116 José María Lacarra de obispos, bien directamente o a través de sus legados. Conociendo el carácter del rey de Aragón y la importante misión político-militar que asignaba a los obispos, nada tiene de extraño que deseara que, al igual que los señores o gobernadores de las plazae más importantes, los obispos gozaran de su confianza personal para poder cumplir aquella elevada misión. La pugna venía de antiguo y el conflicto se plantearía con mayor agudeza entre el Pontificado y el Imperio — recordemos que el reinado de Alfonso coincide con la fase culminante de la «querella de las investiduras» — , pues en España, sin un sistema feudal coherente, no se llegó nunca a las situaciones de violencia que se daban en otras partes de Europa. La tendencia, sin embargo, iba hacia la absoluta independencia de la Iglesia en las elecciones episcopales, que consagraría el IX concilio de Letrán (1123), y que en Aragón se apresuraría a reconocer Ramiro II durante su efímero reinado. Muy significativo a este respecto es lo que ocurrió con la provisión del obispado de Burgos — ciudad que estaba bajo el dominio del Batallador — , que vacó él 4 de octubre de 1114, a la muerte del obispo don García. Parece que en una reunión episcopal tenida en León unos días después, y a instancias del arzobispo de Toledo, fue designado como obispo de Burgos el arcediano don Pascual. La elección se había llevado a cabo con todo sigilo y sin prevenir de ella al rey de Aragón ni a la ciudad. Como diócesis exenta, la consagración no podía efectuarse sin la anuencia de la Santa Sede, y el arzobispo de Toledo se apresuró a ponerlo en conocimiento del papa, consiguiendo de éste que le autorizara para consagrar al electo. La bula pontificia se cruzó con una misiva del clero y el pueblo burgalés, en la que se informaba al papa de que el arcediano electo lo había sido a instancia del arzobispo don Bernardo, pero sin conocimento del rey ni del pueblo, por lo que, tenida por inválida, se procedió a una nueva elección, ahora ante la presencia del pueblo, con consentimiento unánime del clero y según la voluntad del rey, resultando elegido el hermano del monarca, Ramiro, monje de San Ponce de Tomeras. En vista de tan divergentes informes, el papa se dirige a don Bernardo el 10 de abril de 1115, mandándole que, reunidos los obispos coprovinciales, se cite a los dos electos para que se determine canónicamente a quién correspondía la validez de la elección.