Pagina El Mañana RELIGIOSA LECCIONES DE SAN AGUSTIN LAS CONDICIONES DE LA DEMOCRACIA go uoas lecciones de San Agustín h^y Q11^ to^k"" ^e la democra cia, por que es el gusto délos tiempos, la moda poética. La palabra «democracia» parece llenar nuestras bocas como un ramo de cerezas frescas. Cada época tiene Sa peculiar idolatría verbal, y la nuestra es de las más idó atrás de ciertas palabras, de las que ha kecho verdaderos ídolos de Moloch, exigentes y devoradores de vidas. Conviene pues analizarla, y recoger las enseñanzas que San Agustín nos da acerca de ella. El escritor político más sagaz y rea lista del siglo pasado, (y del siglo presente) nuestro incomparable Balmes, vulgarizó sus ideas en la obra «El Protestantismo comparado con el Catolicismo en sus relaciones con la civilización euro pea». Quiero citar íntegras sus pala bras, porque de esta manera son dos las autoridades que se combinan. El gran filósofo de Vich aña de peso y fuerza y valor de expe riencia moderna a las palabras del Hiponense: El hombre— dice— es tanto más digno de libertad cuanto es más religioso y moral, porque enton ees necesita menos el freno exte rior, a causa de llevarlo muy po deroso en la conciencia propia. Un pueblo irreligioso e inmoral, ha menester tutores que le arre glen los negocios: abusará siempre de sus derechos y por tanto merecerá que se los quiten. San Agustín había comprendido ad mirablemente estas verdades, y en pocas palabras explica con mu cho tino las condiciones necesa rias para las diferentes formas de gobierno. El Santo doctor establece que las populares serán buenas, s| el pueblo es morigerado y concienzudo; mas si fuere corrompi «o será precisa o la aristocracia Aducida a muy pocos o la Monar^ia pura. No dudo que se leerá Sagrado el interesante pasaje ^e en forma de diálogo se en*lnlrii en su su lib. I. Del libre Vàedria. capítulo VI. ■f^s//w»-¿Los hombres ni los ipUlos, tienen acaso tal natura eza que sean del todo eternos, y 0 Puedan ni perecer ni mudarse? mm^t 0^¿Quien duda son ^Udab! ^^.^^^ ^ C1<>n del tiempo? ^Í^e5mñ;";LUeg0 SÍ 61 PUebl0 es niuv I ^pla(i0» y grave y además ^y sohdtodel bien común, de era cada cual prefiera la conveniencia pública, a la utilidad privada, ¿no es verdad que será bueno establecer por ley que este pueblo se elija él mismo los ma gistrados para la administración de la república? £i;oí?/o.— Ciertamente. Agustín.— Vero si el mismo pueblo llega a pervertirse de ma ñera que los ciudadanos pospongan el bien público al privado, si vende sus votos, y corrompido por los ambiciosos, entrega el mando de la República a hombres malvados y criminales como él, ¿no es verdad que si hay algún recto y además poderoso, hará muy bien en quitarle a ese pue blo, la potestad de distribuir los honores, y concentrar este derecho en manos de pocos buenos o de uno solo? Evodio.—No cabe duda. Agustín.— Y pareciendo tan opuestas estas leyes, que la una otorga al pueblo la potestad de los honores, lo que la otra le nie ga; y siendo imposible que ambas se hallen vigentes a un mismo tiempo, ¿por ventura deberemos decir que alguna de ellas es injus ta, o que no fué conveniente su establecimientí ? Evodio.—Di ninguna manera. Helo aquí dicho en pocas pala • bras. ¿Pueden ser legítimas y hasta convenientes la monarquía, la aristocracia, la democracia? Sí. ¿A qué debe atenderse para re solver sobre esta legitimidad y conveniencia? ¿A los derechos existentes y a las circunstancias del pueblo a que dichas formas se han de aplicar? ¿Lo que antes era bueno podrá pasar a ser mal- ? Ciertamente: porque todas las co sas humanas están sujetas a la mudanza. Estas reflexiones tan sólidas y sencillas preservan de todo entusiasmo exagerado por estas b aquellas formas; no hay aquí una cuestión de mera teoría sino tam bién de prudencia; y la prudencia no da su dictamen sino después de haber considerado todas las circunstancias con detenida reflesión. Pero descuella en la doctrina de San Agustín el pensamiento que llevo indicado más arriba, a sa ber, la necesidad de mucha virtud y desprendimiento en los gobiernos libres. Mediten sobre las palabras del insigne Doctor aquellos que quieren fundar la libertad política sobre la ruina de todaslas creencias.> Hasta aquí son plaabras de Balmes. Como se ve, las enseñanzas de San Agustín tienen hoy mayor fuerza tal vez que en su tiempo. El gran filósofo plantea la cues tión en el terreno más vital y pro funao en que se pued' : podríamos llamarlo el aspecto teológico de la democracia. También la teología se abraza al cuello de las doctri nas democráticas. A poco que se pare la atención en sus palabras, el Santo únicamente fija las con diciones morales de la democra cía, porque todo lo demás es aña didura. Hay que notar también cómo limita la función democrá tica a la elección de los magistrados creare sibi magistratus. Las condiciones, pues, de una demo cracia son las condiciones de una buena elección. Mas ¿en qué con diciones se halla el hombre para realizar una elección? Hsto nos lleva inmediatamente a definir el estado de la naturale za humana, a una concepció a teológica déla hu manidad. Una elección política es lámenos insignifi:ante de todas las elecciones. Nuestra vida des de la mañana hasta la noche, es DIOS He aquí la manera como invocan a Dios los pueblos y tribus que habitan en el mundo; Deus. los latinos. Theos, los griegos. Jel, los vascos. Dino, los provenzales. Déos, los portugueses. Elohim o Eloach, los hebreos. Elach, los oaldees. Ellach, los asirlos. Alach, los sirios y turcos. Alia, los malayos. Tent, los antiguos egipcios. Thios, los cretenses. Diu, los celtas v galos. Dieu, los franceses. Diel, los antiguos alemanes.. Done, los bretones. Dio, los italianos. Die, los irlandeses. Gott, los alemanes y suizos. Goed, los flamencos. Gondt; los holandeses. God, los ingleses y antiguos sa jones. Gut, los suecos y daneses. Gud, los noruegos. Bog, los polacos. Jubinal, los lapones. Rain, los indostanos. Mago tal, los tártaros. Sire, los persas. Prussa, los chinos. Goezur, los japoneses. raro e. j .rcicio de gustos, de prefe rencias, esto es, una cadena de elecciones, Repare el lector en el siguiente hecho: cuente, si puede, las elecciones que yo he tenido que verificar para escribir este artículo sobre la democracia, i Si es toda una jornada de elecciones! ¡Y con sumisión a un código quintupie de leyes de ética, de lógica, de gramática, de literatura y de ortografía! Entre dos o varias ideas elijo una, entre dos o varias palabras escojo una, entre Varias formas de expresión me quedo con una, entre diferentes órdenes de colocación prefiero uno... Todo elecciones. Para cuando uno ha hecho una elección democrática, van delante 50.000 elecciones de todas clases y sin romper ni una sola urna. No deja de ser este un hecho insignificante y ma • ravilloso sobre todo entre tanto suspiro de elecciones. D* tarde en tarde, en la cadena innumerable, extendida a lo largo de la vida, intercalamos el aní lo de una elección política. Rolemos concluir de esto que la filosofía poli tica de las elecciones es un corto capítulo del complejo sistema electoral de la voluntad humana. El hombre seguirá invariablemente para elegir magistrados o go bernantes, las mismas normas con que realiza sus elecciones diarias. Y cabalmente, estas elecciones diarias son las que definen al hombre moral o inmoral. La justicia y la injusticia son dos sistemas electorales opuestos, y el justo y el injusto dos opuestos electores. Las condiciones morales de la vida individual son las auténticas condiciones de la elección demo orática. He aquí el núcleo genera dor de las democracias sanas y de las elecciones sinceras; he aquí por qué San Agustín fija sus condiciones morales, pasando por alto todas las demás. Propuesta así la cuestión, se envaina en otras parejas de enorme significación y alcance. Por ejemplo ésta: ¿En que condiciones se encuentra el hombre para hacer una buena elección? ¿Cómo se halla su enten dimiento y cómo su voluntad? su naturaleza ¿está sana o viciada? (Esta cuestión podría resolverse— con el resultado de unas elecciones democráticas. Ahí podrían recordarse a modo de comentario unas palabras del mismo San Agustín; excitabat in odium veri amor visi.) Pero los demócratas— a lo me¬ nos los adscritos a la escuela de Rousseau —tienen, por sana, pura impecable la naturaleza humana. Lo paradógico es tener que sanear tantas elecciones de una naturaleza sana. La cultura íntegra de una de» mocracia poderosa y limpia ha de abrazar, según lo dicho, una austera disciplina de formación individual, particularmente en el terreno moral, y por consiguiente en el religioso. Los vicios que según San Agustín pueden corromperla, se reducen a uno sólo: el egoísmo, la preferencia del bien privado al bien público. Es la enfermedad más arraigada y de curación más dificil. Ella compromete y seguirá comprometiendo hasta la consumación de los siglos a todas las democracias. Abocamos, pues, necesariamente, a la ética y a la medicina. P. Victorino CAMPANAGA DE SAN AGUSTIN, A.JR. Los cultos de la semana Dia 1 de marzo.— Domingo 2.* de Cuaresma, primera clase; en el oficio y misa semidoble y color morado y conmemoración de San León, papa y mártir. El Evangelio de la misa está tomado del Capítulo 17 de San Mateo, en que se nos relata el hecho prodigioso de la Transfiguración de nuestro Salvador en la cima del monte Tábor en presencia de sus tres discípulos, Pedro, Juan y Santiago, a los cuales distingue con la gracia de la contemplación de su gloria, para así fortalecerles en la fe en su divina persona, ya que tan expuestos habían de estar la noche de la pasión contemplán» dolé en el huerto de los olivos lleno de tristeza. ¡Qué satisfacción dará al hombre ver a Jesús el divino maestro vestido de gloria I ¡Basta oír a San Pedro, que, apenas la ve asi resplandeciente de luz y belleza sin igual, pide al Señor establecer su morada en aquella soledad, sin pensar ya ni en el mundo ni aun en el cielo. Esto prueba claramente, que el corazón humano^ ni se contenta c m nada que no sea Dios, ni aspira a nada teniendo a Dios. Muy justo pues que la deseamos, porque es ínuestra finalidad, pero estemos seguros, que no se consigue solo con desearlo, sino con practicar todo lo