lista en 1982 se debía fundamentalmente al reflejo del jugador que se guarda cartas en la mano para presionar internacionalmente en relación con la entrada de España en el Mercado Común. Parece que los socialistas españoles son unos maestros en ese mercadeo político. Hoy es razonable que la prometida condición de no incorporar a España a la organización militar de la OTAN es una carta guardada y dispuesta para ser cambiada en el inmediato futuro por... Gibraltar. ¿Quién se va a oponer, por un asunto que nadie explica y nadie entiende, a que, más o menos simbólicamente, ondee una bandera española en el Peñón? La no nuclearización de España, prevista ya por cierto en el protocolo que firmó el Gobierno de Calvo Sotelo, tiene la misma dimensión de moneda de cambio para un futuro que, como todos sabemos, siempre es cambiante y mudable. Pero lo más intolerable, lo que más rechazo intelectual produce, es el componente de la propaganda atlantista del PSOE que insiste, dirigiéndose ahora al movimiento pacifista y a los votantes de izquierda, incluso de su propia izquierda, en que la opción que se plantea es depender del acuerdo con los Estados Unidos o incorporarse a un marco europeo de defensa. Esto es radicalmente falso, porque nadie ha planteado la denuncia o supresión del convenio bilateral con USA, ni la promesa de reducción de tropas norteamericanas es de recibo. La OTAN no sustituye a las bases USA, sino que se superpone a las mismas: OTAN sí, bases también. La teoría de luchar contra la hegemonía de los Estados Unidos, alineándose más estrechamente con los Estados Unidos, es todo lo que se le ha ocurrido al discurso «de izquierdas» del atlantismo español: suena a gracia e imaginación andaluza. De momento la única racionalidad se encuentra en el discurso del movimiento pacifista, que convencido de las posibilidades del neutralismo o de la viabilidad de fórmulas de cooperación europea distintas al marco establecido por la OTAN, desarrolla coherentemente una imaginativa campaña con estos objetivos y culmina una impresionante manifestación madrileña con nuestro «Canto a la Libertad», hecho que nos orgullece tanto como nos apenan las declaraciones de nuestros provincianos socialistas: para uno, de triunfar el no, veríamos en Zaragoza a 50.000 americanos; para otro, del que cabía esperar algo más, «nos jugamos volver a la autarquía, a una situación de abarcas y caballerías». Muchas gracias, compañeros, y... muchas risas. 4 ANDALAN