cultura Hace diez años moría G. Luckács. El silencio oficial que rubricó el término de una existencia tan dedicada a la profundización de los elementos teóricos del marxismo como a la lucha política sólo fue comparable a la laudatoria queja de la intelectualidad progresista que rendía tributo a una actitud moral jalonada de polémicas, censuras oficialistas y contradicciones permanentes. Dos lustros más tarde, el recuerdo de Lukács parece mantenerse gracias a la renovada presencia de su magisterio a través de A. Heller o Leo Kofler. El mutismo ha sido sospechosamente unánime: significativo índice del espíritu que anima el trabajo crítico en nuestros lares. ¿No espanta que sólo para el diario ABC, en su suplemento semanal dedicado a las artes, haya merecido el recuerdo de Lukács una simbólica referencia? 11 Miseria y grandeza de Georg Lukács JOSE LUIS RODRIGUEZ Aprovecho desde estas páginas la oportunidad para celebrar la obra, la postura moral y política de G. Lukács. Que se trata de una labor ímproba parece evidente: su producción no es sólo la más voluminosa que se haya producido en nuestro siglo sino la que abordó más dispares temas. Y entrar a celebrar la pasión intelectual que animó su dilatada aventura existencial hasta provocar una permanente y pública presencia política, sólo por policíacas razones interrumpida, condudiría al engolado panegírico o la oprobiosa condena. ¿Será suficiente ofrecer unas claves básicas para colaborar al entendimiento de su prodigiosa obra? Intentaré hacerlo. De conseguir este objetivo limitado habremos tributado un innecesario homenaje pero, más allá, quizás estemos contribuyendo a realizar esa justicia de la historia que invocaba el propio Lukács aquella noche, paseando con Víctor Serge: «La época es mala, nos hallamos ante una transformación oscura, ahorremos nuestras fuerzas: ya nos aclamará la Historia». Las miserias de la grandeza Lukács se encuentra con Marx, por segunda vez y definitivamente, hacia 1914. Años más tarde, a raíz de la escisión de la socialdemocracia húngara y de la fundación de un P.C. nacional, inicia su militància activa: desde el primer momento se verá obligado a equilibrar la continuidad de su quehacer intelectual y su constante presencia en puestos de responsabilidad orgánica. Desde el verano de 1919 trabaja Lukács como Comisario de Instrución Pública de la República Soviética de Hungría. No es un dato de mera y obligada referencia biográfica: fundamentalmente, la evidencia de esta necesaria mterrelación es, desde mi punto de vista, el elemento clave para entender las razones de ese contradictorio pantano en el que se asfixiaron, con sorprendente continuidad, las polémicas políticas y teóricas ininterrumpidas o •a inadecuación estremecedora entre la rigurosa fundamentación de una estética marxista y sus constantemente asombrosas opciones críticas. Una educación exquisita, universitaria y constante había acentuado en el joven Lukács un sobresaliente cariño hacia la cultura de los siglos anteriores y un profundo respeto hacia la función de los intelectuales en el proceso transformador de la sociedad. Jamás abandonaría decididamente estos dos puntos claves: reasumirá radicalmente el sueño que cree leer en unas formas literarias y filosóficas para subrayar la necesidad de llevar hasta el final el ejercicio de unas libertades oscurecidas por el Estado capitalista. Práctica olvidada y que debe atravesarse con histórica e ineluctable requerimiento: por esta razón, el programa central de las «Tesis de Blum» se desarrollarán en torno al concepto de «dictadura democrática que ha desplazado significativamente al de «dictadura del proletariado». El embrión del pensamiento lukácsiano puede rastrearse en sus páginas: la consideración de un proletariado cuya conciencia está fracturada respecto a sus intereses objetivos discurre paralela a la esperanza en su capacidad de liberación. Es en los términos de tal ruptura donde entran a jugar las nociones de «intelectual» y «Partido», en una teorización real y sorprendentemente más cercana a la gramsciana del «intelectual orgánico» de lo que a simple vista pudiera parecer. Esta concepción del Partido, como residuo vanguardista de la conciencia objetiva del proletariado, producirá inmediatamente consecuencias de doloroso alcance: téngase en cuenta que refiere Lukács un resto vitalizador cuyo componente sociológico estaría mayoritariamente formado por elementos de la intelectualidad. No era, claro está, la primera situación problemática del teórico político Lukács: pero durante toda su vida no conseguiría hacer olvidar su polémico enfrentamiento con Lenin, un debate de tintes enconados en los que el aristócrata desclasado ofrece una tal concepción de la organización partidista — muy cercana a las posturas de R. Luxemburgo o de los comunistas holandeses tan admirados por Lukács como injustamente vilipendiados por Lenin — o reafirma tesis nada ortodoxas sobre la huelga general revolucionaria y su relación dialéctica con la conciencia del proletariado. Acaso el más vibrante, duradero y enriquecedor debate de los muchos que afrontó: y, quizás, episodio en el que más cargado estuvo de razón frente a un oficialismo que sólo acertó a criticarle en tanto profesor, izquierdista, liquidacionista o aventurero, iniciando así el acopio policíaco de desdenes con posterioridad lamentablemente reconocidos como norma jurídica. El gigante que pretendía la búsqueda de un camino original hacia el comunismo en Europa Occidental, paralelamente a la obra de Luxemburgo, Gramsci, Pannekoek, Korsch y tantos otros, quien con grandeza abordaba con el pensamiento y la acción tal insustituible aventura tiembla, sin embargo, en este momento: a las «Tesis de Blum» le sucede una «Autocrítica» que antecede a su traslado a Moscú en régimen de «clausura». La insinceridad de Lukács es manifiesta, y sería él mismo quien lo habría de reconocer con posterioridad. No se trataba, en cual- . quier caso, de eludir la muerte o de un acto grosero de cobardía. Más adelante me atreveré a recordar algo en lo que, desde mi punto de vistá, radica la razón de su obligada insinceridad. Trabaja en Moscú. Tiene la oportunidad de conocer manuscritos inéditos de Marx y rompe con Hegel. Su posición se refuerza: parece naufragar en la ortodoxia porque, en 1931, es enviado como delegado a la Comitern. Vuelve a una constante elaboración teórica: prácticamente dominado por la problemática estética, la correción de RESTAURANTE Casa de Teruel COCINA ARAGONESA Avda. Valencia, 3 Tel. 35 19 54 las categorías hegelianas desde una perspectiva materialista centra su atención. Fundamentándose en una teoría del reflejo no exenta de tintes mecaninistas, la peculariedad de lo estético se precisará en torno al concepto de particularidad — noción capital de su estética — cuya figuración literaria se precisa en torno al término de tipicidad. Son las tres columnas de la colosal obra de Lukács, cuyo edificio es, en líneas generales perfectamente válido. Pero la inquietante situación continental imponía una permanente actividad práctica: ni el incontenible auge del fascismo ni, por otro lado, el talante moral de Lukács invitaba a la pasividad. Por esto, refuerza sus jamás abandonadas intervenciones críticas y es cabeza visible de una agitación publicista acelerada. Y, por el contrario, sus consideraciones prácticas y críticas abruman realmente. La absoluta identificación entre el esquema teórico y el realismo decimonónico produce las más sorprendente decisiones que se alargarán hasta uno de sus más celebrados ensayos — «El asalto a la razón» — donde la lucha ideológica antiautoritaria concluirá con sorprendentes juicios: claros y significativos los referentes a Schopenhauer o Nietzsche, o al mismo Sastre al que, en una edición posterior, se sentirá obligado Lukács a referirse. Son los años de la inigualable Die Linkskurve, de su ciega y soterrada polémica con las tesis zhanovistas: los años de su polémica con B. Brecht Jamás liquidada ésta, la impresión que produce revivida desde hoy es la de la temenda frustracción de Lukács, del acierto e intuición del dramaturgo, realmente más lukác¬ siano teóricamente que el propio autor de la «Estética». En general, la aplicación crítica del modelo teórico se alza como concreta barrera contra toda innovación: la situación de Lukács en la jerarquía de asociaciones o gobiernos resolverá la cuestión con un tono restrictivo e inaudito difícilmente explicable. La tragedia vivida Tan sólo desde una perspectiva puede entenderse la miseria de la grandeza lukácsiana: las razones de su «Autocrítica» o el oficioso tono crítico de sus opciones literarias. Tan sólo si se tiene en cuenta el mantenido conflicto entre su constante aventura intelectual y su regular presencia en las estructuras partidistas, dicha tensión le conducía insensiblemente a un combate por acallar el yo personal en sus actuaciones públicas mientras que era su voz la que refulgía grandiosa en sus trabajos teóricos. Así lo subrayaba Ernst Ficher, lúcido a la hora de dictar este diagnóstico certero. No es, por otro lado, un secreto develado al margen de costosas investigaciones: el propio filósofo húngaro sabía hasta qué límite, en las circustancias históticas que debió arrostrar, el amor propio era el más absurdo equipaje. Tal crueldad contra su propia razón produjo críticas políticas contra sus tesis teóricas, sembró igualmente incomprensiones culturales hacia su posición revolucionaria. Punto final: el cuerpo de la Historia carece de estaciones pacíficas. Pero diez años más tarde todavía no se escucha el clamor de la historia sobre su epitafio: ni su memoria deslumhra como legítimo debiera ser. Misuc-Hall de hoy y de siempre. Diariamente, espectáculo arrevistado hasta la madrugada CARCAJADAS Sábados y festivos, 7,30 sesión tarde Todos los días, 11 noche hasta la madrugada C./ Boggiero, 28 Teléfono 43 95 34 Andalán. 10 al 16 de julio de 1981