Cü r - Lo que quieren es que apruebes, no que aprendas. El fracaso de los alumnos es necesariamente el fracaso de la enseñanza. Hablan los alumnos Aquí huele a suspenso JESUS JIMENEZ LUIS GRANELE Nuestros interlocutores han sido chicos y chicas que estos mismos días se están enfrentando con el trago más o menos amargo (depende del resultado) de los exámenes. Hemos hablado con Javier, Marina, Fernando, Eva,. Julián, Montse y Julio, alumnos todos ellos de 8.° de EGB del Colegio Nacional «Allue Salvador», de Ejea de los Caballros; con Carmen, José Angel, Francisco, Inma y Reyes, que estudian BUP en el Instituto Nacional de Bachillerato «Ramón y Cajal» de Huesca, así como con Macu y Anto, alumnos de COU de este mismo centro; finalmente, con Jorge, Javier, Cristina, Luis, C. Martínez y J. Legaz que cursan, COU en el colegio de los Marianistas, de Zaragoza. Las notas Para muchos de ellos, el «buen» alumno no es precisamente el que mejores notas saca, ya que éstas pueden deberse a la suerte o a saber empollar la víspera aquello que se supone van a preguntar, sino el que «está integrado en el grupo», según Julio, de Ejea. Lo que no quiere decir diluirse en ese mismo grupo, por más que, como apuntaba la oséense Carmen, «el buen alumno es el que no sobresale de los demás». Sin embargo, las notas son la única vara de medir en nuestro sistema de enseñanza (que no en otros) y todos las aceptan sin demasiadas reservas: «el que estudia aprueba; puede darse el caso de que suspenda, pero es difícil», aseguraba Jorge, de Zaragoza. Los profesores que en este montaje de los exámenes realizan la función de jueces, utilizan muchas veces las notas como arma subjetiva, aunque dándoles forma aparente de objetividad; se llega a suspender con un 4,95, «demasiao, viejo». Así se estudia por la nota; como decía Reyes, «se va a aprobar, no a aprender». El examen, reflejo de nuestra sociedad Este fue el saludo de un profesor a sus alumnos, momentos antes de que éstos iniciaran un examen. Junio, tiempo de exámenes. Preocupación cuando no miedo al fracaso; a ese suspenso que puede dejarte sin el título de graduado escolar, o sin pasar a BUP, o negarte el acceso a la Universidad. Y tiempo también de reflexionar sobre las causas de tanto «cate». Para hacerlo no basta la opinión de los expertos y, por ello, AND ALAN ha querido conocer la.de los protagonistas más directos: los propios alumnos. basada en la ambición y el miedo, se convierte en una especie de duelo entre el profesor y el alumno, en el que vale la picaresca de estudiar lo que se sabe que le gusta a tal «profe» o, a la inversa, poner preguntas con «trampa» a los alumnos. En fin, como explicaba José Angel, de Huesca, «examen suena a jodienda; me han suspendió, he aprobado». El examen se convierte así en un fin, no un medio. Este duelo, sin embargo, no es tan duro en todos los casos: «En el colegio te conocen todos los profesores — señalaba Cristina — y valoran más que hayas trabajado durante el curso. Sin embargo, en la Universidad te lo juegas todo a una carta». Un mal menor No obstante, es difícil buscar alternativas a los exámenes. Los alumnos consultados por ANDALAN aportaron muy pocas. Fernando, de Ejea, habló de que debería contar lo que se hace a lo largo de todo el curso; Inma de Huesca y J. Legaz, de Zaragoza, son partidarios de hacer trabajos, aunque sus compañeros le ponen muchas pegas a este sistema; la oséense Macu cree que cualquier alternativa tiene que apoyarse en que el profesor tenga menos alumnos y los conozca mejor; para Jorge, de Zaragoza, un examen que abarcara la totalidad del programa y no se limitase a un tema o un par de preguntas eliminaría el factor suerte. En cualquier caso, el sistema se acepta como inevitable. «No es una forma muy válida, pero es necesaria porque de alguna manera hay que eliminar a la gente que quiere hacer una carrera y no vale», opina C. Martínez que está preparando la selectividad. En general y quizá con la excepción de los alumnos de COU, obsesionados por la selectividad, los chicos y chicas consultados creen que el examen es una manera cómoda de aprobar. En la revista «Aula Cero», del Instituto de Huesca, confiesan que no se estudia hasta el día anterior al examen y que hay mucho pasotismo, «quizás porque no vemos un futuro claro de lo que vamos a hacer». Con esta idea coincide Máximo Bolea, profesor en Huesca, que cree que los suspensos, consecuencia inevitable de este sistema premio-castigo que son las notas, «se deben entre otras a las siguientes causas: programas excesivos en una enseñanza que se pretende obligatoria, metodología competitiva e individualista, los profesores hemos sido formados aceptablemente en el aspecto técnico pero se nos descuida en el aspecto humano y pedagógico, enseñanza masificada y mal dotada de medios económicos y técnicos, y los alumnos están desmotivados porque tienen excesivas horas de clase, les reservamos un papel demasiado pasivo, los contenidos caen fuera de sus intereses y el estudio no les promete futuro». Como botón de muestra, baste el ejemplo aportado por J. Legaz respecto de su COU. «Yo no sé si los señores del Ministerio saben lo que hacen porque, a estas alturas del curso, en Arte vamos aún por el Renacimiento, en Historia hemos tenido que dar más lecciones de Semana Santa para aquí que en todo el resto del curso y muchas asignaturas se van a quedar por la mitad.» Ei suspenso Está claro. El fracaso de los alumnos es necesariamente el fracaso de la enseñanza porque, según Eva, «muchas cosas que se estudian no sirven para nada» y, decía Anto, «aprendes teoría nada más, no práctica, metodología, etc., y, además, no puedes hacer más que estudiar con siete horas diarias de clase, sin tiempo para otras actividades como el teatro, por ejemplo». El propio Ministerio de Educación ha reconocido implícitamente estas ideas en el Documento Base de los Programas Renovados. «Yo, la verdad, había estudiado y no me lo esperaba — confesaba el zaragozano Luis, a quien las asignaturas de COU suspendidas le impedirán pasar a la selectividad — . ¿Que cómo me siento? Pues deprimido porque voy a tener que perder un año; es un año entero que te quitas de la vida.» Los libros de psicología hablan de los desequilibrios y frustraciones que conlleva el fracaso escolar. A José Angel, de Huesca, lo que más le angustiaba era tener que «volver a enfrentarte con los mismos temas» y a (su compañera) Reyes «que los demás piensen que has repetido». Otro factor a tener en cuenta es el de la situación económica de la familia. «Si no es desahogada, no puede hacerle ninguna gracia suspender», señalaba J. Legaz, mientras su compañero de curso Javier explicaba que, en el caso de familias más acomodadas, el problema era menor; si acaso les molesta «no poder fardar de hijo». Sólo en un caso — Julián, de Ejea — reconocieron nuestros interlocutores que les fue bien repetir un curso; un caso, por cierto, bien difícil en una EGB que, en virtud déla Villar Palasí, contemplaba el | al curso siguiente en razón de la edad del alumno. Los padres Las repercusiones del fra( escolar se dejan sentir en las millas. En muchas ocasiones I padres se constituyen en autéJ eos «guardianes» de los estudio| los fracasos de sus hijos son; propios fracasos; como decía Mi cu, «los padres son los suspeni dos y ellos van a protestar». Ai más, están siempre dando el coi zo con «no veas la tele, haz los deberes...». Otras vaj los padres ponen el ejemplo del hermanos que aprueban sienif porque «lo que quieren es apruebes, no que aprendas», da; Francisco, de Huesca. Algun se enteran y te cuentan el caso unos padres que piensan que hijo está haciendo 2.° de CO que es un curso único. «Mira,! padres y padres — puntualizaba zaragozano Javier— pero, en neral, reaccionan según lo que han visto hacer durante el cursj si te han visto trabajar, pues, comprenden, pero si en vez tudiar te han visto salir y tal, luego no vienen bien las notas. Un suspenso o un fracaso (si que puede llamarse así, cosaíf dudamos) repercute de forma i distinta en unas familias y i otras, según su nivel económico cultural. Muchos padres hacen I que pueden pero, como decía M¡ riña, de Ejea, «no te pueden W dar porque no saben, aunque pueden dar ánimos». Los es» diantes pertenecientes a farf' acomodadas reconocen que en si casas disponen de muchos lib' — «y, si no, te los compran»-. , prensa diaria, revistas... Si toi falta les ponen un profesor pa'11 cular que «puede ayudar o, al't11 nos, dar las claves, enseñar f trucos para aprobar, repasar estudiado en clase, etc.», como', conocía Marga, una maestra sn empleada en estos menester Pero eso del profe particular una paliza» en opinión de Andalán,