SI diciembre de 193ü REGALO DE REYES Padre Nuestro que estás en los Cielos... Anochecía. El frío era iníen so. Una ligera niebla daba al ambiente un tono grisáceo y velaba las luces del alumbrado público y de los establecimientos que por razón de la festividad de los Reyes, aún permanecían abiertos. Un torrente de seres humanos invadía los bazares y las tiendas donde se vendían juguetes y objetos propios de la fiesta. A lo largo de una calle se alineaban tenderetes de juguetes baratos y subían por ella hasta expandirse en una plaza. Calles y plazas se hallaban casi llenas de compradores que se abrigaban cuanto podían para luchar con la temperatura. Fuera de aquéllos, y otros lugares semejantes, la gente caminaba de prisa, bien en demanda de ellos si no llevaban paquetes, bien deseosos de llegar a cálido cobijo si habían hecho acopio de ellos. Las voces de los vendedores pregonando la mercancía formaba un rumor confuso. A la entrada de la calle Mayor, un viejecito de barba y bigote blancos como la nieve que apuntaba en el firmamento, sentado en una silla de tijera hacía sonar débilmente las notas de una flauta que dulce y plañidera, procuraba atraer la atención de los transeunles. El flácido cuerpecillo del viejecito se abrigaba con un derrotado gabán que, nuevo debió disfrutar en pasados tiempos, que retirado fué por viejo y que luego, él mismo, se dió como limosna, en tiempos calamitosos. El cuello, subido, procuraba resguardar el de su dueño sin conseguirlo por completo. Un grasicnto sombrero flexible cubría los largos cabellos blancos. Próximo a él, un niño como de cinco o seis años, liado en una andrajosa bufanda que después de rodearle el cuello se estiraba penosamente para envolverle el cuerpecillo y atarse en la cintura sobre el delantal, demandaba una limosna de los transeúntes presentándoles un oxidado platillo de hojalata. Algunas, pocas, monedas caían en él produciendo un ruido seco y desabrido como si protestasen de v^erse expuestas a la intemperie al abandonar el grato calor del bolsillo. Los decarnados dedos del viejecito recorrían torpemente los aguaros de la flauta procurando, inútilmente, dar a su sonido ... ' k^ii % n-.rP, o] niño. Un día no está muerto, aún late su cnmarcial de un paso- ; preguntas, m entras embelesado y un bollJ para ei nmu. ^ t * au • - u co un día según d tabernero, j razón, Jesús. Abriguémosle y cálida tem- quizás reaccione. la ligereza doble. Cesó, al cabo, la música, y el viejo apoyó lenta y penosamente el instrumento sobre las rodillas. Sus ojos, sin brillo, se fijaron en el infinito, al par que su arrugado semblante reflejaba su resignada amargura, tanto más grande, cuanto más callada. El pequeño, acercándose a él y apretándose contra su cuerpo, exclamó: —Abuelo, tengo mucho frío. — ¿Tienes frío, Jesusín?— resKondió tristemente el viejecito rodeando con un brazo el cuerpo del pequeño apretando o más contra el suyo. — Vámonos a casa... y pasaremos por la plaza para ver los juguetes. —Los juguetes, —repitió el abuelo, como un eco. Entre tanto, con la mano que tenía libre contaba las monedas del bolsillo. Al acabar la cuenta, dió un suspiro. Había para el modesto guisado que comerían en la taberna de Escolástico... pero no había podido reunir para uno de aquellos caballitos de cartón que costaban real y medio... ¡Pobre Jesusín!... Era ya tarde. No era posible prolongar allí la estancia con aquel frío y aquella humedad que llegaba a los huesos. Precisaba ya, para reaccionar, el reparador calorcillo del guisado. Abuelo y nietu paríieron, subiendo por la calle donde se alineaban los puestos y cruzando la plaza donde se esparramaban. El pequeño no cesaba en sus contemplaba los juguetes. «¿Por qué estaban allí, si los llevan los Reyes? ¿Le llevarían a él alguno? ¿Pondría una de sus alpargatas en la ventana del tabuco que de refugio les servía?» Contestaba el abuelito como podía mientras gozaba infinito pues veía proyectarse las imágenes de los padres del niño, su hijo y su nuera, honrados trabajadores que tenían todos sus amores puestos en el pequeño. AI cabo llegaron a la taberna de Ecoláslico, cuyo cálido ambiente pareció alegrarles el semblante jqué bien se estaba allí! Dos realiíos de guisado servidos, aquella noche, con largeza por Ecolasfico, reanimaron los desfallecidos cuerpos del abue[o y del nieto. P¿ira aquel hubo hasta un pitillo de regalo. era Retenidos por la peratura de la taberna, perma- , Y así sucedió. Abrigado baio necieron allí largo rato, cual si la manía volvió el pajarillo a la temieran salir a soportar nueva-' vida. mente la baja temperatura de la j ¿Cómo sa,ió la noticia de ^ calle. Al fin hubo que haceilo y buhardil,a? ¿Cómo Uzgó hasta el viejo y el niño se trasladaron el p¡so principa| de una ,:casa lo más rápidamente posible a la próXima cn ja m\sma calle? No NOVEDAD ¡lo Zurcidon Mecánica! Con este aparato hasta un NIÑO puede rápidamente y sin igual perfección ZURCIR y REMENDAR medias, calcetines y tejidos de todas clases sean de seda, algodón, lana o hilo No debe íalíar en ninguna familia Su manejo es sencillo, agradable y de efecto sorprendente. La Zurzidora Mecánica va acompañada de las instrucciones precisas para su funcionamiento. Funciona sola, sin ayuda de máquina auxiliar. buhardilla que les servía di do micilio. Lo primero que hizo jesusín al llegar, fué quitarse una alpargata y colocarla con gran júbilo en el exterior de la ventana... se sabe. El caso es que a media mañana, una señora obesa y ridicula, acompañada de la portera se presentó en la [buhardilla llamando a gritos a su Periquín> La torpeza de una criada ¡cuantos juguetes iba a encon- dió Iugfar ej día antes> a| anotrar en ella al siguiente día!... jchecer, a que se escapase y ya Sobre duro camastro, sin más ,0 iiora5a perdido Por casuali- abrigo que una agujereada manta, dormían el viejo y el niño. Al despuntar el día, la ilusión y el deseo despertaron a jesús | que rápidamente saltó del lecho 1 y corrió a la ventana. Al abrirla, una ráfaga de aire frío despertó al abuelo. Al ver a su nieto encaramado en la ventana sonrió tristemente. ¿Qué iba a encontrar? jNada! —Abuelo, abuelo...—, gritó el pequeño —¿Has encontrado algo? — replicó el aludido con cara de sorpresa, e incorporándose. — Un pájaro, un pájaro... ¡Pero está muerto!— dijo el niño llevando un canario en su diminuta. dad supo que en casa del viejecito habían encontrado en la ventana el canario y allí estaba por él. Lo conocía perfectamente, era el suyo. —Me lo han regalado los Reyes—arrulló el pequeño queriendo oponerse al despojo. — Era el regalo que le habían puesto en su alpargatita— , añadió el viejo. — Por regalo no ha d» quedar buen hombre: tome y cómpreselo al niño -dijo la señora poniendo en manos del viejo un billete de cinco durosy recogiendo de ellas al amado «Periquín> mano que piaba alegremente. ! —Por qué se lo lleva, abue- , Se remite libre de gastos, previo envío de DIEZ PESETAS por Giro Postal. No hay Catálogos. ' Patent Maglc Waaoer ■: ARIBAU, 226 — BARCELON K — Pobrecito. Sin duda que es- lo—, lloró el niño al ver salir a capado de alguna jaula se gua- la señora. reció en la ventana y a muerto de frío... Es más pobre que nosotros—añadió el viejo tomando en sus manos el cuerpecillo que le alargaba el nieto— ...Pero no. Su regalo para Navidades MUÑOZ PRESENTA: Una variada colección de cestas y dos magníficas cajas cuyos motivos decorativos e^táa tomados de las obras del gran pintor ZÜLO iGl Adquiera su regalo para Navidades en COIUÍÍCrífl MlIIlOZ j — Porque ese pajarito era un emisario del que Dios se ha valido para que los Reyes te dejen un juguete ibendito seaí ¡ —¿V dónde ^stá el juguete? I — En la Plaza por donde pasamos anoche. Allí te ha reservado Dios un precioso caballa de cortón; y quizás que cn otra parte encontremos una buena bufanda, grande, que te envuelva el cuerpecito para que no tengas frío, Jesusín. I El niño palmoteó de alegría; , de alegría y de emoción se des' ' prendieron dos lágrimas de Io5 ojos del viejecito... j —Vamos, abuelo, vamos.- ^ —Espera. Antes de salir mos gracias a Dios que nos , hecho un bien tan grande, brr0 díllaíe a mi lado y reza migo. «Padre nuestro que esta5 los cielos> . Guillermo DIAZ{Prohibida la reproducción)' con"