s L\ ASOCUCION. retenía al lado de los coléricos. Lo mismo le sucedió á su señora esposa con su padre, muerto también de la epidemia. Seguidamente fué invadida ésta y sus dos hijos de 9 y 5 años de edad, aunque felizmente se salvaron. En medio de tanto dolor y desconsuelo tanto, el señor Alfonso no faltó un momento de su farmacia, probando con hechos que los profesores no nos pertenecemos. El Ayuntamiento hizo un pequeño obsequio al Sr. Alfonso, del que yá hicimos mérito y que aprecia en lo que significa más que en lo que vale. D. Mariano Minguez, mé.iico y D. Manuel Centol, farmacéutico, di Samper de Calanda. Villa de 3.3oo habitantes. Pasaron de 400 las invasiones y sobre i5o las defunciones. Si alguna cruz se ha de dispensar, no tenemos inconveniente en que sean estos dos héroes los primeramente indicados. El Sr. Minguez estuvo á gran altura; en medio de las fatigas del numeroso vecindario, en su mayor parte invadido, á la vista del cadáver de su buena esposa muerta del cólera y de dos hijos en quienes idolatraba, el ánimo de aquel veterano, no decayó ni un instante y ni un instante faltó del lado de sus enfermos: tuvo que sacrificarse también, como muchos, y ahogar sus penas. ¡¡Como si los profesores no fuéramos hombres!! Cuando nos escribió esplicando sus amarguras y pidiendo consuelo á su quebranto, las lágrimas asomaron á nuestros ojos. El Ayuntamiento le proporcionó dos alumnos de |a facultad de medicina de Zaragoza, testigos irrecusables de la heroicidad de aquel hombre. El farmacéutico Sr. Centol, esclavo de su deber, no faltó un minuto de su botica cumpliendo como bueno y sin decaer un momento en su valor, no obstante la pérdida de un hijo por la epidemia, en el penúltimo año de su carrera. El Ayuntamiento, agradecido les recompensó con unos miles de reales. Menos mal, pero falta que los propongan para esa recompensa que, dígase lo que se quiera, debe tener en estima el hombre que aprecia su mérito, adquirido en actos de verdadera sublimimidad- Si así no se hace, renegaremos de los poderes públicos, á los que pagaremos con el desden de nuestra apatía y estoicidad en circunstancias iguales. Don Eugenio Población de 400 invasiones aquel apreciable tado de zozobra. salta la contraria lo y actividad na tados vecinos, y cuento. Bandragón, médico de Uurrea de Gaen. i.5oo habitantes, y que con sus y go defunciones, pusieron á profesor en diez días en el esen que yo me hallo cuando me 10 veces seguidas. Todo su cele valió para con aquellos asushubo que ahogar disgustos sin Don Valero Cañete, médico de Azaila. En su pueblo de 600 vecinos no hubo inva- que pu, quel siones, pero sí en el anejo Vinaceite so á prueba las especiales condiciones de compañero. De 600 habitantes hubo 60 invasió nes con 20 defunciones que le llevaron atare do aquellos días. Nada sabemos de recomoens pero suponemos que cuando más seguirá en el partido. D. Luis Oreses Homo, milico, y D. Víctor ZopezANjaidn, nr