TURISMO El Papa fiima, y Peníscola l— n busca de datos con destino a mi obra «Pedro de Luna, aragonés y Pontífice)), en la que llevo trabajando varios años, he recorrido lugares que señalaron momentos culminantes en la vida de mi ilustre antepasado Pedro de Luna y de Gotor, Benedicto Papa XIII. Illueca, Aviñón, Tortosa, Benicarló, Peñíscola, ec, etc. Hace, pocos días volví al palacio condal en Saviñán donde en modesta urna con el blasón del menguante y tras cortina roja, consérvase el cráneo del santo y sab^i aragonés que tuvo la virtud de mantener su dignidad arrostrándolo todo. Durante la última Guerra interior, la cabeza momificada de Benedicto fué escondida bajo tierra para impedir nuevas profanaciones y, en consecuencia, actualmente aparece muy estropeada. A fines del pasado siglo conservaba la lengua, seco pergamino, muy afilada ; las orejas, delgadas, largas y puntiagudas ; cubierto el cráneo de gruesa piel, se distinguía perfectamente la raíz de los cabellos y las venas. Tuve en mis manos este despojo y pude apreciar la amplitud de la frente, la nariz marcadamente aguileña, el cráneo unido y plano, en pequeña pendiente. Desaparecieron lengua, orejas y piel. Dos años tiñeron el hueso en color rojizo oscuro y fragmentos de la momificación quedan en la parte posterior. Todavía, luego de más de quinientos años, cual si desde ultratumba desafiara con su mirada el juicio de la Historia, puede apreciarse el ojo derecho refugiado en su órbita, en tanto que el izquierdo muestra la cuenca vacía. Al contemplar lo que resta de aquella figura que destacó cual ninguna otra en las tinieblas del medioevo, vino a mi mente la bella estrofa de Fernán Pérez de Guztnán, en sus «Loores de los claros varones de España», dedicada a Pedro de Duna: «Su magnífica presencia et su alta dignidad, su virtuosa honestad, su discreción et sciencia. En virtud de obediencia me mandáron que de hinojos et inclinados los ojos le ficiese reverencia». Yo entiendo que a estas fechas la soberbia fortaleza de Peñíscola, que cierto Maestre de Montesa cediera a Benedicto, debidamente reconstruida pudiera estar convertida en museo del Papa aragonés. Y allí esa cabeza, debidamente conservada para evitar su destrucción total, ocuparía lugar destacado juntamente con diversos objetos que fueron de la pertenencia de aquel Pedro de Duna y de Gotor, de vida limpia, recia y ejemplar, que, por ironía del destino, ha pasado a la posteridad como típico representante de la tozudez aragonesa. El turista en Peñíscola, frente al cielo y el mar, admirable visión de grandeza sin igual, podría apreciar 1a figura cumbre de aquel aragonés que probó su excepcional inteligencia incluso al elegir refugio para aislarse definitivamente de las ambiciones e intrigas terrenales. A. Gascón de Gotor De RR. Academias. recha presenta dos contrafuertes y una ventanita gótica; el de la izquierda remata en canecillos. El resto del convento está convertido en hospital. En la ermita de la Virgen de la Alegría había un basamento de retablo ficticio, de tablas pintadas, con seis compartimientos, de fin del siglo xiv. Chandler R. Post atribuye los dos pequeños fragmentos del Juicio final de este basamento, a Jaime Cabrera, ayudante del gran Pedro Serra (3). Una efigie de la Virgen, sedente, de madera (primera mitad del siglo xm), y dos en pie, en alabastro policromado, de comienzos del siglo xv. Un bancal de retablo, con seis figuras en busto, de hacia 1400. Todas estas obras de arte han desaparecido durante la dominación marxista. Se han recuperado algunas piezas de orfebrería de los siglos xvn y xvm. Dos vecinos de Monzón gozaron del privilegio de infanzonía. Dos autores afirman que al final del siglo xvm habitaban la villa ochocientos vecinos, con mucha Nobleza. Estuvo ceñida de buena muralla (4). Dos moros le dieron el nombre de «Montschon», y en los diplomas medievales se la denomina «Montson» y «Monteson». Al principio se adjudicó al obispado de Roda, y después al de Dérida, en el cual persiste. El monasterio de San Juan de la Peña poseyó la iglesia de San Juan, hasta el año 11 74 en que la retuvo para sí Alfonso II, mediando convenio. En documento' de Sancho Ramírez, del año 1090, se menciona la «Puerta Regia». Frente a la villa había sobre el Cinca un puente romano de sillares y argamasa, que fué derribado por los años de 1642, en la guerra con Francia. Reedificóse en 1696, pero en la guerra de Sucesión lo incendiaron las tropas portuguesas en 1707, y las austríacas en 1710. Junto al puente hubo una capilla con título de Nuestra Señora «in capite pontis», con capellán para decir misa a los pasajeros (5). (3) «A Mstory of Spanisli Painting», t. IV, p. 540. (4) Bernardo Espinalt : «Atlante Español», tt. II, págs. 278 y 279. Madrid, 1779. (5) Fray Ramón de Hnesca : «Teatro histórico de las iglesias del reino de Aragón», t. IX, pág. 419. Zaragoza, 1807. 57