Internacional Durante el mes de julio, el rebrote de nuevos procesos contra los llamados «disidentes» en la URSS ha ocupado buena parte de las páginas de nuestros diarios. Sobre Yuri Orlov, Alexandre Guinzburg, Anatoly Scharansky y Lev Kukayenko —¿entre otros?— han recaído durísimas condenas: nombres en una lista interminable, ampliación del Gulag. No podemos por menos, sin embargo, de usar nuestros reducidos medios para valorar la apisonadora de los medios de comunicación: fotos apesadumbradas, noticias como latigazos. semblantes cariacontecidos han transmitido el entorno o realidad desnuda de las noticias. En virtud de un rigor qu¡ no podemos desechar, en virtud de una honestidad con la n estamos comprometidos debemos preguntarnos algunas cosa que a alguien parecerán escandalosas: en primer lugar, cor, entender el bombardeo a que nos hemos visto sometidos sólo menguó la situación del País Vasco, buen ejemplo del tratamiento estatal, por ejemplo, a los disidentes más cercaj en segundo lugar, quiénes son los disidentes. La difícil disidencia Y vaya por delante nuestra repulsa por los medios adoptados para solucionar un conflicto y ante la situación que lo provoca. Pienso que únicamente quienes apelen demagógica y con fatal ignorancia a una imprecisa «dictadura del proletariado», que erizaría los pelos del mismísimo Marx, se encogerán de hombros ante desatinos como los que contemplamos. Cuestión suya es confundir el proyecto marxista con un desafío medieval. La venta de los disidentes Se trata de un paquete cómodo y rentable. Es por esto que todos se disputan el pastel; aquí no hay convidado de piedra. Cada cual a su juego. Y el juego es complicado. Veamos. Alguna crónica comentó que el presidente Carter lloró de tristeza al enterarse de las condenas. Lástima que, casi simultáneamente, su embajador ante las Naciones Unidas comentara que en USA existen centenares de presos políticos. Curioso. El cacahuetero burócrata y tribuno popular parece olvidarse que los nada delgados hilos de su sistema invaden y apoyan todavía a Pinochet, que mantiene el bloqueo sobre el pueblo cubano, que defienden a Samoza, que no reniegan de su poderío sudamericano, y paro de contar. Con semblante maquillado habla de derechos humanos: chícanos, indios y negros deben observarlo un tanto escépticamente ante el olor nauseabundo de reservas, barrios bajos y derechos raquíticos. Antes de recomendar menos Gulag sería preferible nada Pentágono-CIA: sugería Chomsky hace meses. Vienen bien los disidentes: aprovechados por la incoherente política (!) del Pentágono, al menos refriegan el estropeadísimo rostro del Sueño Americano. Pero Europa es otra cosa. Aquí servirá para remachar la suspicacia del «lobo disfrazado de cordero». El socialismo de rostro humano es imposible; los proyectos de fraternidad ocultan el deseo del Poder. Si, por ejemplo, los procesos hubieran sucedido hace tres meses habrían venido de perlas a la derecha francesa; pero no han debido sembrar su viejo abono. El Gulag existe, y extiende su corazón mortal. Puede asegurarlo el presidente Giscard: quien cuece Sahárauis como deliciosa ofrenda a los fosfatos marroquíes. El apuesto aristócrata debe pensar que la fotografía de un desconocido quemado es muy poca cosa comparada con el rostro y la declaración vibrante de un disidente soviético. Distinción .ncomprensible que reconoce emocionada, por ejemplo, la Cancillería alemana: la represión legal tiene sus ventajas. No debe llegarse a un proceso: es preferible enmudecer a quien pueda hablar. De todos es sabido que nadie supuestamente «izquierdista» —denominación que concede graciosamente la comisaría más cercana— puede ocupar un puesto en la Administración: allí sólo puede haber disidentes de cervecería. O suicidados, que es otra cuestión el analizar la neurosis que empuja a presos políticos a poner fin a sus vidas. Mejor disidente enterrado que crítico encarcelado. Dejo aparte cualquier referencia a nuestra propia cotidianeidad: desde los odiosamente nostálgicos libros que hablaban del infierno ruso hasta la alabanza constitucional del marco capitalista media un largo trecho, es cierto. Pero quien se pasee por nuestras calles encontrará auténtí cas sentencias contra gentes consideradas todavía disidentes por quienes ahora disiente, detrás de quienes ahora disienten, detrás de quienes nunca sabremos si disienten o han aprendido demasiado. Asómbrese porque no termina aquí el circo. La sonrisa impermutable de los grabados chinos, repartida por obra y gracia de los ciertamente menos graciables dirigentes, asegura: teníamos razón. Cómo no. En una espeluznante interpretación de la doctrina maoísta, a lo que parece, resulta que, por fin, la URSS se despoja de su gastada careta y se muestra como lo que es: el mayor enemigo del socialismo. Hay, claro está, dos ejércitos contrarios: pero sólo uno es peligroso. Y, he aquí que los disidentes soviéticos, por obra y gracia del internacionalismo de la política, se convierten en ensalzadores de Carter, inocentes defensores de la política de la derecha europea y, en fin, de la supuesta corrección de los postulados del quebradísimo camino internacional chino. Un pequeño rompecabezas. Aparte quedan algunos. Aquellos que aprendieron a sonreír, y enseñan que ni aquí ni allá; que nada es posible; que es cuestión de la existencia del Poder y que, mientras existe, te aguantas o a la sombra forzada de un trabajo no precisamente elegido. Entonces, como se sabe, o coges una piedra para estrellarla en el ojo supremo del Estado o te aguantas : no voy a polemizar en este sentido porque dudo de la existencia de artefacto tan bien construido y tan contundente. Todos, a su manera, han comprado un disidente. Soviético, con preferencia. Donde la derecha es revolucionaria Al margen de nuestra general simpatía para con el Movimiento Democrático, actual representante de la oposición soviética, creo que es necesario introducir alguna precisión para que la afirmación de V. Gedilaghine no ponga a nadie los pelos de punta. Porque es claro que no se precisa ser marxista-leninista para _ desempeñar una función revolucionaria en un momento determinado: pero cuidado con los engaños. Hasta Pinochet estuvo en la oposición. Así las cosas, sería preciso, quizá, recordar esa división donde diferencia entre la oposición democrática — Grigorenko, Jakir o Sajarov— con una opción que lucha por introducir reformas en el burocrático y totalitario Poder soviético; entre quienes optan por una vía occidental de parlamentarismo plural y quienes se han inclinado por una tercera alternativa ( ni capitalismo ni socialismo: dicen), dentro de los cuales el panorama es seguramente casi infinito — cómo unir a Solzhenitsyn y Bukovski. En resumen : intelectuales, obreros desengañados, comunistas combatientes, gentes del sistema, como recordaba Andrei Amalrik, reunidos en un proyecto común. Pero meter en el mismo saco, efectivamente, a Solzenitsyn y a Pliutsch no deja de ser una indecencia. Porque todos recordamos aquella memorable noche televisiva en la que el escritor iluminado vino a decirnos que aquel tiempo marcado por el reloj franquista no era tan malo. Un poco de desfachatez. Qien llamaba pacífico vecino a Chiang Kai Chek en su aireada Carta, quien pretendía decirnos que ver secretas invasiones en Latinoamérica era cosa de maleducados, quien pedía la recuperación de una «pequeña parte del disparatado idealismo de la vieja diplomacia rusa» (Informaciones^ 1, III, 1974) nunca fue excesivamente brillante, aunque sí elocuente, en sus análisis. Veamos: primero : Occidente está en crisis; segundo : el peligro viene de Oriente, es decir, de China; tercero : para evitar la destrucción del pueblo ruso es imprescindible claudicar de toda ideoligía, recoger la doctrina del crecimiento cero; cuarto: la razón es obvia, dado que «¡ si pudiéra¬ mos dar a la gente tanto a to, vestido y comodidad j ha alcanzado bajo el canj mo» (Informaciones, 15 1 1974) pero invoca el capitjj preindustrial (quede quierda ante la que hayq¿ rrer. En el otro extremo, K,| rol escribe, por ejemplo, guíente : «No estamos intn dos tan sólo en conocer; militantes que luchan pa las cosas cambien aquí Importa que en cada soci donde subsista la divisiónd ses, donde la desigualda justicia sean flagrantes y j dalosas, los trabajadores s nicen y combatan por sos chos, su dignidad, su libe (Viejo Topo, número 17). Sólo un criterio confundí Panorama tan complejo! a recoger la herencia del cesos iniciados a comienzo] la década de los 60 y cuyapil ra repercusión importante^ el juicio contra Siniavski; Daniel, incoado a finale¡| 1965. A éste le seguida de más tarde —recuerdo Iosí vieron difusión occidental luí Yuri Galanskov y Alexai Guinzbourg : actuaciones! hicieron crecer las filas d vimiento Democrático y! turales apéndices hasta conl rar lo que hoy conocemos c| Disidencia. Luego de unac padecida hacia 1969, el miento recobra fuerza a :| de 1973 llegando hasta nueij días. Disidencia y militancij No es preciso repetir losa sis del temprano proceso dej rocratización iniciado PCUS; los resultados soni que evidentes : la opresión dij pueblo, su toma de concietj su lenta pero inapelable 1 nización. Sin alternativa poi el Movimiento Democrilj evoluciona, sin embargo, díj su inicial esfera restringidam te intelectual. Y el Poder resfj de como era de esperar qiM pendiera : mal, sin paliatnj Con represión, con manicoro la invasión ciudadana del Gi^ poniendo en marcha la m naria de un Aparato Juridico,| pejo -al fin- del occidentalj Lo que invita a la solidatif activa, cierto es; pero tambal la aclaración no sea que el í dente en su casa saque sui saque de la cartera unaestaJj militar del Führer. Lo que al menos, a la denuncia sereflj rigurosa de la instrumental ción a que una oposición w| mida está siendo sometida,' y al cabo, por quienes ^ sentarse sonriendo en lames1] sus verdugos. Manicomios o cárceles: importa. José L. Rod* 4 ANDALAN