sólo vivió unas horas, como para demostrar que la unión de aquellas dos coronas era, por designio de la Providencia, irrompible. Estando el rey Católico en los Estados italianos, supo la noticia de la muerte de su yerno, y regresó inmediatamente a la Península, llamado por Cisneros, que se había encargado provisionalmente del gobierno. Desde 1507 hasta su muerte desempeñó don Fernando la regencia de Castilla, de la que fueron hechos salientes las expediciones que aseguraron, con la conquista de Orán, Bugía y Trípoli, la influencia de Castilla en el Norte de Africa, y la anexión del reino de Navarra (15 15), como consecuencia de la excomunión de su soberano Juan de Albret, por haber intervenido en los asuntos de Italia en favor del rey de Francia y contra el Monarca católico. Después de la anexión de Navarra— —que ponía el punto final a la magna obra de la unidad política y territorial de España — ■, qué hace inmortal el nombre del Rey Católico, apagóse una vida que había ya realizado todo su programa. Enfermo de hidropesía, la muerte le sorprendió en uno de sus viajes, cerca de Madrigalejo (Càceres), el 23 de enero de 15 16. Se ha dicho que Fernando el Católico es el precursor de la política de las alianzas y contraalianzas del moderno "equilibrio europeo". Algunos historiadores le señalan como el gobernante que tuvo presente Maquiavelo al escribir su libro "Die Principe". Lo indudable es q'ue Fernando el Católico fué uno de los más hábiles diplomáticos de todos los tiempos y que su política inició la curva ascendente de la supremacía de España en Europa, que había de alcanzar su punto máximo en los reinados de Carlos I y de Felipe II. Carlos Riba y García. De la R. A. de la Historia. PÁGINA ESPAÑOLA DON FERNANDO DE ARAGON I. REIVINDICACIÓN DE SU FIGURA Es un recurso d:e los historiadores de todas las edades y países amontonar sombras al lado de las figuras que quieren enaltecer, para que resalte más el objeto de sus preferencias. . Un seudoerudito podrá citar varios lugares comunes de la oratoria de Demóstenes y seguramente ignorará que su contendiente Esquines fué un Contrario eminente por su elocuencia arrebatadora. Un amador de la pintura sabrá describir el gesto de los caballeros centrales, de "Las lanzas", de Velázquez, y probablemente desconocerá el acierto sereno de rostros de figuras, secundarias en el conjunto, pero primordiales en la pintura. Un aficionado , a ía música, repetirá la melodía de una obra maestra, pero será incapaz de recoger un acorde magistral que prepara el sentido de la estética para la ondulación fácil que le aguarda. Y así de tantas y tantas cosas. Algo parecido ha ocurrido en nuestra rememoración de la Historia Imperial con aquel gran monarca aragonés Don Fernando I de Aragón y de España, "el hombre más prudente de su siglo". Por enaltecer a la gran Isabel de Castilla, los historiadores actuales no han tenido escrúpulo de proyectar sobre ella un foco lleno de verdad en lo que a ella se refiere ; pero encerrado en la penumbra que oscurece injustamente una figura, haciendo agravio grande y perseverante, en primer lugar, a la reina más grande de España que, al unirse con él lo hizo con aquel amor que no conocía términos medios, consiguiendo en su enlace matrimonial "ser feliz por primera y quizás única vez en su vida", al decir de historiador tan poco sospechoso como William Thomas; en segundo lugar, a la persona de Don Fernando que sufre un arrinconamiento, en ningún modo merecido, por dejar sola ante los destinos del Imperio a su regia consorte porque así place a escritores no aragoneses ni esencialmente : españoles ; en tercer lugar, a este Aragón, cuna de su mejor hijo, que en Sos nace y que ofrenda a la Patria unida la mitad de los yugos y de las flechas que florecieron en España cuando el dedo de Dios puso fin a la Edad Media y encendió la aurora en rosas sobre el tálamo de la Edad Moderna. Y como remate de tanta parcialidlad y de tan poca legitimidad histórica, se agravia a la verdad que clama en el mote de "Tanto monta", porque él recoge y compendia la igualdad de aquel matrimonio, símbolo de la igualdad de todo el territorio español que invadió senderos y borró diferencias con las arras de dos esposos enamorados ante la Unidad del Imperio. "Cuando las ideas suben a los escudos — ha escrito Siu- rot — es que han estado antes en todas las alturas morales del pueblo". ¡ Cuando Aragón grabó en el oro de sus artesones del Castillo de la Aljafería, residencia de los Reyes Católicos, el "Tanto monta"; cuando Castilla enlazó yugos y flechas en las fachadas de sus castillos y en el santo de sus templos, es una injuria a la integridad española inclinar la balanza quitando peso al platillo que tiene derecho a garantizar la justicia de su dueño; es una falsedad disminuir al marido ante la Historia exacta cuando ante su mujer poseía una predilección que refleja bien aquella cláusula del testamento : "Si el Rey, mi Señor, prefiere ser sepultado en otro lugar, entonces mi deseo es que mi cuerpo sea transportado allí y descanse a su lado, para que el ayuntamiento que hemos disfrutado en este mundo y que por la gracia de Dios esperamos para nuestras almas en el cielo, pueda representarse por nuestros cuerpos en la tierra" ! Varias obras se han escrito sobre Isabel de España con diversos títulos y por distintos autores. Los voceros de este renacer del Imperio han pregonado justamente la fama de la reina de Castilla, dibujando sus contornos magníficos (1). Hase renovado la "Gran Orden de Isabel la Católica", que quizás hubiera sido más propio y también más imperial llamarla al restaurarla "Gran Orden de los Reyes Católicos". Y como la literatura no parece pródiga en reivindicar la figura del Rey Católico, por contrarrestar algunas obras recientes, que lo han sumergido en las sombras del olvido descuidado o de la ofensa deliberada, vamos a tratar en varias "Páginas españolas" de esta gran figura que Aragón ofreció a España, para equipararla en la regia potestad a la Soberana de Castilla y para hacerla la más decisiva en la empresa magna de la Unidad española, que sólo don Fernando supo fraguar, aun a costa de aguantar con rarísima paciencia, alta prudencia y perspicaz visión del futuro, muchas susceptibilidades que hubieran dado al traste inexorablemente, con la hegemonía, con la Unidad, Don Fernando la figura segundona que malamente dibujan literatos, buenos de estilo, pero primerizos y ensayistas en con el Imperio y con la Historia de España, de haber sido los caminos difíciles que conducen al plinto de la verdad inconmovible de los hechos. No es nuestro intento rebajar los perfiles señeros de la Soberana castellana. Quienes hayan oído "Páginas" ante riores emitidas por este micrófono de Radio-Zaragoza, pro- (1) De Don Fernando nada, si se exceptúan los valientes artículos de Emilio Alfaro, director de La Hoja Oficial del Lunes. 224