I fotografía teatro i 3 ü M-7 Catalonia La respuesta de Boadella a las agresiones legales de las que fueron objeto él y su compañía, y que son de sobras conocidas por todos, fue este M-7 Catalonia que ahora Els Joglars han remontado para pasearlo por nuestra ciudad, Madrid y algunos puntos de Bélgica, Alemania e Italia. Curiosa respuesta, podemos seguir pensando, porque a todos nos hubiera parecido lógico que en aquellos momentos, en el exilio francés, los nuevos Joglars hubieran montado su venganza teatral, bien cargadita de simbolismos y dobles lecturas, en relación con los desajustes entre poderes civiles y de los otros, y que ponían al descubierto que en España la democracia no estaba aún (je, je) consolidada. Y, al mismo tiempo, magnífica respuesta, porque no cabe duda de que se trata de uno de los montajes más importantes de los últimos años. M-7 Catalonia es una bofetada visual y una ruptura, manteniendo ciertas constantes, con trabajos anteriores. De esa trayectoria sólo hemos visto Laetius, construido más tarde, y Cruel Ubris, hace un buen paquete de años, lo cual es, sin duda, una verdadera vergüenza. No hemos seguido de cerca ese proceso evolutivo de construcción de un lenguaje teatral basado en la expresión de los cuerpos de los actores, en la musicalidad de sus propias gargantas, en la plástica total de escenografía y cuerpos, y todo ello vehiculando unos contenidos ácidos, con humor corrosivo muy peculiar y característico. La experiencia Joglars siempre ha sido la línea más avanzada y, sin duda alguna, la que ha mantenido más Macusa, en Spectrum-Canon fielmente el deseo de innovación, de cambio, de búsqueda de un camino propio sin dependencias teóricas exteriores. Puede cualquier espectador salir por la tangente y manifestar que la idea de cultura que transmite M-7 Catalonia es demasiado pobre y esquemática, y que se reduce a un puñado de canciones, a una lengua, a unas largas sobremesas, a una libido secularmente reprimida, a unas determinadas supersticiones, a un plato típico, y poco más. Esta visión me parece muy respetable, pero la de Joglars creo que tiene el inmenso valor — sobre todo en estos momentos en que todo el mundo habla de la recuperación de las señas de identidad perdidas con una jerga obsesiva y generalmente vacía de contenidos concretos — de introducir el humor en el tema y quijtarle solemnidad. Y que un colectivo catalán hable así de su «Cataluñeta» me parece hasta ejemplar. En el último trabajo de Boadella con el Teatre Lliure, Operaçió Ubu, a la M oreneta se le cae la bola dorada atontolinada por un discurso soporífero de Pujol, ¿Se imaginan Vds. hasta qué punto toleraríamos todos alguna irreverencia hacia nuestros mitos civiles, o religiosos, o políticos? La trágica reflexión que Boadella propone es clara: Todo parece indicar que tras la aniquilación de las culturas locales, como la M-7, es el género humano — Laetius — , el que desaparecerá y aparecerá cíclicamente gracias a los «beneficios» de la energía nuclear. La estructura es similar, dos personajes nos muestran a Laetius y a cuatro El teatro y el instituto De un instituto rural, la compañía: «La Huecha»; de acertadísimo tono rústico, su voz y gesto; de Lorca el poético drama popular, vivido; de Yerma el espléndido lenguaje del deseo. Logran alumnos y profesores, dirigidos por el polifacético Simeón Martín, algunas de las enormes potencialidades del precioso texto. (Poderoso — lo reconocimos así — , eficaz aún hoy, más inventivo cuanto más auténtico. Léase, reléase.) Por ejemplo, la encantadora escena de las lavanderas, que conseguía llevar colgados de su voz y mimo a los espectadores estudiantes. Como la atractiva fabla lírica, apueblerinada, del diálogo entre Yerma y la vieja. O el decaimiento creciente de Yerma por el cierre progresivo deseo/realidad, en la conversación, recurrente, con Juan, sin más ilusión en éste ni descanso que la propia faena del cabeza de familia; que deja en vejatoria situación a la mujer rural sin el hilo. No quedaba, para el espectador, fuera de lugar una Yerma de primero de BUP, de tan espontáneo desvalimiento y protesta, muchas veces logrado a través del feminismo adolescente de su voz y movimientos. Sonó bien Lorca — lo comentábamos en el entreacto — en voces tan juveniles. Y muchos de sus defectos contra la norma del teatro naturalista (de los adultos) parecían alcanzar y fraguar algunas de las intenciones y sentidos populares que Federico imprimió. Me refiero a la frescura, inmediatez, incluso premiosidad vergonzosa, unida a la jovialidad y poco recato de los actores, aun en ciertas torpezas y verosimilitudes del «hacer teatro». Menos interés consigue, tal vez, el uso y la construcción del aparato, de lo que es «espectáculo», de esa procesión con luces: que buscó impregnar de tragedia y noche de Walpurgis a lo que es una sencillísima pasión colectiva, no metafísica, no trascendente, concretada en la angustia de la maternal Yerma popular y real, o contingente. Por ello, en la primera parte, seguramente, era poco encontrable algún desa- supervivientes de Catalonia, en forma, esta vez, de conferencia futurista. En ambos casos se desprende un tufillo pesimista que no logra evitar el enorme número de momentos tópicos y típicos, verdaderamente regocijantes, y que llegan a herir las sensibilidades más a prueba de bomba. Hacía falta una interpretación magnífica. En el caso de las «madams», esas doctores del futuro que tratan a los cuatro catalanes abueletes como si fueran especímenes repugnantes y exóticos, es soberbia. Y lo es también en el caso de los ancianos, que resumen la cultura M-7, y que todos hemos visto en alguna plaza o alguna calle, discutiendo por la colocación de una silla o piropeando a una jovencita. No son, sin embargo, cuatro clichés de recetario teatral al uso, bien de sainete quinteriano o alemanoide. Y hay entre ellos y las figuras del futuro un contraste visual tremendo entre la siniestra belleza de éstas y la entrañable fealdad de aquéllos, y que se realiza en tierra de las primeras, en un espacio lumínico de una eficacia conceptual indiscutible y que nos plantea un problema: ¿dónde está ubicado? ¿Seguro que en el futuro? M-7 Catalonia es un espectáculo redondo, del que sólo puede decirse que es un instrumento de reconciliación para el espectador de nuestro tiempo que desee recuperar, a través de la práctica del escenario, su capacidad de gozar, exigiendo, al mismo tiempo, un lenguaje nuevo, calidad, medida y perfección. FRANCISCO ORTEGA juste tono/texto: popularismo, poesía rica de alusiones campesinas, metáfora que brota de la voz de esa marchita, más lírica por más verdadera. La gravedad de la España rural y de su estructura familiar. * * * ¿Pedagogía? Sí, claro: el viaje y trasvase del pueblo (Borja) a la ciudad, el trabajo en horas fuera de clase, el marcado interés en todo el grupo por una «lectura» congruente del texto (ya no escolar ni profesoral, así), la convivencia alumnos de fuera/alumnos de dentro, espectadores unos de otros mutuamente; los abrazos espontáneos entre actores al final, el gusto de verse aplaudidos por un buen trabajo de expresiones y actitudes en un tablado, la valoración y medida, luego, de los nervios en tal o cual escena. Pedagogía, en ese sentido. YRACHE * Representación del día 4 de marzo en el escenario del Instituto de Bachillerato «El Portillo» de Zaragoza. No es frecuente tener la ocasión de asistir a un debut. Esto representa un aliciente más para visitar la exposición de Macusa: es la primera vez que exhibe sus obras en una galería. Macusa es una linda muchacha afincada en Madrid, que imparte clases de fotografía en el CEI, que tiene vinculaciones con el mundo del cine y que, ahora, irrumpe en el campo de la fotografía de autor. Nos muestra una crecida cantidad de obras, hay abundancia de paisajes urbanos, visiones de interiores de edificios, rincones insospechados. Tiene un buen dominio del sentido de la composición, sin que éste pueda considerarse como académico. Sabe buscar encuadres que rompen las líneas habituales de los _entornos y crear así unos ambien¬ tes un tanto insólitos y con ciertos visos de misterio. Salvo en unas pocas imágenes, se percibe una ausencia de seres humanos, pero que sin estar representados gráficamente, se sienten vagar por los espacios creados o recreados por Macusa. En general me ha parecido un trabajo interesante, técnicamente bien resuelto y lo que para mí es más importante, con una personalidad que se nota aflorar con fuerza. Podríamos detectar, cómo no, influencias, pero de esto nadie se libra a los primeros pasos. Creo que hemos tenido la oportunidad de asistir al comienzo de un largo camino que Macusa parece emprender con brío y con posibilidades. RAFAEL NAVARRO plástica La metamorfosis Decir que el golpe de Estado es simplemente un estímulo para seguir consolidando la democracia es una broma tan macabra como el mismo golpe. Pero tengo que reconocer que sí es un estímulo para enfrentarse a la obra de Antonio Saura. En la primera visita, el día de la inauguración, logré captar, entre saludo y saludo, ciertas manchas que por familiares permanecían prácticamente mudas. Sólo ocasionalmente la vista tropezaba con una novedad, cierta forma de hacer desconocida, una gama de color inusual... Pero he aquí que Tejero entra en acción (y otros no se deci¬ den) y en la siguiente visita la exposición es otra, las manchas empiezan a gesticular y los papeles vuelven a ser espejos que nos reflejan. Tal como éramos, tal como durante veinte horas hemos temido volver a ser: guiñapos incomunicados en una habitación sin puertas ni ventanas, multitud vociferante y aterrada, crucificados, desmembrados, carbonizados, lacerados, agusanados, amortajados. La vieja pesadilla borra el barniz metafísico de estos espantajos para devolverles el status de víctimas y verdugos en un orden político muy concreto. La generación de Saura comprometió su pintura con la realidad, con una realidad, la suya, que ha vuelto a ser la de todos. En la Sala Luzán, dos señoritas muy monas y pintarrajeadas pasean su encanto de monstruitos de lujo contrapunteado el monstruo retrato de Felipe II. Apresurados grupos de curas y monjas cruzan la exposición precipitándose por la desdentada puerta del salón de actos. Los personajes de Saura guiñan los ojos y hacen aspavientos. Un escupitajo de Supermán cruza el cielo zaragozano. Tranquilo, Jordi, tranquilo. A. GIMENO Andalàn. 13 al 19 de marzo de 1981