La sombra del duque sigue sin desaparecer de la política nacional. La sombra y otras del duque, sombras P. D. A medida que avanza el juicio a los implicados en el intento de golpe de Estado del 23 de febrero del pasado año los demócratas de este país se siente más asombrados, más confundidos y, a la vez, más expectantes por el desenlace del mismo. Es común la sensación de estar a la defensiva frente a una fuerza que, inexorablemente, va cuestionando los pilares del edificio democrático: los partidos políticos y sus representantes, y el Rey, que tan pronto es objeto de una campaña de desprestigio como se le propone veladamente que sea el motor de nuevas salidas a la situación. «Le Monde» informaba, en su edición del pasado 3 de marzo, de la existencia de un panfleto de unas veinte páginas que circulaba profusamente por los cuarteles en el que sus autores, después de hacer un negro diagnóstico de la transición democrática, proponía: 8 ANDALAN «Majestad, dudamos que sea posible corregir esos errores políticos sin reformar las normas constitucionales» y, añadía, en un intento de ganarse al Rey, «pero usted sabe que ejercerá difícilmente esa función de árbitro si no tiene el apoyo de las Fuerzas Armadas, hacia las cuales usted se muestra muy riguroso ..». El acoso es continuo a la persona que el 23 de febrero del pasado año evitó que el golpe de Estado triunfase. Como también lo es a los partidos políticos y, por ende, a todos los ciudadanos que les votaron. La historia es propia de una novela negra con mala leche. El PCE quería asaltar los cuarteles antes del 23-F, el malvado Fernández Ordóñez, actual líder de Acción Democrática, ofreció dinero, en el más puro estilo gansteril, a un guardia civil para que matara a Tejero, y algunos dirigentes de AP tenían que ver con la trama golpista. Y, por últi¬ mo, el deslenguado Alfonso Guerra — vicesecretario general del primer partido de la oposición— fue demasiado lejos al expresar sinceramente — si bien es discutible su oportunidad — que tenía el temor de que el juicio del 23F fuese una farsa, y ahora tendrá que hacer frente a. una petición de suplicatorio al Congreso de los Diputados para procesarle. No deja de ser un dato más para lo que se ha denominado — con la irritación del Gobierno — democracia vigilada, que es tanto como decir democracia a la defensiva. Como también lo es la decisión del Tribunal Militar de negar la asistencia al juicio a Pedro J. Ramírez — director de Diario- 16 — , aunque se consiguió que se devolviese la credencial al citado periódico. Fernández Ordóñez atinó con el diagnóstico al decir en Santander que la campaña de descrédito de instituciones y dirigentes tiene por objeto provocar por todos los me¬ dios a los demócratas españoles para que pierdan la serenidad o se instalen en i clima de terror, y añadió, en una de esas expresiones que tanto se echan en falta en miembros del Gobierno, «que se sepa que no tenemos miedo y que sepa el Gobierno que debe mantener a toda costa la dignidad de la democracia española». Son soplos de aire fresco en la, a veces, asfixiante situación española que, a fuer de moderación, de responsabilidad y de paciencia de todos los demócratas, es xicada con mayor por la ultraderecha es y por esos oscuros que, con precisión y arrogan cia, despliegan la estrate' gia-puzzle de cerco a la democracia y, con suma hí1"' dad, intentan producir el to «boomerang» con el juic" del 23-F convirtiéndolo en m proceso al régimen constitii' cional español. Mientras to, el desarrollo del se enmaraña, salpicado