MMlllláll Carlos Giménez, profesional de la historieta: H acen falta más revistas JUAN SORO Carlos se deja rescatar con facilidad de unas casetas castigadísimas por el calor del mediodía y ante unas cervezas pasamos revista juntos a lo divino y humano en relación con el mundo del cómic. El boom de la historieta — Carlos; hace un momento y sin el chisme éste encendido, hablamos del interés que, de poco a esta parte, despierta el cómic en nuestro país. — Bueno, lo primero que hay que decir es que el boom de la historieta, como se le ha llamado, es un boom falso ya que no supone que los dibujantes españoles encuentren de repente revistas en que publicar, sino que se están publicando trabajos, en la mayoría de los casos antiguos y esencialmente franceses. Lo que no quiere decir que no sea necesario, pero se trata de materiales que estaban circulando por ahí hacía tiempo. En segundo lugar, es un boom comercial: la historieta se vende más y los editores aprovechan material de agencia, ya rentabilizado y por lo tanto barato, que aparece un poco sin orden ni concierto. Hay que tener en cuenta que España es un país exportador de dibujos; que en España hay más dibujantes que en ninguna otra parte y la media de calidad, además, es mucho más alta que en la mayoría de sitios. Lo que ocurre es que en España hay menos mercado; faltan revistas y las que hay, que son muchas en comparación con las que teníamos hace poco, pero escasas si las comparamos con Francia e Italia, por ejemplo, emplean material extranjero o de dibujantes españoles que les llega a través de agencia. En general, son pocas en relación a los profesionales que existen y por eso tenemos que trabajar para fuera. Los autores que trabajan pensando en este país son, o somos, muy pocos, y eso contribuye a empobrecer culturalmente el medio. — ¿Cuál es, pues, el papel que juegan las agencias en relación con vuestro trabajo? — Juegan dos papeles y no siempre malos. En España, que es un país que además de guitarras produce de siempre dibujantes de historietas, no hubiéramos podido vivir si las agencias no nos hubiesen hecho encargos, ya que al no existir revistas especializadas no hubiésemos publicado. Las agencias han sido el medio a través del que hemos podido trabajar haciendo cualquier tipo de encargo; cosas de aventuras, de romance, etc. Ese es un papel positivo. Pero claro, con ese material siguien haciendo negocio, siguen vendiéndolo, porque tienen la exclusiva y tras una primera publicación no lo tiran a la papelera; y llega un momento en que eso que en una ocasión determinada te sirvió Encontramos a Carlos Giménez una de estas calurosas mañanas de domingo, firmando tebeos en la Feria del Libro, acompañado de su editor —que recorría puestos de amigos, distribuidoras, preocupándose de que la presencia de Carlos se notara—. No es usual que un historietista se pierda por esta ciudad y a por él fuimos; con y sin magnetofón habló para ÀNDALAN un dibujante que nos impresionó los años de la transición desde el Papus o Matarratos, con sus historias — a veces sangrientas— de la realidad, o sus recuerdos de posguerra. para comer, compite contigo mismo, ya que sigue comercializándose sin que el dibujante pueda hacer nada, pues en la mayoría de los casos no existen como en otros medios los derechos de autor. Además, el material se manipula en muchas ocasiones y te encuentras con historietas adulteradas, montadas de nuevo, con traducciones que cambian el sentido, de manera que lo que termina publicándose puede no tener nada que ver con lo que el dibujante ha hecho. Por otra parte, la historieta ha tenido una baja calidad y se ha desarrollado en menor proporción que el cine, siendo que nacieron a la vez, y otras artes gráficas. Ha habido un bajo nivel cultural, un bajo nivel artístico y al no estar considerada por los Cultos, cultos con mayúscula, pues no ha tenido importancia. El editor también la considera marginal y llega a ocurrir que el propio autor minusvalore el medio sobre el que trabaja... — Va dándose una degradación... — Sí, hasta que llega el momento en que una serie de revistas especializadas, como «Bang» en España, por ejemplo, analizan el medio como manifestación cultural autónoma y el autor puede valorarse. Automáticamente, tu trabajo pasa a tener importancia para ti, te empleas más a fondo y sube la calidad de lo que haces, te superas y el lector recibe un producto mejor que le lleva a decir: «pues mira, este tebeo es diferente a los que yo leía...». El código — La historieta aparece subordinada a otros medios de expresión, mediatizada por la industria. ¿Cómo podría definirse, ligada a la literatura, al cine, como medio autónomo? — El cómic ha sido y es, en primer lugar, un negocio, como el resto de los medios. Es, además, una actividad expresiva con características propias que tiene que ver con el dibujo, la pintura, la literatura, pero que define una forma de narrar historias diferente a otras. La historieta tiene un lenguaje propio de signos, de palabras, de onomatopeyas que requiere una interpretación por el lector; es un código, en definitiva. Por ejemplo, la onomatopeya, que es algo que no existe más que en este medio, es una cosa propia del cómic que resuelve el problema de dibujar el ruido. Si tu ves a los buenos lectores de cómics, que suelen ser los chavales, cuando ven la onomatopeya descifran, interpretan una imagen, unos signos que definen la ac- 1 Carlos Giménez ción, gestos leídos que no constan en el texto. La historieta está compuesta por una serie de signos convencionales que el lector tiene que interpretar, pues está ante un código con todas sus reglas. En cuanto a la denominación, los profesionales solemos utilizar historieta; aunque llamarle cómic, teniendo en cuenta que lo inventaron los americanos y a pesar de que en castellano no define nada, pues no me parece demasiado mal. —La denominación «literatura dibujada» que se utiliza en ocasiones, intenta quizá dignificar el cómic... — Me parece absurdo tratar de dignificar un género de por sí suficientemente digno. Es como .decir que los negros no son malos. Puro paternalismo. Yo creo que lo que hace falta es que la gente culta sea capaz de acercarse a los medios de comunicación de masas que como el cómic, con tiradas de incluso trescientos mil ejemplares, se merecen más atención. Yo tengo cierta animosidad hacia esos cultos que parecen interesados en el mantenimiento de una barrera que los aisla, como minoría, del pueblo. Hay que enterarse de los mensajes que transmite el medio, que pueden ser reaccionarios, machistas o estupendos... Hagamos crítica de todo eso, dediquémosle atención, al menos en igualdad de condiciones con otros códigos. El profesional y la realidad — Carlos, tú has trabajado hacia el 77 en el «Papus», con una o dos planchas semanales, sobre la realidad inmediata; historietas en ocasiones sangrientas o patéticas al menos, que chocaban con una revista hecha para hacer reír. — La colaboración de entonces fue para mí una experiencia bastante rica, ya que el trabajar en una revista de actualidad te obligaba a dibujar de una semana para la otra; el mismo día de entregar entraba en máquinas y un día después estaba en la calle. Aquello fue muy importante desde el punto de vista profesio¬ nal, ya que permitía opinar sobre lo que estaba ocurriendo y dirigirte a un público que acababa de vivirlo igualmente. En estos momentos no existen ese tipo de revistas y así tu trabajo se disuelve; terminas haciendo cosas más intemporales. De todas formas, pienso que el dibujante de historietas no tiene por qué ser exactamente un periodista, aunque en determinados momentos una relación tan estrecha con el lector es muy enriquecedora. Hacen falta revistas, en primer lugar de historietas, donde pudiera publicar todo el mundo y, por otro lado, una entrada del cómic en medios como revistas y periódicos qe permitiera, a una historieta de actualidad, tener el mismo tratamiento que tiene un artículo, ya que el tebeo tiene que ver, y por lo tanto cabida, en todo lo que es papel impreso. — Hasta el momento se te conocen varias vertientes en tu trabajo: la ciencia ficción, la aventura, la autobiografía... ¿Qué haces ahora, qué piensas dibujar en adelante? — En estos momentos estoy terminando «Auxilio Social», la serie que inició «Paracuellos». Pienso hacer una serie basada en el mundillo y la profesión cuando yo me vi en Barcelona, a finales de los 60, en la clave de «Barrio», y depués no sé lo que haré. Hay una parte en mí que es la parte dibujante, solamente dibujante, y otra que es el hombre que quiere contar su historia. Y ocurre que hay unos agotamientos cuando llevas mucho tiempo contando, cuando tiendo a dibujar mis propias historias; se nota en que hago viñetas muy pequeñitas, muy reiterativas, donde el dibujante se desarrolla menos pero la persona se desarrolla más. Y luego necesitas romper con eso y pasas a hacer dibujos más grandes en los que, como dibujante, te lo pasas mejor, y vas y haces cosas, pues, de ciencia ficción, o de algo que he leído y me impresiona; por ejemplo lo de London, que tiene unos cuentos cortos impresionantes y muy fáciles de convertir en historietas, con un trasfondo social con el que me identifico. Y así seguimos un buen rato todavía con Carlos, insistiendo en que es preciso destribializar los contenidos de los cómics; llegar al fondo de los porqués en las aventuras de papel. Y hablamos del Salón de Barcelona, de las gentes del medio que han podido verse e intercambiar criterios, y de los editores que han hecho sus negocios y han vendido mucho. Y llegamos a conclusiones en las que, me da la impresión, estábamos de acuerdo desde el principio: en la necesidad de revistas que absorban la producción nacional, en la consideración de la historieta a niveles parecidos al de otros medios, en la atención de la cultura y en la necesidad de que las ferias o muestras se repitan, se desarrollen, se animen. Y en que hay que leer tebeos.