8 O) (D lab • «El incierto porvenir de tantos de nuestros pueblos hace que la vejez se adelante, ya que no puede ser joven quien, si las cosas no cambian, parece tener poco futuro.» • «Los ancianos del Valle de Benasque, al igual que los de los restantes pueblos aragoneses, no son personas inactivas, sino gente que sigue trabajando mientras sus fuerzas se lo permiten.» • «Sólo uno de cada cuatro del Alto Ribagorza vería con buenos i el acondicionamiento de casas, doni con plena libertad, pudieran acudirá en comunidad.» Hacerse viejo en el valle de Benasque JOSE M.' NERIN BASELGA Así de claro me lo dijo un abuelo de los muchos que viven por allá arriba, sin inmutarse ante la presencia de un magnetofón, sentados junto a la mesa de la cocina, mientras su mujer iba y venía dando vueltas por los pucheros. Me lo decía desde lo más profundo, sin aspavientos, pero con la perspectiva que da una vida de setenta y tantos años pegada a una tierra, a unos animales y a un entorno cada vez más empobrecido demográficamente, casi al borde del final en alguna zona si Dios, los hombres, los políticos o quien sea no le van poniendo remedio. Estamos hablando del Valle de Benasque, al norte de la provincia de Huesca y metido entre las más altas montañas del Pirineo. Pero igual podríamos estar refiriéndonos a Sobrarbe, al Javalambre o a la inmensa mayoría de las comarcas de Aragón. Nuestro mundo rural, nuestros pueblos, han envejecido profundamente. En estos momentos casi una de cada tres de las personas que viven en los Valles de Benasque supera los 70 años, e incluso hay pueblos en donde los ancianos son dos de cada tres personas. Los jóvenes se han ido marchando La juventud marchó en su mayor parte, especialmente en los tristemente célebres años sesenta. Los que mandaban en el Gobierno obedecieron los «consejos» del Banco Mundial y decidieron que lo mejor para el país era desarro- «Críos no hay muchos, no. Lo peor es que en las casas se termine el personal. Porque hay casas en que el hombre tiene 70 años y no tiene familia, o tiene una hermana también mayor, o algún cuñado... Y en estas casas, si alguien no se quiere implantar ahí, pues eso se acaba, eso llega a la punta, sí, eso es lo peor. Cuando en una casa se termina el personal se termina todo, y eso es malo, malo.» llar la industria en las ciudades. La vida rural dejó de ser la esencia de las virtudes patrias y se convirtió casi por decreto en lugar de atraso, en terreno a despoblar, en mero porcentaje de población activa a rebajar. Y la juventud se marchó porque tuvo que marcharse. Y el personal se ha ido envejeciendo y terminando. El mundo rural aragonés es, cada vez más, un mundo de viejos. Casados en su mayoría, o bien solteros (ellos) o viudas (ellas). Al hablar de viejos nos estamos refiriendo a mayores de 60 años. Pero esta barrera cronológica es, sin embargo, muchas veces pura delimitación. El incierto porvenir de tantos de nuestros pueblos hace que la vejez se adelante, ya que no puede ser joven quien, si las cosas no cambian, parece tener poco futuro. Así hay viejos de 50 años e incluso de menos, especialmente en los pueblos más pequeños. Y los pueblos del Valle de Benasque, o del Alto Ribagorza si lo ampliamos hasta el límite con Cataluña, son pequeños: la mitad de los mismos no llega a los 30 habitantes. Estas personas mayores parecen estar ahí desde siempe: apenas se han movido. La gran mayoría nacieron en el pueblo en donde ahora viven. Sobre todo ellos. Las mujeres, por eso de la herencia y otras causas, han cambiado de residencia más a menudo a la hora de casarse. Pero el matrimonio no las llevó normalmente muy lejos. A lo sumo vinieron de las comarcas vecinas y en lugar de ver la montaña por una vertiente a partir de entonces la vieron por otra. Su vida, no obstante, apenas experimentó modificaciones. En su casa y con sus hijos La mayoría de nuestros ancianos vive con alguno de sus hijos. Nos encontramos, por tanto, en presencia de familias amplias, conviviendo juntas varias generaciones. El anciano es un elemento básico, alguien a quien nos encontramos prácticamente en cada vivienda habitada. Y además de los abuelos podemos saludar a alguno de los tíos que no se han casado (los clásicos «tiones»), e incluso en ciertos casos al criado viejo, aquél que desde casi siempre ha estado al servicio de la casa y que ya forma algo inseparable de ella. Estos abuelos suelen ser propietarios de la vivienda, con lo cual su autonomía y peso social es mucho mayor que la de los viejos que han tenido que irse a la ciudad a casa de los hijos, y que muchas veces están como de prestado. Y en su casa se quedan sin que los hijos los tengan que aten¬ der una temporada cada uno, llevándolos de aquí para allá, como desgraciadamente les pasa a tantos de los del medio urbano. Viven normalmente en casas antiguas, casas de pueblo, algunas de cuyas habitaciones han sido transformadas siguiendo los gustos de la ciudad. Su centro es la cocina, esas cocinas amplias que sirven para todo, menos tal vez de dormitorio. Esa cocina que tiene «calor de hogar», y nunca mejor empleada esta expresión. Suele ser la única habitación caliente, especialmente si en el hogar arden los buenos troncos de la montaña. El resto de la casa acostumbra a estar fría y con mobiliario tradicional, destacando el comedor, habitación que' se emplea casi tan sólo en las solemnidades. Para conocer al abuelo hay que sentarse con él en la cocina, a poder ser en la cadiera junto al hogar, en el caso naturalmente de que la cocina disponga de ello. Hay que contemplarle atizando el fuego y escucharle hablar del duro trabajo de otros tiempos, de la comida aquélla no tan abundante como la de hoy, de cuando iban a trabajar a Francia a «desfonsar» (picar cepas, etc.), o de las Ufaras y juegos populares hoy por desgracia casi completamente perdidos. También te hablan de estos tiempos modernos, y entonces su cara se ensombrece, se le arnij la expresión y muestra su de cierto ante un futuro nada sobre todo porque los pueblos están quedando sin gente. Al viejo sólo lo jubilan I fuerzas Los ancianos del Valle de I nasque, al igual que los del restantes pueblos aragoneses, son personas inactivas, sino¡ que sigue trabajando mientras! fuerzas se lo permiten. En la el dad uno se jubila normalmente I llegar a los 65 años. En el puejj no. Expliquémonos. Llega la j lación oficial, esa pequeña | para ir tirando. Pero no se t de la jubilación real ya qw] abuelo sigue ocupándose de 11 vacas, de limpiarlas, ordeñarlasl su hora, sacar el estiércol. Tanj él como ella se van al huerto j plantar, a picar, cuando no I una carga o dan de comer conejos o a las gallinas. Asn han hecho siempre y así lo haciendo. Claro está que p poco han ido dejando que los) venes hagan las faenas pa que se exige una mayor fuerza sica; pero si faltan los hijos iwj quedará al viejo más femedioM hacerlo todo él solo. Al abuelo lo jubila, pues, la edad, sijo fuerzas. Y a la abuela pn^ mente no la jubila nadie, 5J sigue hasta el final haciendo reas en la casa. Me dec a poco una de ellas: «no se, "51 muchas cosas... Me levanto las 8, o a las 7. Hago la ^ el almuerzo, lo llevo al can doy de comer a los bicnos, Andalén. V