Santuarios Marianos de apagón Nuestra Señora de la Sierra de Herrera ♦ # '4 4J? : ■ en el pueblo de Herrera de los Navarros ♦ Aparición de Nuestra Señora de la Sierra de Herrera Entre los santuarios marianos de Aragón, descuella por su situación eminente el santuario de Nuestra Señora de la Sierra de Herrera, situado a seis o siete kilómetros del pueblo de Herrera de los Navarros, perteneciente a la provincia y Arzobispado de Zaragoza. La montaña sobre la cual se levanta este célebre santuario, es soberbia e imponente ; parece erigida expresamente por el Omnipotente para pedestal y trono apropiado a la grandeza y majestad de la Madre de Dios. Esta montaña que forma la Sierra de Herrera es derivación de la cordillera ibérica. La cumbre más alta de este magnífico monte, sobre la cual, como corona, se alza el santuario, tiene 1.340 metros de altura sobre el nivel del mar. Colocado en el centro de Aragón, este monte es una atalaya incomparable, des de la cual se contemplan con estupor y embeleso los más bellos y grandiosos panoramas, toda la tierra aragonesa, armoniosa y magnífica cual ninguna, rica en soberbios e insuperables contrastes de montes y de valles, de cordilleras y llanuras, de. estepas áridas y huertas ubérrimas, de ríos alegres y de tristes yermos. Desde su cumbre se puede contemplar en toda su grandeza el mapa de Aragón, de ese inmenso valle que riega y atraviesa el Ebro, donde van a derramar sus aguas los ríos que fecundan los oasis bellísimos de las vegas aragonesas y los montes que lo rodean con el muro de sus ingentes moles ; por un lado el Moncayo, que monta, cómo un gigantesco guerrero, la guardia de Aragón en los confines de Castilla y Navarra ; al Norte, se ven las sierras de Guara y las montañas de Ribagorza y de Sobrarbe donde se meció la cuna de la poderosa Monarquía aragonesa, y más lejos la cordillera pirenaica tachonada de ventisqueros que brillan como diamantes ; siguiendo el curso del Ebro, se perciben en las lejanías doradas formadas por el beso de los montes y los cielos, las montañas que miran a Cataluña, y por otro lado, las sierras de Teruel y Albarracín ; y en este inmenso panorama se ven multitud de pueblos, y las manchas verdes de las huertas, y la cinta plateada de los ríos, y sobre todo, en ese inmenso escenario, que es como un gigantesco prisma que descompone la luz en variadísimos matices y colores, cambiando su decoración es¬ pléndida constantemente, se contemplan con arrobamiento y estupor todas las grandezas de la naturaleza; el cielo, que unas veces se extiende amplio, sereno y limpidísimo como lienzo preparado para recibir las creaciones del eterno Artista, y otras se cubre de nubes de las más variadas figuras y caprichosas formas, viajeras en las alas de los vientos por el espacio inmenso, ya negras y amenazadoras, ya orladas con franjas de oro que pinta el sol en los amaneceres espléndidos y en los crepúsculos incomparables ; escuchándose unas veces sobre la montaña el estruendo de la tempestad, que en aquellas alturas adquiere resonancias aterradoras, y otras brilla el sol sobre la cumbre y en las faldas de la montaña se ven las nubes estremecidas por el trueno y surcadas por la violácea luz del relámpago. En pocos sitios, como en esta montaña, puede verse un panorama tan vasto y grandioso y admirar la belleza y majestad augusta de las obras de Dios. "A distancia de una legua de Herrera, dice el P. Faci. se venera una santa imagen de Nuestra Señora, en un mon-, te o sierra tan alta, que desde ella se mira casi todo nuestro reino de Aragón, y mucha parte de Cataluña y Navarra, y gran porción de los Montes Pirineos". Tiene, además, esta incomparable montaña otros encantos y atractivos. Está poblada en su falda de bosques Me encinas, de pinos y de otros árboles ; tiene fuentes de frescas y purísimas aguas; el aire es puro y saludable; un verdadero sanatorio y delicioso lugar de verano y de reposo. Aragón, como no sabe exaltar y descollar sus valores espirituales, sus monumentos artísticos las riquezas de su historia, y olvida a sus hombres ilustres, no sabe tampoco explotar y cuidar las bellezas y condiciones de sus tierras y deliciosos lugares. < La montaña de Herrera tiene condiciones excelentes para ser una magnífica estación de verano, si se facilitara e hiciera cómodo, rápido y seguro el acceso al santuario de la Virgen. Pero no se ha hecho nada, como no se ha hecho con eL Moncayo, ni con los pueblos y lugares sin par de los valles pirenaicos, donde los aragoneses podían encontrar sitios de descanso y de recreo superiores en condiciones de clima, de salubridad y de belleza a los que van a