Alfonso el Batallador 73 Se completa la reconquista del Ebro y del Jalón La ocupación de Zaragoza suponía la sumisión de todo el reino de Zaragoza que en el siglo XI había gobernado la dinastía de los Banu Hud. Los musulmanes del valle del Ebro estaban desconcertados, divididos entre el grupo intransigente, partidario de los almorávides y el que podríamos llamar «colaboracionista», de la monarquía derrocada, cuyo representante era Imad al-Dawla. Alfonso tenía, pues, que atacar tan sólo aquellas plazas de las que se habían adueñado los almorávides, que eran las de Tudela, Tarazona, Borja y Calatayud. El campo se mantendría en una actitud expectante. No parece tampoco que los almorávides hubieran tenido tiempo de afirmar su autoridad en algunas zonas del interior alejadas de las rutas que les eran habituales: la de Valencia y la de Lérida. Según parece, en 1117 Morella acataba la soberanía del aragonés, y la zona de Pitarque, Galve y Alcalá de la Selva hasta Belchite le estaba también sometida. Sobre Tudela se dirigió la hueste tan pronto como se sometió Zaragoza, y se entregó el 25 de febrero de 1119, firmándose un pacto de capitulación el 15 de marzo, sobre las mismas bases que el de Zaragoza. Esta capitulación fue jurada por Alfonso el Batallador y quince de sus barones. Del señorío de Tudela se encargaron en un primer momento Aznar Aznarez, que lo era de Funes, y Fortún Garcés Cajal, que lo era de Nájera. A los judíos, que sin duda habían abandonado la ciudad, se les concedió el fuero que disfrutaban los judíos de Nájera a fin de que volvieran a habitarla. Poco después se ocupó Tarazona, donde inmediatamente se pensó en restaurar la sede episcopal. Borja tal vez no se ocupara hasta 1124, quedando como un enclave. En la primavera de 1120 se dirigió el rey sobre Calatayud. Mientras tanto, el emperador Alí ordenó a su hermano Ibrahim, gobernador de Sevilla, que dedicara todo el invierno de 1119-1120 a preparar una expedición contra el rey de Aragón para recuperar las plazas perdidas, o al menos para frenar sus avances hacia Levante. Se le unieron contingentes de todos los jefes regionales: de Murcia, Granada, Valencia, Lérida, y hasta de Molina de Aragón acudió Ibn Galbun, el viejo amigo del Cid Campeador. Alfonso tuvo que suspender el asedio de Cklatayud — de donde recibió rehenes — ,