REVISTA DE PRIMERA ENSEÑANZA Redacciófí y Administración Calle de Rubio, o, 3.° adonde se dirigirá ja correspondencia. D¡RECTOR = El. Presidente de la Asociación' provincial áe Maestros. , Los artículos se publican bajo la responsabilidad de los autores. No se devuelven los originales. . Año IX Teruel 14 Mayo de 1921 Húm, 430 Guerra a la ambición! ¿Qué es la infancia? La infancia íbs sencillez, candor inocencia, la alegría del presente y esperanza del porvenir, con otras muchas cosas más, sólo sentidas y apreciadas por quienes tenemos la inmensa dicha de ser llamados padres. ¿Quién ignora las escenas evangélicas? ¿Cómo amaba y bendecía Jesucristo a los hombres? amando y bendiciendo a los niños. ¡Dichosas las madres, pues, cuyos organismos santamente fecundos, han dado al cielo y a la tierra muchos hijos! ¡Dichosos los pechos que los han amamantados Jamás por otro concepto habrá mujer alguna que haya colocado más nobles joyas sobre gsu corazón; jamás ha ceñida su gloriosa frente más bella corona. Fuimos niños, ¡qué dulce sueño! Los que siendo ya padres todavía tengáis madre, la amareis como se ama a quien tanto derecho tiene; los que como yo, hayan pasado por el trance amarguísimo de perderla pagaremos con oraciones una pequeñísima parte de cuanto debemos y. ... Vamos al niño cuando deja de serlo. Pasamos a una edad pura y brillante, a una edad noble y sincera; a los tiempos heróicos de la vida, a una edad que se admira cuando la educación religiosa inspira sus afecciones, diriíje sus esfuerzos^ consagra su ardor, modera sus pasiones, corrige sus defectos, previene sus extravíos y embellece sus virtudes; a una edad de los más altos pensamientos, de las más generosas afecciones, de la más fiel amistad; a mxwXJfÁ m ¿Vítomí lóq odss.íu^u) Bn ,8¡2Qsj una edad a una juventud que si mai se dirigió desde la cuna, tiene completo desarrollo una pasión funesta, una pasión que destruye cuanto al joven rodea, lá ambición, repugnante lepra del corazón. El ambicioso encuentra lícitos todos lós medios para llegar al fin que se propone. Un aínbicioso arrebata por la fuerza lo que anhela, y si esta fuerza no le basta, apeía a la bajeza o a la astucia. El que está dominado por esta destructora pasión, se eleva unas veces, se arrastra otras; se enorgullece, amenaza^ se humilla, lisonjea, espera, se desalienta, adula delante y calumnia detrás. Vende su conciencia, siembra la desconfianza y en fin, es promotor de desórdenes y turbulen cias|en las familias y en los pueblos. Guiemos pues, padres y maestros, la voluntad de nuestros hijos, de nuestros discípulos, hacia un objeto noble y elevado; hay que hacerles ver muy oportunamente, las consecuencias de una ambición desordenada, de una ambición baja y deshonrosa. Enseñemos, acostumbremos a los niños a apreciar en su justo valor; los bienes materiales de este mundo, en cuanto son un medio de independencia, de actividad, de beneficencia y de caridad. Claro, que e^ muy natural el deseo de aumentar la fortuna por el trabajo y este deseo —sujeto a reglas -debemos fomentar en los niños, inspirandp , afición alos medios para conseguirlo y demostrando con ejemplos (pues los hay en cada pueblo muy honrosos) que los bie nes materiales como los espirituales, proporcionan goces tanto más puros y elevados, cuanto hbd sup feifeq bftheKlí! Bldtqmod ns aonmulR ¿o!