Periódico Semanal Aragonés - n.0 176 -28 de Julio al 3 de Agosto de 1978 - 30 pts. sa/psoe abrá por unidad? J un dilatado período de ne[íones, los dos colectivos sotos, PSA y PSOE, podrían i a su definitiva unificación i celebración, el próximo fin mana, de su varias veces ído Congreso de Unifica¿Habrá por fin unidad? ¡aginas centrales) Saura cine de un iragonés [los Saura, en su época de jafo, recorrió España para lia con su cámara. Posiblee, quería romper aquella ima- > exquisito del encuadre, gai sus exposiciones que lo reveIcomo un militante del arte j arte. Manuel Rotellar, per> conocedor del cine sauriano, para ANDALAN la expela vital del cineasta aragonés. ontra portada) Cretas is años de lectividad entro de la frecuente atención venimos prestando a las «colizaciones» que se desarrolladurante la guerra civil en AraIhoy traemos hasta nuestras las la experiencia colectivista retas, localidad bajoaragonejcina de Valderrobles. página 10) IHÍdad Social Paro intento sestabilizador» f «Es un claro intento desesNor por parte del bunker ¡p^' declara a esta revista ! 'os miembros del comité de «adela Ciudad Sanitaria de lindad Social de Zaragoza, Antonio» al comentar las Rs medidas de austeridad Fs por el Instituto Nacional revisión la pasada semana. *n va a pagar el pato de un ^ne hasta ahora incontrola- ^gina 7). Terrorismo contra el Pueblo La existencia de una sociedad justa, sin privilegios ni miserias, sin clases, pacífica, ha sido el objetivo al que han tendido tanto algunos pensadores cristianos, como los teóricos y prácticos marxistas y anarquistas, y hasta el contenido de los sueños de cualquier ciudadano, sin etiquetas, que rumia sus frustraciones ante la cadena de montaje sin fin de los Tiempos Modernos. Todos concibieron el camino para llegar a ese idílico final, pero nadie, ni el propio Marx, hubiera podido imaginar los obstáculos que inopinadamente surgirían. El último, el más hábil, en los tiempos actuales, el terrorismo. Primero fue aquel espectacular invento que se llamó la Gran Guerra, y que desarticuló a los partidos socialistas en la Europa Occidental. Luego, en los años treinta, la burguesía amenazada financió el fascismo, que al eliminar, a lo largo de nuestra Guerra Civil y la II Guerra Mundial, a las capas más clarividentes del movimiento obrero, detuvo de nuevo el reloj de la Historia. Sin embargo, el caminante hace camino al andar. Así, en Francia las instituciones de la V República podían peligrar si el Programa Común llegaba al poder; en Italia el Compromiso Histórico amenazaba ser una realidad tras treinta años de gobierno corrupto de la Democracia Cristiana; en Portugal las ilusiones del 25 de abril llevaban a una socialización de la propiedad; en España, tras cuarenta años de prolongación del fascismo, la izquierda casi conseguía el 50 por 100 de los votos en unas elecciones no absolutamente democráticas. ¿Cómo evitar este resurgir de la izquierda en los países, precisamente, más industrializados del sur de Europa? La respuesta no se hizo esperar. Sería el terrorismo. Alguien, el capital multinacional, permitiendo y luego utilizando — a través de su inmenso aparato propagandís- Jacinto Ramos tico e ideológico — , las acciones de grupos izquierdistas o pretendidamente izquierdistas, está creando un estado de ansiedad, de miedo, de tensión, que se adueña de todos los ciudadanos de la Europa Occidental. La consecuencia inmediata es la reacción contra los planteamientos generales izquierdistas de estos grupos terroristas. Ahí está la habilidad de la jugada. El que mata — como a los militares de Madrid — es un izquierdista, quiere que se acabe la propiedad privada. El ciudadano no sólo rechaza la violencia sino también, insensiblemente, los restantes planteamientos ideológicos de estos grupos. Luego, consecuencia última, los partidos tradicionales de la izquierda, asustados por la sombra del general Pavía y por la reacción del ciudadano, se ven obligados también a olvidarse, siquiera sea temporalmente, de partes esenciales de su programa, deteniéndose, de nuevo, el camino que hasta ahora se seguía. El ciclo está cerrado, esa es la función del terrorismo en nuestros días, ni más ni tampoco menos. Es en el contexto de estos planteamientos en el que hay que encuadrar los sucesos vividos en los últimos días. El condenable asesinato de los dos militares en Madrid, se dirige más que contra la Constitución, contra cualquier posibilidad de avance de la izquierda. No es casualidad que se eligiera la fecha final de las discusiones de la Constitución en el Congreso, pero tampoco es el elemento definitivo. La línea histórica que se ha narrado es innegable. En Italia, en Portugal, en Francia, países con Constitución y con democracia firmemente asentada, los hechos son semejantes. Se trata de crear un estado de intranquilidad, de miedo, de atenazar al trabajador y a sus representantes. La burguesía tiene armas y medios para gobernar durante mucho tiempo.