Turquía : un golpe para Occidente JAVIER DELGADO «El flanco sudorienta I de la alianza atlántica está garantizado por un país estable y seguro». La afirmación es del ministro de asuntos exteriores turco, a primeros de año. Fue pronunciada también con ocasión de un encuentro con periodistas turcos y extranjeros poco antes de la reunión de la OTAN en Bruselas. Desde el punto de vista de la «estabilidad», el término puede entenderse tanto como sinónimo de pleno control del poder por parte de los militares que lo detentan, como voluntad de mantenerlo todavía por mucho tiempo. Está claro que fue usado en ambos sentidos, lo que hace reflexionar, de un lado, sobre las verdaderas intenciones de los generales de Ankara en el momento del golpe de septiembre de 1980 (asegurando que se restituiría rápidamente en Turquía el gobierno civil); de otro, sobre las seguridades dadas por Washington, hace año y medio, de que se había hecho, por parte del gobierno USA, «presiones para el restablecimiento de la democracia en el país aliado, a la mayor brevedad». Por lo que se refiere a la democracia, aclara enormemente la naturaleza de la situación turca el término «seguro», usado por el portavoz de la junta militar. Las cifras de la represión son elocuentes. Según el diario turco «Hurriyet» (de orientación liberal, que sobrevive cada vez más penosamente bajo la dictadura) y los testimonios de resistentes de Ankara y Estambul, no menos de 18.000 empleados del Estado han sufrido, entre septiembre de 1980 y septiembre de 1981, medidas represivas que van desde el despido (12.000) a la destitución y el paso a puestos inferiores (642). Otros 1.600 funcionarios son vigilados, 560 han sido condenados a diversas penas, en procesos contra niás de 2.500 empleados de la Administración pública. Sin contar los procesos actualmente en curso. Muy grave y alarmante es la situación de los militantes de las organizaciones democráticas disueltas por el régimen militar, destacando la feroz persecución contra los sindicalistas de la central Disk. El abogado Frederic Weyl, de la asociación internacional de juristas demócratas, ha elaborado una abundante documentación tras su viaje a Turquía, según la cual la cifra oficial de los detenidos políticos (algunos miles de ellos en condiciones espantosas) es de 35.000, pero él demuestra que el número real de presos se eleva a más del doble... No hay golpe bueno El golpe de Estado del 12 de septiembre de 1980 en Turquía fue presentado como un «golpe bueno» que se proponía restituir el orden y asegurar el normal funcionamiento de las instituciones democráticas. Se intentó hacer creer que los militares habían intervenido contra la corrupción de los partidos, contra el terrorismo, contra el peligro del comunismo y también del fascismo, contra el despertar islámico adversario de los principios «laicos» del Estado kemalista. El ejército se presentó como el «legítimo defensor» de éste. Bien pronto la acción de los militares turcos: las nuevas directrices en materia de orden público, la ley marcial, la ampliación de los poderes de los tribunales especiales, la rígida censura sobre la prensa y las telecomunicaciones, la suspensión de las actividades sindicales, la represión masiva, demostraron que el golpe de Estado del general Evren tenía todas las características de los golpes de Estado militares en cualquier lugar del mundo. Ya cuando declaró sus propias intenciones de modificar la Constitución y el sistema parlamentario, el nuevo régimen desmintió claramente su concepción «democrática», reduciendo la posibilidad de participación popular en la política. De hecho, modificó la ley electoral, reduciendo la posibilidad de representación parlamentaria de los partidos menores, concedió mayores poderes al jefe del Estado y disminuye del Senado. Por otra parte, la relacJ entre el golpe militar J cuestiones económicas y mj! tares internacionales n evidente, toda vez eme muestra de ello, su ejecuciy no impidió para nada la J tinuación de las maniobJ de tres países de la OTaJ en suelo turco, que se realJ zaban en las mismas feclij El silencio de la AliaJ Atlántica y de la Comunidail Económica Europea (o estatutos dicen que agiu sólo regímenes libres y^l mocráticos) resultó no mente sospechoso y pr pante, sino revelador. Occidente, martillo de| Turquía Se ha señalado el pa lismo entre el golpe de y el que sufrió Turquía til 1971, paralelismo que ti( su base en el desarrollo capitalismo turco en años 70. En 1971, el capitalisil turco, que hasta entonces la] bía tenido una alta tasa él crecimiento, debía pasar \ una nueva fase: aumentar I producción, garantizar 1 acumulación del capitaij crear nuevos mercados, A i vel internacional, se tratal de encontrar un nuevo pues en la división internacioiull del trabajo entre los paíse capitalistas; a nivel nacional, | se imponía un cambio en I tradicional política econói·| ca diseñada tras la revolii ción de Ataturk, en laquee Estado jugaba un importanlt] papel regulador. El golpeé 1971 se dio para crear las bases de ese cambio radical: la intervención militar tenía como objetivo impedir i reacción popular contra alternativa de desarrollo.! Una vez asegurados los ftin-j damentales cambios estructurales, el ejército dejó g( nar a los partidos. Hay que tener en cuenta | que el ejército turco no ei| sólo una institución de ap a las clases dominantes, que constituye, él misiml una fracción importante de ellas, sólidamente inserta en | la cúspide del sistema fí* clero turco, con una relevante autonomía de base económica: con la creación, e» 1961, de la sociedad financie; ra Oyak, constituida por cai 10 ANDALAN