..■f,.l MÍ CRONICAS ITALIANAS Propaganda cultural.Promesas halagadoras Bl conflicto del Este italiano ha dttyertado en toda Italia un enorme nterés para los problemas colonia' es y, como consecuencia de las po■lUct complicaciones en el Mediterráneo j en la Sociedad de las Nadoact. preocupaciones para la polítics internacional . Cuanto se publica sobre Ablsinia j sus problemas abarca extensas In•rmadones y referencias, desde los f acuerdos de la desafortunada campaña de 1896 hasta los estudios más detenidos sobre posibilidades de desarrollo de los nuevos territorios coloniales. Son muchísimos los italianos que se dedican al estudio de los Idiomas ave se hablan en Ablsinia, y una re▼tota especializada que ve la luz en Milán he organizado un cursillo por correspondencia para que los soldados Italianos, al llegar al campo de •ptrsdoaes, se hallen en condicióaes de entenderse con los Indígenas. Bsta preparación, de carácter cultural, contrasta vivamente con el desI cuido que había presidido a las empresas coloniales anteriores al nuevo féiimcn Italiano. La gran masa se limitaba a ser Instrumento pasivo de pequeños grupos de personas cultas, y silo revela la honda transformsdón que ha sufrido el carácter del pueblo de este país, antes tan ligero como buen meridional, mientras que ahora acopla a la movilidad del latino la cuidadosa preparación del salón. La preparación cultural constituye evidentemente sólo un aspecto, paro por ser, generalmente, el más descuidado, merece ser. destacado como sintomático. La preparación moral se cuida también mucho, y en cuanto a la material, la reacdón con tra posibles efectos de las sanciones demuestra cuán viva es la sensibilidad y cuán poderosa la energía que el pueblo italiano despliega en la realización de sus propósitos. Quizás la revelación más importante de los últimos meses es la perfecta identificación del pueblo italiano con sus elementos directivos, empezando por el Rey hasta el último ciudadano. Todos los intentos y las insinuaciones interesadas en que brantar esta solidaridad nacional han fracasado, frustrando las esperanzas de los que al obstacularizar a Italia esperaban provocar la caída del régimen y de Mussolini. Las últimas impresiones no pueden ser mejores para Italia. En Africa se bate a los abisinios con admirable arrojo, y en Europa se piensa ya por los ministros de Inglaterra y Frauda en acceder a mucho de lo que Italia pretende. Debaco Arnalsa Roma, Diciembre 1935. Intermedio - li UMUU U II lili —¡í-m. tllsm unpl»0,SOl e aiquiia todo ei día. Muñoz Degraín. núm. 11. Razón en la misma casa. 09 BSSBBSSS^BEBBSt DURACION PARA VEINTE AFEITADOS NO IRRITA Y SIRVE PARA TODAS US BARBAS Predo 4 pts. el paquete de diez hojas Llega con los primeros fríos y las últimas hojas, como un milagro de ternura, ese cumpleaños divino de un Dios que se hace niño todos los años, para rejuvenecer las almas agotadas e iluminar difíciles som bras con el reguero de estrella que dejó el cometa bíblico. Paz de las vidas indisolubres, armonía familiar junto al fuego dulce de la chimenea Por las ventanas se acerca la natu raleza formando belenes de pinos cubiertos de nieve y en los frentes de lucha callan las Imprecaciones del cañón para escuchar conmoví das canciones de Navidad. En las ciudades ha entrevisto Dic kens pavos orondos en las calles llu minadas, y aquí eá España turrones apretados tras el escaparate; latas y zambombas que se asocian al clamor unánime con acentos medioevales y tenderetes que juegan a zoco marroquí. Salvando los mares, abiertos los oíos a firmamentos nuevos, bajo 'el {plumero azul da la palmera, el tró pico festeja la Navidad con fervientes exaltaciones de la noche abrasada, corto el aliento y disformes lo» cactus; mientras que allá en Orlen te se refugian en los mercados los últimos camellos que circunstancial mente no han venido a sumarse al cortejo de los Nacimientos. Por los páramos estériles del mun do, agrios de cizaña en odio, ha florecido la rosa roja del amor de Dios, fragancia de paz en la divina corola y perfume de anhelos inmortales en los pétalos agitados por la brisa de la tarde, con sutiles aleteos de paloma simbólica y trinitaria. Pero... Aquella Navidad reflejoda en cor nucopias— chisteras y sangre fresca de Prim en la berlina perforada con el trabuco de Angulo— tenía triste za. Sin saber por qué. peio hallaba melancolías en el celaje gris. Triste za de una generación que vió llorar al Rey Amadeo junto al cadáver de romántico general, que oscurecieron sus dorados entorchados con el negro mandil masónico, conjun to de paños funerarios. Trlsteca en las vendas arrolladas y en los cartu chos que buscaran los carlistas. Tris teza que contrajo la elegante sonrisa de Eugenia de Mon ti jo. en la carretela huida de Sedán, dejando atrás plumas de águila napoleónica junto a la bota germana de Moltke. Tristeza de Pedro Antonio de Alarcón, en «La Ilustración de Madrid», donde pubUcaba un artículo de trein ta cuartillas escrito en un café de la Puerta del Sol sobre... la tristeza da aquella Navidad. En un zaqulzaque de la calle de Claudio Coello, sumido en palide ees de crepúsculo, entre papeles y muebles desvencijados, cerraba sus ojos Gustavo Adolfo Bécquer, para privar al mundo de los destellos de su genio y alumbrar en lo alto del cielo plomizo una estrella de Inmortalidad que perpetué la tristeza de as «Rimas», símbolo del dolor humano: «Dios mío, {qué solos se quedan [los muertosl Era por Navidades de 1870. Nadie supo por qué, pero había tristeza. logo de sus Obras, donde condensó todos los tormentos de una vida de ángel amarrado al fanho de la real! dad. H >y, al rendir el modesto al insigne sevillano con motivo del sexagésimo a iversario de su nacimiento, nos hemos preguntado un instante: «¿Cómo podremos honrar su memoria, lejos del hielo oficial y lejos también de la rutina periodística que ha encontrado un motivo más que glosaf ?» Sólo dudamos un instante recordando un hecho pasado. En cierta ocasión una muchacha —valenciana y. como tal alma de artista, nos vino a pedir un consejo —a nosotros que por nuestra edad estamos más bien para recibirlos sobre el uso de un tomo de las Obras de Bécquer, que yacía olvida do en un cajón desde la fecha én que un común amigo se lo regalara, como si con ello demostrase una sensibilidad análoga a la que anidó en el alma del excelso artífice del «Caudillo de las manos rojas». —Deja el hbro en su sitio, —le contesté— y no concedas mucho eré dito al que utiliza el nombre de Béc quer como medio de hacer gala de una cultura literaria que no tiene. El mejor homenaje que podemos rendir al autor de «Tres fechas» es hacer añejas sus obras en una sombría biblioteca, triste como sus destinos... Pero, dejemos de importunar su memoria con supuestas Inluencias de Heine, o con rebuscados comentarios sobre la psicología del inimitable vate sevillano... «(Tal vez parta pronto para el gran viaje...!» -decía en Judio, dos años antes, lejos su mame de la revolución, al redactar el terrible pró- En esta Navidad gris de 1935, tu recuerdo que trae perfume de flores muertas, nos ha hecho olvidar unos momentos el fantasma del odio enroscado en las chimeneas de las fábricas, la silueta rastrera de instintos materiales perfilándose por doquier..,, los gritos roncos de la lucha..., los hedores de una sociedad corrompida. Sección Santoral de hov t Inocentes Mártiresí Sb!:?1 W nión, presbítero, Dom?^01 4^ q^o. Castor. Róga^ Santoral de mañana q ctoí. más Cantuarlense, obl^íS» Ta rey y profeta; Calixto bfe « fació, Domingo y Víctor ^ *H CULTOS Cuarenta horas. -Se r durante el mes de Dici. Jí iglesia de San Juan. mbre enj El ejercido de la tarde a las cuatro. Misas a hora fija: Catedral.-Mlsas, alatn, zada; a las nueve y tres a ^ conventual, y a la8 once eST^ lia de Nuestra Señora de I1* amparados. 01 ien La Merced-MisaalasocUn SanMiguel.-Mi.aa^.^ ta y a las ocho. ^"^Ihíí San Andrés. -Misas a h, , y media, ocho y ocho y medh * Santiago.- Misas a las n.*; dia y ocho. ^"«teya» San Tuan.-Mi|W a la, ^ media y ocho y media. San Pedro.-Misas a las J media y ocho. Wete J¡ El Salvador. -Misas a Iu ^ j siete y media y ocho. Santa Clara. -Misa a Ut llete Santa Teresa. -Mua, ala. oi0 ocho y ocho y media. Pero... volvamos a dejarte pora, ta otra vez a tu lado. Perdona efe aparente contradicción, Guit-ro Adolfo, volveré a pasear contígom. as avenidas solitarias, bajo Ulü que declina. (No turbéis su itití0( que no debe unirse su nombre i lí vida de hoy! jPor el amor de Dloi, silencio! |Silenclo en aquella íilite Navidad de 1870 que amortajó il poeta con sudarlo de nieve! Alvaro G. de Amerii i 1 40 C Condiciones insóspeohadas de velocidad y seguridad en la carrete* ra — reserva de potencia, acelera* ción y comodidad que V. no espera de un coche que tributa por 9 HP. Una presentación fina, muy al día, que armoniza con la distinción de cualquier conjunto en que estacione Vd. «u Ford Modelo "10". PKOTEJP NPCIONfll 0W3UIRIEHDC UN es el coche que, sin ser un "coche grande'; reúne de él todas las características esenciales, con las máximas ventajas de economía de un coche pequeño. No dirá Vd. que es un "coche pequeño//hasta que compruebe lo que consume y lo que cuesta -porque es un coche de categoría intermedia, con personalidad muy definida. Pruébelo esta es la mejor sugerencia que puedan hacerle los constructores del Ford Modelo "10". Concesionario en rnoDELO. _ (PAT E H T E -9 N Avenida de la República É ec Un coche de nervio extraordinario, que Vd. puede regir y dominar por la acción mstanténea de sus frenos. provin à\ A orprenderá patente consumo Cbnsuli sionario TERUEü