terrenos y, sotre todo, atraer al mercado aragonés no pocas regiones 4ue se nos iban a Valencia o Lérida por falta de la acción centrípeta de su núcleo político natural, son consecuencias de harta importancia en la economía de nuestra tierra para no ser propugnadas y defendidas a todo trance por todo aragonés íue mire de lejos y desde arriba. Pero la nota grandemente nueva del año 1936 para Aragón, la dan las Obras Públicas relacionadas con su territorio. No ba de ser un mero cronista de los negocios ctuien pondere la enorme monta de los <íue la Confederación Hidrológica del Ebro plantea en nuestro suelo; plumas mejor cortadas y patricios insignes más especializados en todos los aspectos agrarios, hidráulicos, económicos y financieros ban puesto al país en posesión de la magnitud del beneficio a reportar y de la trascendencia nacional de la obra. Su equivalente económico será nada menos c(ue sobreproducir cereales en España mediante la conversión de Aragón en una Rumania de Occidente; para quien ba visto, durante toda una vida, desnivelada la balanza del comercio exterior español por la compra del trigo extranjero, el dato es bastante por sí sólo a ponderar la importancia del empeño y a cooperar con todo lo suyo al logro de la empresa. Los nuevos ferrocarriles que afectan a la provincia de Teruel, Val de Zafán-San Carlos de la Rápita, Alcañíz- Teruel, complementan la comunicación de aquellas comarcas con líneas preexistentes y con el litoral mediterráneo asomando las maravillas del suelo y subsuelo turolenses a sus mercados naturales. Pero si abora el Norte construye el tramo Caminreal-2aragoza, la comunicación de las tres ciudades aragonesas será un becbo y su unión espiritual, tan deseada, una realidad encantadora. Dato muy interesante para graduar nuestra potencialidad es el registrado este año, a propósito de construcción de ferrocarriles, con la participación del capital aragonés en las contratas de esas obras. Adjudicadas las del Cuenca-Utiel y las del Soria-Castejón a sendas formaciones zaragozanas, si sumamos la parte que ambas llevan en cuatro o cinco trozos del Val de Zafán-San Carlos de la Rápita, no es mala cuenta calcular en más de cien millones de pesetas el volumen de la obra ferroviaria que ban de construir esas dos entidades en tres o cuatro años. Esto coloca a una gran altura el prestigio del capital aragonés, y muebo más el de sus selectos hombres de negocios que son verdaderos sembradores de prosperidad en los pueblos. No hay que olvidar que estos empresarios resueltos han sido la clave del desarrollo en todo pueblo que atacó valientemente su colonización interior. Bien logrados sean sus esfuerzos y vengan sus claros nombres a inscribirse en la primera categoría de los aragoneses que merecen bien de su patria. La Cámara Oficial del Comercio y de la Indusiria de Zaragoza siguió su brillante tradición ampliando cada día sus oficios tutelares del trabajo, así en la obra de consejo y asesoría de los particulares como en la zona de su influencia para con los poderes públicos, y muy notoriamente este año con ocasión de las nuevas reformas tributarias (libro de ventas, tarifa de utilidades, contribución de las sociedades anónimas) y con su feliz mediación en la reforma del Código de Comercio. El Banco de España en Zaragoza, secundó maravillosamente el esfuerzo de resistencia a que el Comercio y la Industria se vieron obligados por la crisis del país. Con un conocimiento de la plaza que honra al Director y al Consejo de esta Sucursal se procedió a la concesión de créditos discretamente siempre, paternalmente a veces, y poniéndose a ícno con el momento y el caso. El Ayuntamiento de Zaragoza acordó la contratación de un empréstito de trece a catorce millones con el Banco de Crédito Local, para acometer de una vez el plan de abastecimiento de aguas de la capital. La Corporación tuvo el concurso de la Banca Local que ofreció condiciones muy ceñidas y liberales para la operación, siendo así reconocido por los señores ediles en la sesión eii que fué acordado el empréstito. Y fuera de tal cual otra actualidad de menor importancia, esta fué la materia contable en el borrador de nuestra crónica económica regional. Salvo E. ú O. M. Baselga y Ramírez. Zaragoza y Diciembre- de^ 1926. POETAS ARAGONESES: VI Como poetas del siglo XV pueden citarse a Pedro Marcuello, alcaide de Calatorao, cuyas poesías se conservan: al monje Gauberto Fabricio de Vagdad, que además de su completa «Crónica de Aragón», de quien solamente hemos visto una composición notabilísima ciertamente; y a un anónimo que escribió un poema aljamiado en alabanza de Mahoma, que se ha publicado en el de José el Patriarca, que pertenece a finales del siglo XV o principios del XVI. También escribió en forma poética Don Enrique de Aragón, hijo de Fernando I, que tradujo unas fábulas; pero de todos ellos daremos cuenta en lugar oportuno. El siglo XVI fué el siglo de oro de la literatura patria, lo mismo en Aragón que en Castilla. En nuestro reino, lucieron sU ingenio el más excelso de los poetas regionales, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, acompañado de los Moncayo, Mosen Hugo de Urries, Pedro Liñán, los Argensola, Antonio Seras, Diego de Fuentes (Hieronimo Zapata) , y otros insignes versificadores, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, nacido en el último tercio del siglo XV, fué hijo de D. Lope, Conde de Aranda y Señor de Trasmoz, y de una dama de singular talento, doña Catalina de Urrea, de quien heredó muchas de sus innumerables virtudes. Como todo lo aragonés, continuando la absorbencia castellana, pasó la obra de Ximénez de Urrea a segundo término. No la tuvieron en cuenta, ni Lope de Vega, en El Laurel de Apolo; ni Cervantes, en El Viaje al Parnaso; ni Nicolás Antonio, en su Biblioteca. Por prescindir de la labor de nuestro poeta, prescindieron de él en los Cancioneros Antiguos; gracias a que el ilustre Latassa puso de relieve la importancia de la obra poética de Urrea, y a pesar de ello, los modernos historiadores de la Literatura, no dan a sus versos su verdadero valor. Las poesías de D. Pedro Manuel, hubiéranse perdido; hombre de posición cuantiosa y de elevada alcurnia, no quiso que sus versos fueran a parar a manos del vulgo y sometidos a la crítica. Contra la voluntad del autor, se imprimieron sus obras en Logroño, en el año l5l3; bien entrado el siglo XIX, la Diputación de Zaragoza tuvo el nobilísimo rasgo, desgraciadamente no imitado ni continuado, de rendir un homenaje 24ó