Andalán La Rieia hermana En esta interminable construcción de la nueva España democrática, la asignatura del Estado autonómico camina demasiado lenta y con notables contradicciones. Se da, así, el caso, de que por lógica centrífuga, cada comunidad autónoma camina a su aire y ritmo, construye su futuro, promueve su cultura, rehace sus señas de identidad y... se distancia, más por ignorancia mutua que por otras razones, de los pueblos vecinos de esa España que tanta sangre costó edificar, no siempre con acierto. Sin duda, los más altos aparatos del Estado funcionan con mayor o menor eficacia; los parlamentos autónomos intercambian experiencias y legislan dentro de la norma constitucional y aun de otras menores, para evitar un cantonalismo que a nadie conviene; el partido del Gobierno emite frecuentes instrucciones, escuchadas sobre todo allá donde también gobierna terrítorialmente, y legisla en ocasiones con una desconfianza jacobina —véase la LOFCA, la LOAPA, etcétera — digna de mejores esfuerzos. Y es que, dentro de esa dinámica que ha ido reconociendo desde «Madrid», a regañadientes W y a remolque, gracias al empuje catalán, vasco, quizá gallego y andaluz, luego los demás, las singularidades culturales y socioeconómicas y, por ellas, las políticas de los pueblos de España, nadie o casi nadie ha pensado en que la nueva construcción del mapa total pasa por el entendimiento desde abajo de esos pueblos. Entre nuestros vecinos, con los que Aragón ha tenido siempre a gala una relación franca y cordial en todos los casos, ha destacado siempre Cataluña, por razones obvias de emigración tradicional, de relaciones económicas muy amplias; a ello hemos dedicado desde los comienzos, hace catorce años, de ANDALAN, numerosas páginas. Hace tiempo que pensábamos, y ha llegado el momento de ocuparnos — para dar a conocer entre los lectores aragoneses su realidad palpitante — de otras colectividades vecinas, y hemos pensado comenzar por La Rioja. Tierra tan próxima y convencional que en ocasiones no tan remotas parecimos casi una misma cosa, en estilo de vida y carácter de los pueblos, en relaciones materiales, en proximidad de problemas, en la unión natural que produce el Ebro, en la pertenencia a una misma Universidad, que hoy parece revitalizarse, al fin, para el país vecino. Vayan, pues, al filo casi de las fiestas mayores de Logroño estas páginas especiales que traen algo, un poco, de lo mucho que La Rioja tiene que mostrar a propios y ajenos. Con la fraterna simpatía de quien escancia, amigable, y lo comparte, un vaso de buen vino. Catedral de Calahorra.