•■i >MMM ■E&BM,-,,- iPli..:..: SIS- y al hablar de pinares aragoneses, no abonaremos al pino sus magnos recintos del Pirineo, cuajados de brava belleza l»rava belleza; ni los altozanos de Herrera, Muel, Jaulín y Oliete; ni las sierras de Albarracín y Alcubierre, pinares de «insular frondosidad Diremos de Zuem, de su pinar enclavado a escasos kilómetros de Zaragoza, pero alejado por la escasez de caminos: «Los Pinares de Zuera», ec(uidistantés de Villanueva de Gállelo y Zuera, están enclavados en el macizo montañoso <íue, partiendo del Castellar y dejando estos pueblos, se interna en Cinco Villas. Linda el pinar por el sur con los «Altos del Castellar» y por el norte con los «Montes de Castejón de Valdejasa». La formidable espesura tiene xma total extensión de más de cien kilómetros cuadrados y negrea los montes denominados Valloms, Monte Alto y Vedado Alto. En el primero puebla dos mil hectáreas, tres mil en el secundo e idéntica extensión en el tercero. Esta asombrosa manta de ocbo mil bectáreas de pinar, es de una vistosidad incomparable ya desde alturas lejanas, y Ueáado a su dominio desorienta a quien se aventura sin ¿ufa. Surcan el pinar desde Villanueva y Zuera, caminos c[ue monte a través conducen a Castejón de Valdejasa, pero lo abrupto del suelo y su estado en época invernal, solo recomiendan la utilización de caballerías, aunque slguno con cocbes de estrecba pisa nos hayamos querido arriesgar. Toda esta riqueza forestal pertenece a Zuera, excepto la partida denominada «Las Sayas» del Monte Valloms, que corresponde a Villanueva de Gallego. En esta inagotable especie maderable, hay prestos a la explotación SOO.000 pinos, aunque en la actualidad solo sean cien mil los resinados. En el corazón de esta airosa espesura, una casa de campo, denominada «Casa de los Guardas» y también «Cagarroz», cobija numeroso peonaje segoviano, que especializado en la extracción de la resina, dedica durante ocbo meses sus cuidados a la obtención de las doradas lágrimas. Diestros, con sus típicos rajones, cuerpos enjutos engomados por la pez, juegan las bachas retorcidas, con prestancia malabar. Cada tronco herido en su parte baja, sangra ambarinas gotas, que ruedan hasta colmar un cazolete adosado al árbol. Y en la penumbra de la noche, estas fantasmales procesiones de pinos, con sus taras blancas y cucuruchos relucientes, parecen asistir a un aquelarre, ofrendando al espacio el aroma de sus pebeteros. Entre la escasa población de estas montañas y en el camino que desde Villanueva de Gállego o El Castellar va a «Cagarroz», antes de entrar en la espesura, se encuentran las famosas Cuevas de Colandrea. Restos de estas típicas viviendas hallamos frecuentemente por tierras de Aragón (en Zuera mismo conocemos un barrio pintoresco), pero las Cuevas de Colandrea son una masía espaciosísima, con sus cuadras, amplios corrales, graneros inmensos, pozos, depósito de aperos de labranza, pasillos, habitaciones y sinnúmero de dependencias, que le dan categoría de Cueva-Palacio entre todas las que conocemos. Su interior, pulcramente encalado, tiene la estética de una buena casa campesina, y la construcción está tan bien orientada, que la luz solar penetra en todos los rincones. Un alto torreón, como heraldo orgulloso en aquel deshabitado lugar, pregona las excelencias de la vida subterránea y los caprichos de un señor. Y trepando a las cimas, siguiendo veredas o llegando a los barrancos, el pino, siempre verde, nos cierra el paso, como cercándonos en la anchura inaca..pero las Cuevas de Calandrea son una masía espaciosísima... bable de Un nuevo paraíso. 199