El Pilar, la Unidad y el Imperio (NOTAS LÍRICAS DE UN IDEALISTA HISPÁNICO) La venida de Nuestra Señora o Zaragoza. (Tabla anónima del siglo XV) La figura majestuosa y sencilla, blanca y esbelta de Jesús se recortaba con perfiles de luz sobre el azul violáceo del lago de Tiberiades. A sus pies las olas, blandas y suaves, hacían un encaje de espumas y Zebedeo, con sus dos hijos, Juan y Santiago, remendaba las redes para su faena de pesca. Y habló Jesús dulcemente, diciendo a los dos jóvenes: "Venite ad me, et vos fieri piscatores hominum". Venid a mí, y os haré pescadores de hombres. Nada ni nadie podía sustraerse al hechizo divino de aquel Maestro, y así, sencillamente, en un acto espontáneo motivado por una corriente sentimental de corazón a corazón, Santiago y Juan dejaron a su padre para seguir al Hijo celestial. Y ya Jesús con ellos, en camino de tierras y de enseñanza, se dirigió a Santiago y, habiendo leído en su alma el ardor impaciente y la violencia santa, le dijo : "Habías sido llamado hasta hoy hijo de Zebedeo, pero serás llamado Hijo del trueno". Pasó mucho tiempo. Pasó el tiempo de la predicación evangélica y la Pasión ; se consumó el deicidio ; pasaron las jornadas de gloria después de la Resurrección, y las primeras de constitución de la Iglesia, y cumplido el mandato de predicar primero a los judíos, los apóstoles se distribuyeron por el mundo para ser los sembradores, de la nueva doctrina. Y antes que ninguno, con. divina impaciencia, como rayo que sigue al trueno, Santiago toma el camino de la tierra de su apostolado. Por el "Mare Nostrum", siguiendo las costas africanas, traza en una nave fenicia o griega sus singladuras de fe y de caridad; llega a la Bética, nuestra tierra meridional de olivos y de sol, la de las campiñas hispalenses y la del paisaje austero de las sierras cordobesas, y desde allí toda la red de calzadas romanas conoce su paso andarie¬ go de apóstol y el cuento de su bordón de peregrino. Y su viaje por el corazón y en torno de España es como un abrazo que sus sandalias trazasen para cerrar -contra su espíritu su tierra de misión. Pero el fruto de su palabra es poco, al principio, en estas tierras yermas, y cansado, Santiago siente el dolor y la angustia de la esterilidad de su trabajo. Es el momento de duda que tienen hasta los hombres de espíritu más fuerte cuando advierten el silencio hecho en torno a su obra. Santiago lleva la incertidumbre y la amargura en el alma ; está en Cesárea la ciudad augusta que es perla del Ebro y corazón geográfico de España. Cesárea-augusta que va a ser, por providencia divina, el nido de consolación de Santiago y de los cristianos españoles. El Apóstol hace oración, acompañado de discípulos, para pedir fuerzas con que continuar su cruzada de amor. Cerca de él, bajo la sombra frondosa de un coto ribereño, se destaca la silueta graciosa y elegante de una columna marmórea, resto quizás de algún templete romano. Y he aquí que, súbitamente, no una visión, sino una aparición real, de carne, hueso y sangre, corona entre un halo de luz, el pilar solitario. Es María, la Virgen Madre, que todavía vive en Palestina bajo la custodia amorosa de Juan Evangelista y Amador que se aparece para restaurar el ánimo valeroso del Hijo del Trueno, y ordenarle que sea aquél primer sitio de la Tierra en que se le dé culto de Madre de Dios. Dios escribe la Historia, igual que traza el curso de los astros en el firmamento. Y este hecho que acabamos de relatar es todo un precioso símbolo y resumen de la esencia de toda la vida de nuestra España. Roma, con su insuperable arte de regir a los pueblos por el imperio, había hecho de las tierras de España, rotas en tribus y en confederaciones, un grande y único cuerpo, una