Opinión Reflexiones sobre trabajo y política La oposición anti-franquista estaba condicionada —mejor: condenada-, por la largura y estrechez de su opresión, a no poder casi elaborar política concreta en ningún área, en ninguna positiva alternativa de recambio. Todo se volvía trazas: considerar cuáles eran las fuerzas procli ves a un pacto antifranquista y pro-democrático; llamarlas, unirse y aumentar la presión; estudiar los movimientos del enemigo, recontar sus fieles, analizar sus medidas; y esquivar, evitar y guarecerse. Y vuelta a reagruparse, a reconstruir. Eso era casi todo. 1. Productividad hoy Si que exagero; pero reconozcamos nuestra poca práctica en el tema de la dialéctica revolucionaria del trabajo, y nuestro —explicable— descuido de la productividad. Por tanto, por todo lo cual, así pues, ergo: hay que empezar casi de nuevo y trabajar duro, largo y en lo concreto, que es peor. O sea (y vuelvo al primer punto y aparte): es necesario superar la actitud política de la mera reivindicación, a la defensiva, y pasar a unas actividades elaboradoras, constructivas; y todo ello, referido a la propia profesión. «Veamos como» (así era un famoso tic explicativo, que se usaba en la escuela). Resulta absolutamente lógico que el profesional, oficial y peón de cualquier actividad, alcance un alto grado de eficacia, si quiere ser coherente con su política de transformación progresista del mundo. La técnica, la ciencia y cualquier quehacer o servicio, tienen, de suyo, una propia dialéctica, un método superador de las contradicciones trabajo/mundo, que produce valor real, valor de uso, en su correspondientes praxis. Y sólo en el cultivo adecuado de la profesión se alcanzan estas metas y valores. El trabajo, en sí, posee un valor actuante, pone en circulación una dialéctica. La ciencia, la técnica, el estudio, la elaboración —la cultura, en suma— son transformadores, revolucionarios. La revolución científico-técnica produce el cambio en los medios de producción; lo que condiciona un nuevo estatus, una diferente estructura social y por tanto, unas nuevas relaciones de producción. Aunque a la larga. En cambio, la desidia, el desaprovechamiento, la incuria, el absentismo, convierten a las humanas acciones en vulgares, aburridas, ineficaces. Y así surge, poderosa y actuante, la alienación: que todo lo envilece y degrada, y deja al pobre humano en la opresión sin salida, en la ausencia de proyección y de protagonismo ante un mundo que hay que transformar por el trabajo en mundo habitable, dúctil, humanizado, productivo. ¿Y qué relación entre esta profesión y trabajo, gustosos y bien hechos, y la política? ¿Es que ha desaparecido la otra alienación, la económica —que es la principal y la básica-, la del capital que desbanca, desposee y aliena al trabajo y a todos sus productos, al alejarlos del homEstá claro que no, que es muy largo el camino al socialismo y que le deben de quedar muchas crisis y muchas buenas salidas A algunos les va a coger muy desinteresados y laxos, la necesidad — también democrática, como veremos en estas líneas — de la eficacia en el trabajo cotidiano y profesional, no sólo en la política. Esta cierta deshabituación a la productividad, al logro positivo, es otro subproducto, otro efecto distorsionante más que proviene de la dictadura anterior. aún al capitalismo, que con tantas bazas y cartas juega. Por tanto, si aún es todo de él, ¿a qué coño de abstracción y de absurdez me estoy refiriendo, al decir que ya es hora de introducir la eficacia en nuestro trabajo -no sólo el político: en el cotidiano, en el del sudor- y que hay que llamar a la productividad a todos los que en el progreso humano y contra la opresión neo-capitalista están implicados? Entonces, la cuestión está en si se puede extraer ya y hoy de la profesionalidad irreprochable, del trabajo bien hecho, una productividad laboral dialéctica y revolucionaria y una eficacia política general. Es imprescindible resolver ahora este binomio —profesión/política—, que nos puede, si no, dejar en la demagogia del predicar y no dar trigo, o en la despolitización y vaciedad del trabajo, según se abandone uno u otro término del binomio. 2. Profesionalidad y progreso Decía que la r.elación profesión/política debe resolverse en una síntesis, porque, si no, o hacemos demagogia -hablar mucho y no dar pique—, o trabajamos en el vacío -picar y picar, sin designio ni fin—. La demagogia, ya se sabe, es de efectos contraproducentes: desprestigia, invalida, deja en nada todo lo dicho. Y la falta de plan y diseño en el trabajo, la ausencia de una visión dialéctica -un proyecto social revolucionario—, convierte al trabajo en puro afán. No sé lo que es peor. Pero pasemos a los ejemplos y a nuestra concreta coyuntura. La alternativa, p.ej., a una enseñanza democrática, tiene que llevar, a mi entender, este camino: después de criticar el pasado dictatorial en esta materia —uno de los más alienantes, dada su importancia ideológica—, y de enunciar o definir la enseñanza como un servicio público — no un negocio, no una discriminación clasista—, y después de instituir un eficaz ciclo único de enseñanza, una universidad autónoma y una gratuidad, total escolarización y buenas condiciones profesionales y laborales para el también único cuerpo de profesores, hay que llegar a esto: conseguir dar mejor cada día la clase. Es lo realmente anti-demagógico. Y esto, como escribía en el artículo anterior, ¿puede intentarse «desde ya»? Se trata de lograr la productividad aun durante el camino, aun en presencia de condiciones todavía muy lejanas al socialismo, y en plena era del valor de cambio y de la alienación capitalista. Porque el esperar y retrasar el interés y la productividad hasta después de, manifiesta un claro despego por la materia a transformar y una postergación demagógica de lo que hoy se puede hacer. Y este ejemplo del trabajador de la enseñanza es posible que pueda exten¬ derse a otros campos y actividades laborales: conseguir «un buen trabajo» en albañilería, en historia, en cine, en el metal, en ganadería, en hostelería, en el comercio, en la vigilancia nocturna, en la defensa de las libertades, en la organización, en el diseño, en poesía, en la madera, en actividades diversas. (Ejemplos o cuestiones prácticas para el alumno, a resolver —o no, si es que están extrapolados los ejs.— de acuerdo con la teoría expuesta, si resulta válida la hipótesis; pues, de lo contrario, deberá corregirse y reformularse). Por eso, es cada vez más urgente, en los partidos, en los sindicatos, en las asociaciones de vecinos, en cualquier agrupación de, constituir, además de los imprescindibles y famosos «despachos laboristas» y reivindicatives, unas nuevas «comisiones de cultura», fuertes: prestigiosas y activas. He dicho en la primera parte de estas reflexiones político-laborales aquello de la condición y condena, durante el largo y estrecho paso de la 2a Dictadura, a reivindicar, a defenderse, a guarecerse y vuelta a reagruparse. Ahora es imprescindible la productividad tam¬ bién, la actitud positiva, la profesionalidad irreprochable: transformar, por la cultura, los medios de producción; que ello es parte integrante, y decisiva -no única, claro, que no nos chupamos el dedo y sabemos cómo se las ha y cómo se las gasta la burguesía—, en la transformación de las relaciones de producción, que es el fin de toda política revolucionaria. Tras reafirmarse en la posibilidad — y aún obligatoriedad-, ya hoy, de un trabajo más productivo y de un exigente profesionalismo, precisemos un poco más en este campo de interrelaciones profesión/política. (No entro en la cuestión —o juego, más hiende si la política de los profesionales o si los profesionales de la política). Una de esas 'relaciones trabajo/socialismo se da en el concepto de autosugestión. Y ésta pasa —uno de los pasos, secundario, aunque indispensable— por un ajustado, perito, y aun brillante, trabajo de transformación; como si fuera casi una confección artesanal del producto. A ello hay que prepararse no sólo cambiando —claro está— las actuales relaciones de producción entre capital y trabajo, sino inte¬ resándose y por el buen: por la productividad Porque, si no, después nov de improvisar; y porque finitiva, como hemos venk ciendo, el trabajo es, dç dialéctico y transformador! Avancemos todavía unr ño paso. No sólo se preCKj trabajo riguroso, cuidado i lio; sino el trabajo creadlrl es lo único realmente califj en los humanos, de prodJ Esto resulta lógico si log redefinir el socialismo not un pasivo estado de la m reivindicación y de la reÉ manifestación en contra del bien hay que describir yí truir el socialismo comoel cubrimiento y la instalad! un nuevo humanismo, i sita la imaginación y la J dad como ingredientes eii] mentos sin los cuales no, Ah, sin embargo -c cían los temperamentos j eos—, queda el rabo porc el fantasma del paro, qJ desnuda y lejana nuestra! puesta de un trabajo prodoj profesionalizado y creadj queda también la huelg los inversores átonos o ineJ queda el exilio, el de loseil dores frudulentos de cij Verdaderamente, éstos: chacones y tozudos, nueslJ mediatos problemas trabaJ lítica. Con lo que nuestra» xión queda plenamente dri| zada y hasta paradójica. Luis Yral V 1 4 ANDALAN