LA ASOCIACION. tar el más ligero qictd procuo, que pueda perjudicar al doliente; centinela inseparable en las epidemias; sacerdote de un templo de salud... ¡Eso sois! La farmacia; una aplicación de muchas ciencias, artes é industrias y por ende útil y necesaria: un plantel de sabios á quien debe mucho bien la humanidad, y que han constituido la institución farmacéutica noble y humanitaria, y vosotros sus émulos y prosecudores de derecho y por herencia depositarios de los talismanes de la salud pública De lo que antecede, échase de ver, á tiro de ballesta, que el Farmacéutico necesita ciencia y estudio, como que actúa y responde de oficina emanada de las ciencias, y sois y debéis seguir siendo facultativos, que si no, Médicos, Boticarios, Veterinarios y público, mas os escatimarán las pocas atenciones de que decis gozáis. Que hoy los poderes públicos no acuden tanto como antes á que les dictaminen ó les ilustren, amen de ser una injusticia notoria, también es debido ciertamente al modo de ser del empleo farmacéutico que exige día y noche la constante presencia en su despacho y que enjendra, digámoslo así, un carácter abstraído á todo lo que no sea su Botica independiente y como tal, no impetrador de privilegios. ¿A qué se reduce la práctica Farmacéutica? Dice uno que otro. ¿Y á qué se reduce la práctica de las demás profesiones? Digo yo. No ha de concretarse el Teólogo, Pedagogo, Farmacéutico etc., á la rutina, á la letra de lo estrictamente suficiente para ejercer su carrera, y sí estar dispuesto para que si su inteligencia sobresale, ser el explorador del horizonte científico, á la manera que á los jurisconsultos no solo se les alecciona en las leyes vigentes, si que también se ilustran en los antecedentes históricos de los antiguos códigos y en los principios filosóficos del derecho para que en su día puedan ser legisladores, y si nó, de las aulas farmacéuticas preceden Brongiart, Lóseos... y el mismo Doctor Pau. Los ministros del templo de Esculapio, son dignos, circunspectos, peritísimos é íntegros; que alguno que otro amaga con su vara, al del crisol de las malvas y de la espátula, que otro alguno se irregulariza, rara disonancia, de doce que eligió el Redentor, uno le negó tres veces y otro le vendió. Algún Galeno que otro, á su vez, hace de las suyas á su congénere Hipócrates, que no está bien esto, salía á la vista. Y qué diremos de esas farmacias-droguerías: de esas otras llamadas militares; de esas cuartas planas de que diariamente vienen llenos de anuncios de específicos, tanto los periódicos profesionales como políticos, que son causa de indiferencia y hacia la carrera farmacéutica, y que el Médico muchas veces cansado de tratar una enfermedad crónica ó á un enfermo caprichoso se vé en la imperiosa necesidad de echar mano de alguno de ellos? ¿Quien es el primera¬ mente responsable de este maremàgnum en que han convertido hoy la Materia Médica moderna? Pues muy sencillo; el Farmacéutico, que ya con un fin loable y humanitario unas veces, y otras en fin ÍF01" QS1^ no decirlo? con objeto de sa- ttsfacer tas necesidades que su establecimiento le proporciona á diario, se ve en la necesidad de inventar y preparar esas pócimas asquerosas de que nos habla el articulista en su ya ói&áo finis fhannacopolcs, no sin servir aunque de un modo indirecto el Médico en estas ocasiones de intermediario mercader, para que tal ó cual Farmacéutico, expenda aquella pócima asquerosa que de antemano preparara; ¿pero qué le haremos? nunca, entiéndalo bien mi caro colega, nunca se prestará el Médico (por poco que estime su dignidad), como tal y como honrado caballero, á hacer esos chanchullos que el citado farmacopola quiere hacernos creer, recibiendo cantidad ni estipendio alguno por ia venta de tal ó cual preparación; protesto con toda mi energía en nombre de mis compañeros de profesión, de tan gratuita suposición, y si algún mal aconsejado lo hace, que lo dudo, á este debemos escluirlo de la gran familia Médica: mas no quiero seguir al articulista por este fatal derrotero, que me llevaría á otro extremo del que me he propuesto, no sin antes pedir un humilde, usted dispense, si mi lenguaje, hijo de la indignación que algún párrafo del mismo me ha causado, ha podido ofenderle, y sigamos adelante. La asociación facultativa de Teruel, un remedio de diferencias, nada de igualas ni partidos cerrados, otro medio aunque fueseia monos, per que moveros con omnímoda iniciativa, es saliros de vuestro cometido; cada profesión tiene su índole propia, característica, ó bien ser empleados atendidos del Estado y de este las boticas, muy bien, salus pópuli, lex suprema est, muy merecedores; además en este mundo todo es acomodaticio, y se dá la importancia que se quiere; los oficios más necesarios labrador, horticultor, etcétera, son los que peor pelaje tienen y la mayor parte de los que ganan cuarenta mil reales de sueldo anual son innecesarios y á más perjudiciales. Las profesiones que se dicen carreras, títulos..., son refinamiento, suficiencia aprobada, perfección, necesidad de la sociedad moderna, y aunque se suprimieran (yo no lo deseo) el mundo navegaría sin resentirse, por el piélago inmenso del vacío que dice el autor ás\ finis fharmacopolce artículo]escrito sin duda impresionado por alguna decepción acaecida en su ejercicio; éi, el Botánico, el explorador del vasto campo de la fitología que en notas, fascículos, opúsculos y artículos periodísticos difunde y acrecienta la fitografía. Aragonesa y Española; y que docírinea en Botánica, hijo predilecto de la Farmacia, dar el primer picotazo para demoler sus patrios lares, romper los ídolos del templo y que se expatríen los genios.,., musas y númenes, que idean tan cariñosamente su cerebro, decir que