El fantasma de la sequía La sequía pertenece a la propia estructura de la agricultura y ganadería aragonesa. JOSE LUIS ALONSO El problema de la sequía no es algo esporádico y coyuntural, sino que pertenece a la propia estructura de la agricultura y ganadería aragonesa y por ello su solución iumplica no sómo medidas de tipo «»parche» para paliar sus gravísimos efectos en las economías familiares, sino sobre todo una decidida política agraria que coordinando regadío, investigación científica de nuevas variedades, cultivos y técnicas, así como potenciación de instituciones como el seguro agrario, hagan posible una agricultura y ganadería con un futuro seguro. Aragón es el agua, y la lucha por la utilización de este elemeto ha caracterizado siempre su historia. El bronce de Contrebia (Botorrita) parece hacer referencia a un litigio de aguas, la fuente de Muel nace al pie de un antiguo pantano romano anegado, Zaragoza es conquistada tras la batalla de María, que entre otras cosas era el azud donde tomaba el agua la ciudad, el canal de Tauste se empieza a construir en 1252, etc. Esta lucha por controlar el agua y hacer los regadíos está motivada por un imperativo climático: en la mayor parte de Aragón «llueve hacia arriba», es decir, nuestro 10 ANDALA NI clima permite una evapotraspiración potencial mayor que las precipitaciones de lluvia en esa zona. Si observamos el mapa de precipitaciones medias en Aragón, ' observaremos que por la margen derecha, en la inmensa mayor parte de las tierras situadas por debajo de los setecientos metros de altura llueve menos de 400 1/m2 y año, representando el 28 % de las tierras de Aragón. En la margen izquierda, la isoyeta (lluvia media anual) de los 400 es una recta horizontal que unía Tauste y Binéfar pasando por encima de Sariñena. Hay otra franja hasta las estribaciones del prepirineo más utilizable para el cultivo de verano, en que llueve entre cuatrocientos y seiscientos 1/m2 año, y que abarca el 41 % de la superficie, pero que incluye casi todo el centro de Teruel, con problemas graves de temperaturas bajas. Ahora bien, si tenemos en cuenta la diferencia entre precipación y evapotraspiración potencial, lo que nos indica el déficit anual de agua, sólo la zona del Pirineo está sin él, y hay amplias zonas con déficits superiores a 400 1/m2 de lluvia al año. Por otra parte, estamos hablando de medias anuales, si estudiamos la distribución de estas medias a lo largo del año y las relacionamos con las necesidades hídricas de las plantas, máximas en los meses que van de la segunda quincena de abril a la primera de junio, en los cereales de secano, y del 15 de junio al 15 de septiembre, en los cultivos de verano, vemos que el desfase es mayor. Pero aún tenemos otro inconveniente, y es que las medias anuales ocultan la tremenda variación de las precipitaciones de un año a otro. Existiendo no sólo una diferencia entre mínimos y máximos, sino la tendencia a agruparse de los años malos y de los años buenos. Se han dado diversas explicaciones a este fenómeno, sin que hasta el presente ninguna de las teorías hayan servido como base firme de predicción del futuro. En la comarca de Zaragoza hay recopilados datos desde 1858 y se considera que el 44 % de las cosechas fueron años malos, por falta de lluvias. El último período de sequía Hay zonas de Aragón, en el Bajo Aragón concretamente, que este año es el cuarto consecutivo de sequía, pero en la mayor parte de nuestras tierras las lluvias desaparecieron a partir de la primavera del año 80. La cose¬ cha del 80, que en España fue «la del siglo», en Aragón fue normal y en algunas zonas mala. A principios del 81 la UAGA dio la voz de alarma en enero, pidiendo ayudas para el ganado ovino, que ante la falta de pastos de otoñada y las heladas de diciembre permanecía estabulado y había agotado ya sus reservas de pienso. La Administración, por una vez, nos hizo caso y arbitró créditos subvencionados, a razón de 1.000 ptas. por oveja. La sequía fue avanzando y afectando a los cereales y demás cultivos de secano de toda España, motivando la creación de Mesas nacionales y provinciales de sequía en las que la Administración y los sindicatos agrarios colaboramos para intentar cuantificar y distribuir las ayudas. En Aragón, a principios de junio del 81, otra alteración climática, varios días de intenso calor en la época de floración hundió la producción de las pocas zonas que aún podían recoger algo, siendo de destacar sus efectos en Teruel y en los trigos de regadío. El olivo, el almendro y la vid también se vieron afectados. Tras un mal año vino otro peor. Las labores de preparación de la tierra para la siembra del otoño del 81 hu-