8 c -o O) CD i— Cü A falta de otras inversiones ¿Una cárcel en Daroca? A primeros de año visitaba Daroca el ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez, ocasión que aprovecharon las autoridades municipales para exponerle los problemas de la comarca y plantearle la posibilidad de que la Administración central invirtiese en la zona. Un mes después, el 10 de marzo, un técnico del mismo Ministerio acudía a esta población aragonesa en busca de terrenos donde ubicar un futuro centro penitenciario. Aunque las gestiones no han ido más allá de estas visitas, en Daroca se especula ya con los pros y contras de un proyecto que, visto desde el Ayuntamiento, puede ser el dique que frene la progresiva despoblación de la comarca, declarada en 1979 por el Consejo de Ministros la décima bolsa de pobreza del país. Un proyecto sin hilvanar Pese a que oficialmente no hay nada concretado sobre la naturaleza y envergadura del centro penitenciario, el Ayuntamiento de Daroca maneja ya algunas cifras que dan una idea aproximada de su alcance. «Los datos que tenemos son oficiosos — declararon a ANDALAN fuentes municipales — . Creemos que el centro tendrá una extensión de 1.000 metros cuadrados, supondrá una inversión de 2.000 millones y un aumento del censo del orden de las 800 personas entre funcionarios (unos 75), Guardia Civil (que incrementaría la actual dotación de 8 miembros a unos 60) y población reclusa. Además hay unos terrenos idóneos que fueron comprados hace años por la empresa sueca Gullring Ibérica, dedicada a la fabricación de viviendas unifamiliares, y que nunca usó, a pesar de que invertimos, en vista de los puestos de A poco más de una hora de coche de Zaragoza, Aragón cuenta con una de las diez zonas más pobres de España. Si Buñuel volviera a filmar sus viejas películas, no tendría que viajar a Las Hurdes, le bastaría con acercarse a Daroca. La situación se ha deteriorado tanto en los últimos años que los responsables de la comarca están dispuestos a agarrarse a un clavo ardiendo con tal de que subsista. Y a falta de otras inversiones, estarían encantados con que se convirtiese en realidad el proyecto del Ministerio de Justicia de instalar en Daroca una cárcel. trabajo que podía crear, unos 8 millones de pesetas. Estos terrenos han gustado al técnico del Ministerio de Justicia que vino, ahora sería sólo cuestión de negociar su compra a un precio asequible.» Fuentes del citado Ministerio declararon a este semanario que aún no hay nada decidido sobre el tema. «En principio existe sólo un proyecto de actuación encaminado a la posible adquisición de unos terrenos. Si cristalizase el centro de Daroca, éste sería de cumplimiento de pena y no preventivo.» Modesto Lobón, aragonés y director general de Protección de Menores, señaló asimismo que no hay nada concreto, pero aseguró que, de llevarse a cabo, no sería un centro para menores como se viene afirmando en la localidad aragonesa. Miedo a los reclusos Los once concejales del Ayuntamiento de Daroca — cinco del Partido Aragonés Regionalista (PAR), cuatro de Unión de Centro Democrático (UCD) y dos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) — mantienen una unanimidad casi total acerca de la conveniencia del centro para la localidad. Su alcalde, el ucedista José Antonio García, que capitanea este concejo unido y con enormes ganas de hacer cosas por la comarca, definió el proyecto como la salida que se estaba necesitando: «Para que Daroca resurja, hacen falta 500 ó 600 nuevos puestos de trabajo. Pero, claro, tal y como está la situación económica y la escasez de iniciativa privada, es muy difícil que las empresas vengan a invertir aquí. Si en la época- de las vacas gordas y los polígonos industriales no se hizo nada, ahora es prácticamente imposible. Somos la décima comarca más deprimida del país, casi tanto como Las Hurdes y, si no hacemos algo, el proceso es irreversible». El Ayuntameinto ha elaborado una relación de las ventajas e inconvenientes que reportaría la ubicación del centro penitenciario y la balanza se inclina favorablemente a su aceptación. En el lado negativo hay que contar con la psicosis de miedo que, ya ahora mismo, origina la posible proximidad de reclusos. «La gente piensa — declaró un concejal — que los presos van a estar todo el día por la calle. Además tienen miedo de las familias que vengan a visitarlos; pero para nosotros, mientras no demuestren lo contrario, serán tan gratas como la que más.» A otros darocenses la idea no les parece tan brillante como la exponen las autoridades. «Si vienen chavales jóvenes, luego los visitarán sus cuadrillicas, saldrán a la calle, etc. Hay que saber primero lo que piensan traernos y en qué régimen los van a tener encefrados — decla¬ ró el dueño de una gasolinera — . Lo estáis haciendo todo a «escondecucas» — le reprochaba a un concejal en una acalorada conversación de bar — y esto no puede ser.» Críticas como ésta son atajadas por los concejales argumentando que la oposición tiene nombres muy concretos: «Hay un sector que está calentando la cabeza a la gente y son precisamente aquellos que nunca han hecho nada por salvar a Daroca y su comarca. El Ayuntamiento — aseguró otro concejal — consultará al pueblo y le expondrá todo lo que haya acürca del tema». Un mal menor La instalación de la cárcel, vista desde la crítica situación de Daroca, se contempla como un mal menor. Según las citadas fuentes municipales, la creación del centro penitenciario daría trabajo durante dos años a más de 100 obreros de la construcción y ofrecería la posibilidad de que gente de la comarca ocupase plazas de funcionario. El aumento de la población que supondría, cifrado en 800 personas, daría vida al comercio y unos ingresos municipales de cerca de tres millones de pesetas al año. La hostelería se beneficiaría de las visitas de los familiares de los reclusos y, sobre todo, mantendría los acutales servicios o, incluso, los incrementaría. En Daroca ya casi no quedan jóvenes. «Más de 50 trabajadores de la construcción están en paro, algunos de ellos con 60 años. Las empresas pequeñas que tenemos pasan apuros económicos o pensándose en regular su plantilla; la juventud tampoco se puede colocar. El problema es grave», afirma el alcalde. Y no anda descaminado. La gente se ha ido y la mitad de los edificios del casco urbano antiguo están derrumbándose sin que existan medios económicos para restaurarlos, hasta el punto de que ya están pensando en utilizar el dinero de Bellas Artes para este fin. El secretario del Ayuntamiento pone otra nota pesimista: «El número de asuntos que se tramitan es cada vez menor y corremos el riesgo de que desaparezca el Juzgado de Instrucción; el centro penitenciario aseguraría su permanencia. También facilitaría la creación de un centro de BUP y otro de Formación Profesional, la apertura del ambulatorio que nunca llega, el mantenimiento de la Guardia Civil y de muchos comercios que ahora no pueden casi ni subsistir. Y no sólo en lo que respecta a Daroca, sino a toda su comarca que en otros tiempos acudía aquí y que ahora se van a Calamocha o a Calatayud». «Cada día — interviene Pablo García, concejal del PSOE — sale de Daroca un autocar con 54 chavales que van a estudiar BUP a Calamocha. Otros están en Zaragoza, en Calatayud o en La Almúnia, agravando las economías familiares y arrastrando a los padres que abandonan el pueblo para estar cerca de sus hijos. El centro sería un balón de oxígeno.» No queda gente Este cuento de la lechera, narrado desde el Ayuntamiento, pone en evidencia el grado de depresión a que ha llegado la comarca de Daroca, cuyos 35 municipios no superan en conjunto los 9.000 habitantes. Miedes, con 700; Used, con 575; y Fuentes de Jiloca, con 553, son, aparte de Daroca ciudad, las poblaciones más numerosas según el censo de 1979. La misma Daroca no deja de ir para abajo; su población ha ido disminuyendo de tal modo que si en 1950 se elevaba a 3.847 habitantes, diez años después contaba con 3.316, en 1970 con 2.904, en 1975 con 2.661 y en la actualidad se sitúa en 2.250 habitantes. «La cifra real — dice el alcalde— no llega a los 2.000. De seguir así, en menos de un siglo aquí no vivirán ya nadie, pues ahora la media de edad ronda los 50 años.» Y con los hombres se van los servicios, las diversiones y la vida. En Daroca han desaparecido los dos cines que había y las dos discotecas que se abrieron después permanecen cerradas. El éxodo dominical de los jóvenes hacia Calamocha, Calatayud o Zaragoza es la norma general. Ocho bares y alguna semana con actividades culturales son casi el único aliciente para los moradores de un pueblo con tradición cultural de siglos y vocación de cabecera de comarca que se muere poco a poco. Andalán. 2 al 8 de abril de 1981