Aragón Durante estos días se habla mucho —y se escribe poco— acerca de las posiciones que, en Aragón, han de tomar en breve las fuerzas de la izquierda cara al inminente e importante reto de las elecciones municipales. Las elecciones municipales — como las generales del 15 de junio — nos vienen dadas por un poder y por un Gobierno que no hemos sancionado, pero están ahí y, como las del 15 de junio, van a ser asumidas incluso por los partidos más remisos a aceptar el juego parlamentario y de la democracia «formal». Todo el mundo va a concurrir a las municipales; y esto puede afirmarse, sin errores estadísticos importantes, en un momento en que no se sabe de ellas sino que serán probablemente convocadas antes de que el año termine. Si se harán con listas abiertas -esperemos— o cerradas; si los alcaldes serán elegidos por sufragio universal en todas partes o sólo en lugares menores; si serán elegidos por los concejales, o si serán alcaldes los candidatos a edil con mayor número de votos en cada localidad; si habrá o no distritos topográficos en los pueblos y ciudades de alguna envergadura, y un sinfín más de pormenores trascendentales que son hoy otros tantos misterios. Los partidos En nuestra región, gracias a la incalificable aplicación del sistema D'Hondt, son únicamente tres los partidos que tienen escaños en las Cortes: la UCD, el PSOE y -a mucha distancia— el PSA. Ni los comunistas ni la derecha más conservadora (sobre todo el PCE y AP, aunque sin olvidar al MoI vimiento Comunista, al Partido del Trabajo y a los extremistas de derechas propiamente dichos, entre otras fuerzas) los consiguieron. Ahora llega el momento de plantear un tema muy del gusto de algunos partidos democráticos: el de la unidad de la oposición. Unidad que es imposible conseguir, en términos generales (y por muy conveniente que sea)^ ante la presunción razonable de algunas formaciones de izquierda de que van a llevarse, por sisólas, una considerable porción del poder municipal, como es el caso, evidentemente, del PSOE. Unidad, pues, deseable pero inalcanzable. La conducta del Gobierno de la UCD es tan astuta, tan ventajista, que va, sin duda alguna, a consentir y propiciar las tomas de posición de cada cual a sabiendas de que no tiene oposición relevante en su propio terreno (la derecha) y de que la desunión de la izquierda quebrantará, inevita- imnimn Elecciones municipales Los partidos toman posiciones blemente, el sentido del "voto útil" que desearían emitir las fuerzas populares más conscientes. Los partidos políticos son, inevitablemente, prisioneros de sí mismos (lo que no se enuncia como un reproche, sino como una observación). El PSOE se siente depositario reciente de más de cinco millones de sufragios que interpreta, justamente, como otros tantos mandatos para que se haga con el poder por sí mismo. El PCE, a sabiendas de que unas municipales no son tan "imponentes" para el elector español como unas legislativas —a nadie le asusta ni le estorba tener un concejal comunista en su pueblo-, debe intentar reforzar su escasa presencia parlamentaria con el logro de cotas notables de poder real en los ayuntamientos. El PSA, con una fuerte vocación unitaria pero sin los medios de aparato y sin la tradición de las otras dos fuerzas, contempla la unidad imposible con desagrado, pero con realismo, y se pregunta hacia qu^ dirección le ordenan hoy caminar las circunstancias, de 4 manera que se vean mejor cum- Academia FRAILE NACIO EN LAS DELICIAS PARA LAS DELICIAS PREPARACION PARA INGRESO EN BANCA Y CAJAS DE AHORROS REPASO DE E.G.B. Y B.U.P. Requeté Navarro, 10. Tel. 339418 ZARAGOZA plidos sus postulados fundacionales. El PSA: novia electoral Escolásticamente, las posibilidades del PSA —único de los partidos con sufragio importante en junio que no ha tomado decisiones claras— son muchas: no concurrir a las elecciones, por no fomentar la dispersión del voto y por no supeditar su estrategia a coyunturas momentáneas (ello puede hallarse en contradicción con su actitud en los comicios últimos y defraudar a las decenas de miles de electores que le apoyaron en las umas); concurrir con lo que —para entendemos— llamaríamos hoy fuerzas "radicales", generalmente tenidas como de izquierda revolucionaria o extrema izquierda, que aún no han tomado posición y que tampoco fueron capaces de unirse en las elecciones generales; dirigir su colaboración hacia el camino de la unidad de los socialistas (contando con el presumible deseo del PSOE de acelerar el proceso hasta el punto de que para fin de año ambas formaciones compusieran un solo grupo político en Aragón); o articular su esfuerzo con el Partido Comunista, para ayudar a que los desequilibrios —notables— entre las fuerzas de izquierda en Aragón no se acentúen demasiado a favor del PSOE; camino que, si bien no tiene ante la opinión general el mérito de la añorada "unidad socialista", consentiría, empero, que el PSA mantuviera su personalidad nítidamente, igual que en caso de aliarse con la izquierda revolucionaria (pero sin las ventajas, en este último caso, que ofrecen la veteranía, disciplina y arraigo del PCE). Es posible que de estas elecciones municipales salga, además, el futuro parlamento o asamblea regional; es pronto para decirlo. Pero está claro que el país no puede multiplicar sus elecciones indefinidamente y acaso no sea un disparate pensar que el camino hacia el Estatuto de Autonomía y hacia la Diputación de Aragón pase por un período en que los diputados regionales procedan, fundamentalmente, de los Ayuntamientos elegidos. Esto será también un estímulo para la presencia del PSA. El sueno de los justos En este panorama, ya parece que tardan mucho todos en comenzar a decir lo que desean. Salvo en el caso del PSOE, las restantes fuerzas están a la expectativa unas de otras y, todas, de lo que disponga el Gobierno Suárez. El PSOE es el único partido que ha hablado claramente: quiere las elecciones cuanto antes y para concurrir a ellas en solitario, ya que necesita fuertes dosis de poder local (ahora) y sindical (después) si quiere poder formar el próximo Gobierno del País, meta a la que dirige evidentemente todos sus esfuerzos el partido de Felipe González. La oposición, otra vez víctima de una situación en que tantas cosas siguen igual que hace uno, dos, cinco años, no ha dicho, con esa excepción, "esta boca es mía". Por no saberse, ni se saben quiénes serían presuntos candidatos a los ayuntamientos principales; y. en mi opinión, no lo saben ni los propios partidos políticos que, además, han de contar for¬ zosamente con los numerosos independientes que siguen siendo la mayoría de la izquierda en Aragón. Este es el vaticinio pesimista: los partidos actuarán en Aragón, salvo en ocasiones muy excepcionales, al igual que en el resto de las regiones: las estrategias generales barrerán las necesidades particulares; las ejecutivas aragonesas se plegarán a las ejecutivas centrales e incluso, puede que en algunos casos, con "exceso de celo". Y hemos de ver cómo en poblaciones donde hay escasa o nula militància de partidos no llegamos a ponernos de acuerdo. El vaticinio optimista Quien obtenga poder municipal podrá, inmediatamente, modificar muchos aspectos de la vida cotidiana inmediata. El comienzo del cambio verdadero en Aragón está a la vista. Sería bueno que, sin pretender utopías inalcanzables y hacien do gala del pragmatismo que la situación exige, las fuerzas de izquierda dispuestas a dar otra vez esta batalla desigual co menzarán inmediatamente í hacer causa común en la prácti ca en cuantas localidades y lu gares (que han de ser los más) no sea posible trasladar el esquema de las grandes estrategias nacionales. Promover desde ahora mismo a los independientes que deseen concurrir en favor del socialismo, objetivar el peso y las posibilidades de cada candidato en cada pueblo, es algo que está perfectamente al alcance de los ejecutivos regionales, provinciales y locales de los partidos de izquierda. Y donde las fuerzas que no pueden asumir ofidialmente el pacto vean la necesidad de apoyar una opción única de la izquierda, que renuncien si hace falta a sus siglas y pongan los medios con que cuenten a disposición de lo que, en muchos casos, no será sino la sola posibilidad de meter a la democracia y al pueblo en la Casa Consistorial. Si estos trabajos de perentoria necesidad no han comenzado todavía, ya están llevando algún retraso. Y, recuérdese bien: lo que tiene de dificultad para un hombre de la calle el juicio sobre algo tan lejano como un parlamentario lo tiene de facilidad la sanción sobre un munícipe, cuya obra es visible, mensurable y evaluable por el más ciego. En estas municipales se juega mucho Aragón; y mucho, también, es lo que se juegan todos los hombres de la izquierda regional. No parece, la verdad, hasta el momento que las cosas se hayan tomado con demasiado calor. Suárez, otra vez, esta empezando a ganamos la mano. ¿Será posible? Lola Castán 4 ANDALAN 1