricardo del Río. D. JOAQUIN MARTINEZ ANDOLZ Concejal dçl excelentísimo Ayuntamiento de Alcañiz Florilegio periodístico Estos buenos amigos de El Pueblo, por mí tan queridos y admirados, pídenme un trabajo para su extraordinario, y aunque agobiado por el trabajo, no quiero desatenderles, pues ello pregonaría mi ingratitud, censurable en todo hombre honrado y ecuánime. Por ello garrapateo unos renglones trazados con la fiebre del momento, donde las ideas borrosas y los mal definidos conceptos verán la luz avergonzados y medrosicos, como portavoces de su propia humildad. Menguado paladín habéis buscado si de mantener el prestigio de nuestro periódico se trata, por ser mi espíritu un tanto inaccesible a vuestras sublimes concepciones. No obstante, por no venirme a las mientes otro tema de más empeño, quiero hacer un florilegio de vosotros, humildes plumíferos, pero grandes de alma y corazón, si las grandezas han de medirse por todo lo que tienen de santo y de noble sobre los actos de las otras criaturas. Vaya, pues, mi exaltación lírica del momento dedicada a mis queridos compañeros; sí, compañeros en creencias, compañeros en el éxodo emprendido, compañeros en la cotidiana labor periodística. Es una ofrenda votiva que tiene su honda raigambre en el que llamó Nietzsche «mundo de los sentimientos puros y extraterrenalos», incomprensible para los entendimientos torvos y encenegados. Pero nosotros hemos penetrado en él y una vez dentro del Arcano han dialogado nuestras conciencias en comprensión no imaginada. Paladines de la única política sana y salvadora... Quijotes modernos en santa peregrinación por la comarca, habéis llevado a todos los pueblos la esperanza de una redención posible. Sois soñadores como él, pero, más compenetrados con los tiempos actuales, habéis sabido dar vida a vuestros sueños y hacerlos realidad tangible y gloriosa para que los humildes y los míseros, pobres manumisos de la sociedad, hallen en ellos el camino ríente de su liberación. Y sois rebeldes con una rebeldía juvenil, y sois veraces con una franqueza baturra, y sois buenos con la bondad del Evangelio, y sois justos con la equidad de un Salvador. En la brillante pléyade también ha brotado la flor del martirio... Fué un hombre ecuánime e incorruptible, honrado y puro que en la exaltación de su ideal dio su sangre generosa en pro de sus elegidos. Tamaño sacrificio conforta nuestras mentes, habituadas a las mancillas de la sociedad nuestra, llena de podre y positivismo. Y no ha sido estéril, no, no ha sido porque su sangre despertó en nosotros el fuego legendario de nuestra raza, fuego que nos impulsa a las más temerarias empresas. ¡Qué importa que nos prostituyan, que nos anatematicen y calumnien! Porque gozan del poder se creen invulnerables... ¡Necios! ¿No saben que los más grandes poderes se han rendido siempre a las multitudes justicieras? ¿No han aprendido en la historia de los hechos, en la vida misma, que todas las tiranías mueren tarde o temprano a mano