Nacional Realmente, si hay tres políticos en el país que merezcan el nombre de tales, éstos son: Suárez, por las prestidigitaciones que ha sido capaz de hacer y las que puede seguir haciendo; la enorme mole de TarradeUas, que consigue lo que quiere contra todos vientos y mareas, y Santiago Carrillo, que con su realismo y sentido de la política nada a la perfección no sólo en las aguas nacionales sino también en las internacionales. Quien manda, manda Tarradellas se lleva a los parlamentarios catalanes a Madrid o, como el último fin de semana, a Saint Cyprien (Francia), y los tiene diez horas discutiendo para acabar llevándose otra vez el gato a su agua. Así que la Comisión negociadora del restablecimiento inmediato de la Generalitat y de su régimen transitorio, estará formada por seis diputados o senadores elegidos por la Asamblea de Parlamentarios catalanes y presidida por el propio Tarradellas. Así se conjugan las legitimidades históricas con las actuales procedentes de las elecciones y de la realidad política catalana. Parece que Tarradellas ni se dignó leer el proyecto de Decreto - Ley preparado por los parlamentarios para la recuperación de la Generalitat. Parece ser que hubo por ello sus enfrentamientos con Josep Benet, presunto candidato a la Presidencia de la Generalitat propiciado por el PSUC. Para redondear, Tarradellas se reserva el derecho de realizar "todas aquellas gestiones que por su cargo le corresponden, que tengan por finalidad hacer avanzar la negociación en común". Tarradellas gana, y chapean a los políticos de la vieja hornada. Se acabaron los veraneos del franquismo, en los que la vida política se paralizaba y se reducía a algún esporádico Consejo de Ministros en el pazo de Meirás, mientras los procuradores sesteaban por sus playas y predios. La clase política aguanta a pie firme, aprendiéndose la nueva situación y tomando posiciones. El país sí que veranea, subido en la cresta de los precios y del mal tiempo. junto con una crecida cifra de turismo exterior, lo que hace que nuestras costas den la falsa apariencia de encerrar un país sin problemas. Septiembre será frío, templado, o caliente, que ya se sabe que el tiempo anda loco, pero de vuelta vacaciones, todos los ciudadanos van a experimentar la gravedad de la situación económica y las limitaciones de un gobierno minoritario y monocolor. de Aquí hay tres políticos Por cierto, que no debe ser muy conocido el hecho de que el controvertido Tarradellas, hace exactamente cuarenta años, 1937, venía a Caspe en varias ocasiones como consejero de la Generalitat, a suscribir acuerdos políticos y económicos con el Consejo de Aragón, y con su presidente Joaquín Ascaso. Ya lo contará ANDALAN otro día y en otra página. El difícil pacto Otra gran especie política, ésta de la nueva hornada, es el presidente Suárez, obsesión de Emilio Romero en las páginas de "Interviu". Le ha cambiado la cara, y el revés, a la política del país; ha ganado las elecciones, ha nombrado un Gobierno de adictos y aun de amigos, suficientemente oscurecidos por la imagen del presidente; añadido siete consejeros para su persona, de los que cabe suponer que más que emitir consejos los van a recibir, y además controla las cámaras parlamentarias, de las que se ha sacado para la UCD las presidencias, un Consejo del Reino contestado por la izquierda unida por una vez y para muestra, y además una Comisión de Urgencia gubernamental, que abre y asegura la puerta a los decretosleyes del propio Gobierno. Con todo lo cual, el país se puede seguir gobernando como hasta ahora, y la única diferencia son las buenas formas y el aire libre para que las operaciones se expresen. Y poco más. Claro que desde el punto de vista de la Democracia formal no hay ningún reparo que poner a esta situación. El juego parlamentario da ese resultado. Lo que sucede es que la situación española es lo suficientemente grave en el plano económico y en el social como para que sólo se pueda salir de ella, o empezar a intentarlo con otros grupos políticos, sobre todo con los que representan los intereses de los trabajadores. Y va a resultar difícil conseguir un mínimo acuerdo o pacto social, si éste no va acompañado de alguna forma de pacto político. Gobierno de concentración El tercer gran animal políco, que junta a vieja escuela con la nueva, es Santiago Carrillo. En la exposición de los programas políticos por parte de los líderes parlamentarios, del pasado día 27, el discurso de Carrillo destacó por su realismo así como por su solidez y coherencia. Formuló claramente la propuesta de mayor envergadura política, la de un Gobierno de concentración democrática nacional, el único que puede llegar a resolver las tres cuestiones básicas: la elaboración de una Constitución democrática del Estado, y la recuperación y saneamiento de la situación económica. Parecen evidentes sus argumentos en el sentido de que un Gobierno minoritario, representante de las altas finanzas y del empresariado, no tiene autoridad política para exigir al país los es¬ fuerzos y sacrificios necesarios para salir de la situación económica heredada. Si Carrillo considera utópica la actitud de quienes piensan que aquí "hay un espacio para una alternancia tranquila de dos grandes partidos", el PSOE deja entrever con sus actitudes y tomas de posiciones su voluntad, a veces bien explicita, de ser una alternativa global de gobierno como partido. El frasco de la amnistía El goteo de la amnistía ha llegado por fin a los cinco presos aragoneses. El problema requiere una solución real y global en forma de ley que promulgue definitivamente la amnistía total. Hasta ese momento seguirá la arbitrariedad, el olvido o la discriminación. De allí lo coherente del reto que los patriotas vascos "extrañados" han lanzado al Gobierno regresando a Euskadi. Han llevado a cabo un tremendo peregrinaje por las tumbas de los compañeros caídos, desde el primero, Txabi Etxebarrieta (1968) hasta las de Txiki, Otaegui, etc. Ha sido una década de guerra entre Euskadi y el aparato represivo del Estado, cuyas consecuencias no se van a poder borrar fácilmente. El Gobierno se ha metido en un difícil callejón al detener a uno de los regresados, Xabier Larena, el mismo día que los otros nueve comparecían ante 20.000 compatriotas en el velódromo de Anoeta de San Sebastián, en un acto de homenaje al desaparecido Pertur. Junto a ellos, Letamendía y Bandrés, diputado y senador con inmunidad parlamentaria. C. Forcadell Ésta frase idiota —que nunca dijo Luis XIV, bien sabedor de que el Estado no era él— parece yacer permanentemente en las capas cerebrales profundas del honorable Tarradellas. Según se ve cada día con claridad más meridiana, el honorable piensa que Cataluña es él. Hace quince o veinte días dábamos aquí aviso del grave peligro que para todos los autonomistas de España podía llegar a representar la actitud mitomaníaca del honorable si su condición de obstáculo político llegaba a primer sobre su característica de símbolo nacional-catalán. A la hora de escribir estas líneas (que la nueva gestión de ANDALAN obliga a anticipar con exceso) parecen malhadadamente confirmarse nuestros temores de hace unos días. El honorable, tras conversar con Suárez, apretar las manos a su "querido amigo" Martín Villa y abrazar inconsideradamente a Carlos Sentís, está a punto de Jnandar a paseo a los parlamentarios elegidos por el pueblo de Cataluña, comenzando por el mismísimo Joan Raventós. Olvidándose de que el día 15 de junio la población más políticamente conciente e iníormada de España dictó veredicto acerca de cual había de ser su representación estatal, el honorable ha tenido la auténtica "barra" de decir al secretano del Partit Socialista de Cata- «LÍtat, c'est moi» por Guillermo Fatás lünya (el hombre con más votos de su tierra), y por escrito, que las personas que hayan de negociar con las autoridades estatales el régimen de la Generalitat "han de ser designadas por decreto" del honorable; y que las negociaciones que entablen con el Gobierno Suárez deben ser entabladas "en representación mía" (del honorable) y no, por lo visto, del pueblo catalán. (No se tienen noticias de que Raventós se haya enfadado aún. Pero Tarradellas ya ha hecho una "butifarra" a los parlamentarios, negándose a recibirlos en su espléndido aislamiento, como si fueran fascistas). El pragmatismo político de los catalantes está a punto de no servir sino para un peligroso resbalón político que puede dar al traste con muchos años de lucha callada —como los cuarenta que lleva Raventós, o los más aún de López Raimundo, o los menos de Pujol- porque aquí, según se ve, el único exiliado, el único luchador, el único "catalán - catalán" que queda en el Estado es el honorable don Josep Tarradellas, vecino de Saint Martin - le - Beau que viaja a Madrid como quien va al extranjero y que no reconoce a los diputados y senado¬ res catalantes —desde Benet a Xirinachs, desde Trías Fargas a Solé Tura— ni siquiera la representatividad, de grado o por fuerza, les reconocen los ministros suaristas. La lucha de los catalanes y de los vascos por la recuperación de su autonomía es la lucha de todos los autonomistas de España. La superior conciencia diferencial de catalanes y vascos les llevó a obtener, ya hace cuarenta y cinco años, unos Estatutos que sus pueblos respectivos elaboraron, votaron y pusieron en funcionamiento, mientras que en otros lugares de España —como Aragón— el menor sentimiento regional y la inoperancia vergonzosa de las burguesías locales impidieron que la autonomía políticoadministrativa llegara a ser ni siquiera un intento. Por ello es forzoso apoyar hoy, en Cataluña y País Vasco, desde todos los puntos cardinales del autonomismo (y no digamos del federalismo) una lucha que trata de restaurar (nótese bien) un pasado político cercano y que costó muertos y vejaciones que más vale no recordar a menudo para no convertir de nuevo a Franco en protagonista del presente. Aragón —y es cuestión que ha de entenderse claramente— no es una región tan netamente autonomista como Cataluña o el País Vasco. Empieza a serlo porque algunas fuerzas de la izquierda clandestina y perseguida, veteranas unas, jóvenes las otras, se embarcaron hace unos años en la obligación de dar conciencia a su pueblo de que una amplia autonomía era absolutamente necesaria para la simple supervivencia. Ahí estuvo ANDALAN, desde el primer momento, y ahí sigue estando. Los aragoneses han ido asumiendo la idea, bastante velozmente. Pero naturalmente, dé modo distinto —y menor— a como la tienen asumida desde hace decenios los catalanes y los vascos. Ellos son los pioneros, los grandes luchadores, la primera línea, la trinchera principal; cualquier político con un mínimo de sentido común sabe que si las autonomías catalana y vasca —por más antiguas, profundas, urgentes y costosas en vidas humanas y en desgaste político; por más peligrosas, si fracasan, para España enterano salen adecuadamente adelante, los costos pueden ser brutales para todos. Pero su triunfo abrirá un amplio camino para la mejora de todos los demás pueblos españoles, porque nunca una autonomía puede negar a otra. De ahí que —independientemente de su intención real, que no juzgo por falta de datoslas posturas de Hipólito Gómez e Isaías Zarazaga resulten objetivamente infructuosas, retardatarias del proceso general y demagógicas de todo punto, ai soliviantar —o intentarlo— a la opinión pública regional frente a los partidos de la izquierda, entre los que se encuentran todos los que han defendido en durísimas condiciones nuestra autonomía por conseguir (y no por recuperar) y algunos más. Si Tarradellas parece pensar que él es Cataluña, Hipólito Gómez e Isaías Zarazaga parecen creer que ellos son Aragón. "Aragón es nuestro partido", dijeron en su campaña; ningún partido político consciente se atrevió a tanto. Porque Aragón no puede ser partido para na^ die. Ni siquiera para Hipólito. ANDALAN 3