• Proyecto - de- e\chaiv\- del- TEMPLO DZ FSa DEL-RLAR- VISTO • DESDE • EA. PL AZ A- DE - SU- "NOMBRE- Proyecto de fachada para el templo del Pilar, en el que puede verse cómo hubiera sido la cúpula central de no haber sometido la idea a la Academia de San Fernando. Notas sobr e una v i s i ta as obras del P i a r Una casualidad,, hizo que días pasados, aprovechando el grandioso andamiaje levantado bajo bajo la cúpula central, pudiese conocer de cerca en esta parte, las estructuras superiores de nuestro primer templo mariano. Es una excursión que yo recomendaría a muchas gentes que no se han dado cuenta de la magnitud de la obra. Para muchos, por un efecto perspectivo muy natural, la construcción termina, o poco menos, a la altura del cornisamento ; remontándose por las bóvedas.,, al cambiar el punto de vista, queda uno asombrado al apreciar las dimensiones colosales y la robustez imponente que reina por aquellas alturas. Miembros arquitectónicos y elementos ornamentales que pasan desapercibidos al visitante, contemplados de cerca sobrecogen el ánimo por su grandeza; aquellos angelillos que levantan guirnaldas de laurel son unos robustos mocetones que rebasan los dos metros. Sólo después de una visita como la que comento, se puede uno dar cuenta del colosal esfuerzo que supone el voltear semejantes arcos y el alzar aquellos platillos y cúpulas. Se comprende con toda claridad que tan ardua empresa tardara en realizarse numerosos lustros. Con lo que los procedimientos de construcción han cambiado, hoy día las estructuras superiores del Pilar, continúan siendo uno de los problemas que imponen por su magnitud. La construcción de la cúpula mayor Todas las dificultades constructivas y artísticas de las partes altas del Pilar, se aumentan en proporciones impresionantes, en la cúpula mayor, que es, a nuestro juicio, uno de los aciertos más cumplidos del edificio y el mejor ornato de nuestra comercial calle de Alfonso I. Su silueta, llena de gracia y proporción, puede ponerse al lado de sus congéneres de todo el mundo. Nosotros invitamos al lector que la compare sin dejarse llevar de prejuicios y lugares comunes y apreciará que, vistas las del Panteón y los Inválidos, de París, la dé San Pablo en Londres, y aun la de Pedro en Roma, y haciendo las salvedades indispensables a épocas, materiales y dimensiones, la de nuestro templo puede verse con agrado y cons¬ tituye un acierto, más digno de tenerse en cuenta si se considera que se erigió en la segunda mitad del decadente siglo xix^ cuando, extinguido el fuego sacro de los antiguos estilos, los estudios arquitectónicos y grandes publicaciones de Arte no se habaín comenzado. Eos únicos reflejos que llegaban para alumbrar la inspiración de los ■artistas eran aquellas magníficas láminas grabadas al buril del siglo precedente con que Francia, y mucho más Italia, divulgaban la belleza dé sus monumentos arquitectónicos y que explican, juntamente con su aprendizaje con Juvara y Sachetti, la formación italiana de Ventura Rodríguez. Se habían llevado a cabo en el siglo xvii importantísimas obras en el templo. Su transformación había sido completa, tanto interior como exteriormente ; aquella "fábrica" pesada que se reflejaba en el Ebro no presentaba atractivo alguno hasta que el Cabildo y algunos particulares — destacadamente el conde de Peralada, de feliz memoria para las artes — 'idearon animar su silueta y embellecer sus bóvedas alzando cúpulas y enriqueciéndolas interiormente con pinturas de González Velázquez, los Bayeu y Goya ; en 1782 pintaba este último el cascarón de la de San Joaquín, que tan serios disgustos trajera. Después vino la "francesada", que con su cortejo inevitable de grandes males, trajo atropellos innúmeros para la Iglesia y latrocinios en sus templos, algunos de "guante blanco" que evidencian el cinismo de sus perpetradores. Pronunciamientos, guerras civiles, matanzas de frailes y los mil desatinos que agitaron estérilmente la España del pasado siglo, llevaron la ruina al país, que no se sintió capaz en más de diez lustros de, continuar "la obra del Pilar", con tanto empeño reemprendida cien años antes. Por el año 1860 el templo se hallaba terminado en la parte de la Santa Capilla, con sus cuatro cúpulas y techos y platillos circundantes ; el resto del templo debía de ofrecer un conjunto abigarrado, y aunque no exento de interés, lamentable. Realizado sin un plan de conjunto, el barroquismo se desbordaba por las bocas de las capillas, al que en vano trató de oponer un dique de neo-clasicismo