El representante del Generalísimo en Roma, convarsando con los heridos de la Legión hospitalizados en cquella capital POR LAS RUTAS GLORIOSAS ZARAGOZA Y SU PILAR Los soldados esperan al tren que les conducirá a Zaragoza. El cielo es- claro ; el sol brilla majestuosamente sobre las vecinas montañas y. en los rostros curtidos por las inclemencias de un duro vivir hay una sonrisa dispuesta a destrozar los planes de los timoratos que aún se atreven a dudar de nuestro histórico y triunfal destino. Rumbo a Zaragoza : Zaragoza a la vista. Las torres de sus iglesias — pararayos de la fe — nos anuncian su proximidad, la Seo, el Pilar... ¡Zaragoza! Siempre fui enamorado de esta españolísima y acogedora ciudad, capitalidad del reino de Aragón, pero ahora más que nunca, ¡ con qué cariño ha sabido recibir en su hogar a tantos y tantos huidos del furor rojo ! Zaragoza es madre buena, española, muy española. ¡Qué rápido mi caminar por el Coso en dirección al Pilar! Allí, postrado a los pies de la Señora, mis ojos habituados a mirar la lejanía de las tierras cautivasi, ¡ cónw se han inundado de la luz de la realidad que es Ella ! Dios te salve, María, Madre de Dios... Soldadosi, muchos soldados en el Témplo, arrodillados ante Nuestra Señora del' Pilar, amparadora de España, Capitana de los Ejércitos nacionales, española, espáñolí sima, ¡qué fe en lodos sus hijos!, ¡qué seguridad en la victoria con tan invencible Caudillo! Santiago recibió sus órdenes de erigirle este Templo y Ella mora en él, que es lo mismo que decir que vive en España, defendida por la Cruz de SantigT). de la Victoria, de Calatrava de Montera... ¡Cruces de la eterna España! La ciudad — 'como España entera — ^vive trabajando!, luchando hasta el final de la guerra. Zaragoza es ejemplo de ciudades de la retaguardia : Rosario de la Aurora al despuntar el día 7. Templos invadidos de fieles durante toda la jornada, incesante movimiento de trabajadores en el hormiguero de la ciudad, soldados para el Norte y para el Sur, soldados, muchos soldados, decididos, sonrientes, felices en la delicada y heroica raisión. Zaragoza, que se vió seriamente amenazada por las hordas de los enemigos de Dios y de España, no teme a nada ni a nadie, confía en los soldados de los frentes vecinos, en sus hijos que signen fielmente al Caudillo de la Nueva España, Generalísimo Franco, y sobre todo, en su Santa Madre, en María del Pilar, que en su Templo venció a los "rojos" que la quisieron destruir con las bombas de la criminal aviación judeo-marxista, formando en el suelo una Cruz, símbolo del sacrificio, trofeo de guerra de su amado Hijo, baluarte de lo eterno en la tierra desventurada y errante. El Pilar, Zaragoza, ¡ qué de recuerdos en mi soñolienta mente de meridional ! La Historia de España se nutre en gran parte del océano de Aragón y al visitar Zaragoza en mi raudo caminar por las rutas gloriosas, los Alfonsos y los Jaimesi, los mártires y los héroes vienen a mi memoria, postrados todos a los pies de la Madre del Señor, pidiéndole por la España Una, Grande y Libre, y María, con su angelical pudor, suplica al Eterno en su celestial mansión, y Jesús, Supremo Amor, repite sus palabras de siempre: "Reinaré en España'^ y Cristo-Rey vive en los corazones de los buenos españoles. El Pilar, los frentes vecinos, los soldados... ¡Zaragoza! ¡ Zaragoza ! ¡ Zaragoza ! : triunfó la Cristiandad contra el ateísmo, el amor contra el odio, y el Pilar se eleva espléndidamente en delicada ofrenda a Jesús, que desde los cielos bendice a la ciudad, donde mora su Madre, Nuestra Señora del Pilar. Zaragoza : Pilar de la Fe y de la Patria. Juan de España. 44