La crisis de Hidro-Nitro JUAN B. BERGA Poco queda en las instalaciones de Hidro-Nitro en Monzón de los afanes del grupo catalán que lo fundara en 1940. Tras pasar el control del Banco Central en 1960 sus actividades se centraron en las ferroaleaciones a instancias del convenio de colaboración firmado con la multinacional Pechiney Ugine Kuhlmamn (PUK) que indujo la construcción de la planta de ferromanganeso (1969) y la de ferrosilicio (1977). Un año después, PUK resolvió su contencioso permanente con la antigua dirección española tomando el control directo de Hidro-Nitro Española (HNE) en 1979. Los trabajadores aún recuerdan el vibrante discurso del vicepresidente ejecutivo, sr. Quiroga, afirmando apasionadamente que «el grupo PUK jamás licencia a nadie, ni cierra fábricas». En aquel momento (NHE) tenía una plantilla de 773 trabajadores, de los que restan 460 que podrían ser tan sólo 287 en diciembre de 1984. En 1980 ya no se producían el carburo y los cementos. En 1981 se para el 8 ANDALAN horno de ferrosilicio construido en el 77. En 1982 se desguazan las plantas de cianimida y melanina. De las palabras del agresivo ejecutivo ya no queda sino un cínico recuerdo, una disminución de plantilla de casi el 40 % y una amenaza de desastre. Cinco años de crisis más o menos larvada, que dibuja hoy una situación en la que se mezclan el peso de la energía en los costes de producción, la paridad de la peseta, la reconversión del sector, la deuda financiera y el comportamiento de una multinacional que se bate en retirada. Al fondo, una ciudad expectante: Monzón. Hidro- Nitro: una crisis contra Monzón En 1981 se escribía en ANDALAN: Monzón se va al garete. No cabe duda que se va pero en silencio. Sin hacer ruido, esta ciudad ha perdido el 5 % de la población residente en 1979. La emigración, casi toda a Cataluña, está compuesta por hombres y mujeres que trabajaron en alguna de sus dos grandes empresas: Aiscondel e Hidro-Nitro. La pérdida de empleos había ido acompañada, no obstante, de cierta estabilidad en la actividad económica de Hidro-Nitro. Los transportistas, los distintos proveedores de Monzón, Tamarite o Barbastro, los comerciantes, incluso las oficinas bancarias, han recibido los efectos inducidos de esa actividad económica. Ahora las cosas van a cambiar; los propósitos de la empresa son, ni más ni menos, cerrar la producción de ferrosilicio y desprenderse de 285 trabajadores. Se trata de algo más que un expediente de regulación de empleo. Es un cambio cualitativo en las condiciones económicas de la zona. Los cuadros I y II lo resumen perfectamente: pueden perderse en Monzón un millar de puestos de trabajo. Al dejarse de producir a finales de julio 26.601 toneladas de ferrosilicio (ventas de 1982) no hay que hacer demasiadas cuentas para comprobar el descenso en la actividad económica inducida por HidroNitro. Tienen razón para preocuparse. Mil empleos pueden ser una quinta parte de toda la población activa de Monzón que se sumará al 17% de la población activa ya parada. La reestructuración que Pechiney quiere HNE es una empresa que, al contrario que el conjunto del sector, exporta la mayor parte de sus ventas (un 65% en media de los últimos cuatro años). En esta medida una caída de exportaciones le hace sufrir una situación peor que otras empresas. No obstante, un análisis siquiera superficial de la composición de las ventas produce preguntas sorprendentes. Hay que empezar diciendo que Hidro-Nitro pretende ce rrar la planta de ferrosilicio precisamente cuando ésta es su mayor producción. De las toneladas de ferroaleación vendidas en 1982, el 59 eran ferrosilicio. Hay que decir también que HNE ocupa una tercera parte del mercado nacional en este producto La pregunta pare obvia ¿por qué desprenderse de él? El Plan de Reestructuración preparado por las empresas y presentado a la Administración indica no sólo que Hidro-Nitro deja de pro-