El domingo 9 de marzo nos sorprendía la noticia de la muerte, a los 54 años, del presidente de la Diputación de Zaragoza, Florencio Repollés. La súbita e inesperada desaparición de su figura, unánimemente juzgada como muy positiva para la institución y para el partido — PSOE— que presidía en Aragón igualmente, nos lleva también a evocar sus orígenes, en años que muchos compartimos con él en la lucha por las libertades, la democracia y la defensa del territorio aragonés. Nacido en una humilde familia caspolina, durante toda su vida ha estado Repollés muy vinculado a la ciudad zaragozana, donde ejerció su carrera de abogado y supo, en la dura etapa de la dictadura franquista, reaccionar con valor e inteligencia en defensa de los intereses del Bajo Aragón de esta provincia, promoviendo la asociación DEIBA, de feliz memoria, combatiendo la posibilidad de instalación en la zona de centrales nucleares y de ahí pasando a una visión totalizadora de la defensa ciudadana. Caspe retomó, tras tantos años de silencios, días de gloria aragonesa y protagonismos que animaban a otras comarcas, a los aragoneses todos. De ahí, a la militància política en el socialismo, faltaba menos de un paso, y Florencio lo dio con todas las consecuencias, siendo primero concejal dos veces en su ciudad, luego diputado provincial y, desde hace tres años, el primer presidente socialista de la diputación de Zaragoza. Su trato relajado, su bonhomia, su sabiduría negociadora, no fueron ajenas a esa tardía pero rápida y brillante carrera. El paso de Repollés por la Diputación Provincial ha servido para reconvertir el viejo aparato caciquil del franquismo, a la vez que mantenía un di- Florencio Repollés, compañero fícil equilibrio político de las tristemente famosas «familias» de su partido, tanto en la Diputación como en el resto de las instituciones y en la cúspide misma. Su defensa apasionada de lo provincial, supo al fin encontrar caminos de diálogo y pacto con la DGA que hicieran viable una ley de coordinación, sin la que este territorio sería fácilmente gobernable como comunidad autónoma. Sin hazañas espectaculares —tampoco pleitos— en el organismo provincial se ha impulsado destacadamente en este tiempo la cultura en los pueblos —su infraestructura, la organización de numerosos actos—, a la vez que, aunque con enorme lentitud, se daba un cierto golpe de timón en la Institución «Fernando el Católico», aún hipotecada su andadura por la desmesurada herencia de publicaciones no muy discriminadas. Mucho más eficaz y popular ha sido la recuperación del hermoso palacio de Sástago, el acierto de las numerosas y visitadísimas exposiciones, la'previsión de una gran biblioteca aragonesa. Lo mismo podríamos decir de la beneficencia —la otra gran área de servicio de la Diputación—, donde algunas indecisiones y retrasos no empañan varias medidas decididas respecto al Hospital, Hogar Pignatelli, etc. Pecaríamos de ingratitud si, al recordar al viejo amigo y compañero no reconociéramos su disposición siempre amistosa hacia ANDALAN que leía desde los primeros tiempos y apoyaba tanto personal como institucionalmene, y ello siempre al margen de nuestra orientación o nuestras críticas: sin pedir nada a cambio, entendiendo lúcidamente lo que esta publicación representa para Aragón. E. F. C. ANDALAN 7